¿Quiénes somos?: entrevista a Jorge Alberto Manrique
María Constantino
beltmondi@yahoo.com.mx
El saber
oír es quizá la mejor manera de enriquecernos:
el saber expresar y defender nuestro punto de vista
es quizá la mejor manera que tenemos para
enriquecer a los demás.
Palabras de Jorge Alberto Manrique en la inauguración del Coloquio
de Zacatecas. |
El maestro Jorge Alberto Manrique recibió el
Premio Nacional de Ciencias y Artes 2005 que otorga
el gobierno de la República. La noticia
ha causado una gran satisfacción a los miembros de
nuestro Instituto (investigadores, técnicos académicos
y trabajadores administrativos) ya que el maestro Manrique
fue director de la institución entre 1974 y 1980.
Durante su dirección, el Instituto acogió nuevas áreas
de investigación como la danza, la cultura popular
y la música, y se incorporaron jóvenes investigadores.
La notable trayectoria académica del maestro Manrique
incluye su tutoría en muchos de los actuales críticos
e historiadores del arte. Sus cátedras son famosas
por la acuciosidad y el establecimiento de reglas precisas
para la enseñanza ( véase "Memoria y
elogio de la cátedra de Jorge Alberto Manrique en
la Facultad de Filosofía y Letras" por el doctor
Gustavo Curiel ). Su cátedra incluyó, siguiendo la
tradición inaugurada por don Francisco de la Maza,
la visita a los monumentos y edificios artísticos
de México y el mundo para, in situ , percatarse
de la naturaleza y la hechura de las joyas artísticas.
La compilación de sus obras de investigación
y de crítica especializada ha sido publicada por el
Instituto; varios de sus tomos llevan ya varias reimpresiones.
Durante la gestión del maestro Manrique se inició la
organización de los ahora imprescindibles (para los
especialistas en la historia del arte) coloquios internacionales
de historia del arte, en cuya más cercana, futura
edición, se le dedicará un homenaje a su iniciador. La idea de los coloquios
En 1974 la directora del Instituto era Clementina Díaz
y de Ovando. Estaban por celebrarse los cuarenta años
de la creación de nuestro espacio de investigación
por Manuel Toussaint. Entonces era pequeño en cuanto
al número de investigadores, en comparación
con los que laboran en la actualidad. Se tenía previsto
realizar una fiesta para celebrar el cuarenta aniversario;
pero en la reunión que se celebró sugerí que
se realizara algún evento estrictamente académico.
Por otra parte, en 1972, habían muerto
Justino Fernández y Francisco de la Maza, así como
el marqués Romero de Terreros (1968). Ellos eran los
historiadores del arte veteranos; quedábamos los jóvenes.
Yo tenía la preocupación por los nuevos investigadores: ¿quiénes
somos nosotros? Porque ya sabíamos quiénes
eran los viejos. Teníamos que abrir brechas y hacer
la comparación de los historiadores del arte de Europa,
Estados Unidos y América Latina.
México tenía relaciones académicas
con Europa y Estados Unidos a través de revistas de
investigación especializadas en historia del arte,
como Anales , la revista del Instituto. Pero en
realidad había pocos contactos.
A finales de 1974 fui designado director del Instituto.
Me correspondió organizar y realizar el primer Coloquio,
cuyo tema surgió a partir de la XXXIII Bienal de Venecia
de 1968. En un principio, a los colegas no les gustó la
idea. Además, en realidad nunca habíamos organizado
una reunión académica de ese tipo. En ese momento
no existían ni fax ni computadora. Lo que
procedía era hablar por teléfono a los países
de Europa y de América Latina. Yo hablo francés,
italiano e inglés, lo cual me sirvió para buscar
a la gente apropiada. A ciertos especialistas ya los conocía
de otros congresos, seminarios y eventos académicos;
algunos habían sido mis maestros en París o
Roma.
Yo tenía otra preocupación: nuestras relaciones
con América Latina. Sabía que México
y los países de América compartimos los mismos
problemas. Sí teníamos relación con
Estados Unidos y Europa pero no con América Latina
y viceversa. Logré que casi la mitad de los participantes
de nuestros coloquios procedieran de naciones de América
Latina. Lo anterior se ha perdido en los coloquios más
recientes; en ocasiones no acude ningún especialista
hispanoamericano.
Para organizar el primer Coloquio contamos con el apoyo
absoluto del entonces rector Guillermo Soberón.
En realidad hicimos dos cosas. Una reunión nacional
en la capital del país con el propósito de
evaluar la situación de los estudios del arte en México;
y otro internacional, el Coloquio como tal, en la ciudad
de Zacatecas. En un principio lo que se pretendía
era organizar el evento fuera del país. Entonces no
existía nada semejante y hasta la fecha hay muy poco.
Actualmente apenas hay intentos y eso debe preocuparnos.
En México los historiadores del arte somos muy buenos
y concentrados pero hay que tener relación con los
de afuera. Mis primeros colegas se opusieron a hacer dos
coloquios. Finalmente decidí hacerlo cada año
para que hubiera continuidad en los coloquios.
La otra preocupación era organizarlo fuera de la
Ciudad de México para relacionar a los investigadores
de todo el país. Pensamos en una ciudad distinta cada
año para evitar que la gente dictara su ponencia y
se fuera a ver los museos, visitar a los amigos o a comer;
aprovechar las tardes. En los coloquios de nuestro Instituto
los investigadores se quedan encerrados el día completo
y estamos todos juntos. Eso funciona muy bien hasta la fecha.
En los congresos muy grandes se instalan mesas de reflexión
separadas y eso no funciona. Lo importante es estar juntos.
América Latina: relaciones e inquietudes compartidas
El problema de América Latina es que no hay dinero.
No obstante, para la organización del primer Coloquio
el Instituto sí tuvo apoyo. En la actualidad estamos
otra vez muy mal. Por aquél entonces podíamos
enviar recursos para pagar los pasajes. Pudimos traer varias
personas de América del Sur.
En 1970 se celebró la Conferencia de Expertos de
Artes Plásticas del Continente Americano (auspiciada
por la UNESCO) en la ciudad de Quito, Ecuador, para hacer
un libro: América y sus artes plásticas .
Fui invitado a esa reunión en la capital ecuatoriana
y conocí a muchísimos autores con quienes establecí relaciones.
Hasta la fecha existe el problema de que en América
Latina no se ha propiciado un intercambio de libros y otras
publicaciones. Nuestra única relación es con
Europa y Estados Unidos. Esto mismo ocurre en los países
de América Latina. Intentamos abrir la hendidura en
bien de nuestra biblioteca.
Apoyos para la organización de los coloquios
Actualmente no hay mucho dinero, pero la Universidad tiene
la ventaja de que sí cuenta con recursos, además
de otros apoyos y ayudas de instituciones como fundaciones
o la Organización de Estados Americanos (OEA). El
avión estuvo muy bien; el problema es que sólo
había investigadores estadounidenses, eso no puede
ser, está muy mal; ningún americano ni europeo.
El primer Coloquio
Hubo varias propuestas e ideas para el primer Coloquio,
según las preocupaciones de algunos investigadores.
Yo consideré que los temas que se planteaban eran
demasiado amplios. La preocupación mía era -y
lo sigue siendo- que los temas fueran sencillos. Además
un factor capital es que el Instituto tiene investigadores
de todas las áreas. Los temas de los coloquios deben
abarcarlas pues finalmente el Coloquio es una experiencia
básica para los especialistas de nuestro Instituto.
Los buenos o mejores temas se eligen colegiadamente y los
organiza un comité.
El primer Coloquio se realizó en Zacatecas con el
tema La dicotomía entre arte culto y arte popular. Esa
ciudad resultaba un poco lejana para realizar el Coloquio
pero finalmente la descubrimos accesible. En 1975 ya era
muy amigo del Instituto Federico Sescosse, quien ya había
entablado contacto con Francisco de la Maza. Sescosse era
una persona extraordinaria, formidable, que hizo muchísimo
para salvaguardar los tesoros y monumentos de la ciudad de
Zacatecas. Sescosse contaba con dinero y relaciones en el
Estado. Cuando le platiqué la intención de
organizar un coloquio, Sescosse propuso que se realizara
en Zacatecas. A mí me pareció un poco lejos
pero él insistió y finalmente se celebró el
Coloquio con el apoyo de Sescosse y del gobierno del estado.
Resultaba idóneo realizarlo en una ciudad extraordinaria
como Zacatecas: los investigadores estaban en el ambiente
propicio y entraban en contacto con sus plazas, edificios,
pinturas, instituciones de arte. El Coloquio se realizó en
la sacristía de las Iglesia de San Agustín,
recién restaurada por el propio Sescosse.
Calidad de las ponencias
Tenía otra preocupación capital. Las ponencias
de los investigadores fueron muy importantes. Para el Coloquio
se tenía pensado que las intervenciones fueran de,
en promedio, cuarenta y cinco minutos, de veinte cuartillas,
además de la presentación. Yo quería
que los trabajos fueran muy buenos. Las primeras ponencias
fueron voluminosas y profundizaron más sobre los temas.
Efectos de los coloquios
El Instituto de Investigaciones Estéticas publica
los resultados de los coloquios. Hasta la fecha han aparecido
numerosos temas. Actualmente sólo hay nueve títulos
a la venta de los veintinueve volúmenes publicados;
los demás están agotados.
Ahora participan muchos especialistas y analizan variados
aspectos de cada universo de estudio, aunque éste
se ha constreñido, se ha hecho cada vez más
concentrado. Antes la invitación era sobre todo a
los miembros del Instituto. Ahora ya no ocurre así.
Existe una comisión que decide y busca a las personas
idóneas. Pero al mismo tiempo se debe tener una relación
entre los historiadores del arte con otras disciplinas, con
la historia en general, con la filosofía. Siempre
se busca que acudan otras personas desde distintas áreas
del conocimiento. Se trata de una relación imprescindible
pero que debe experimentar una selección hacia los
especialistas. En el más reciente Coloquio no estuvo
presente el área de arte prehispánico y eso
no debe ser; el tema siempre debe incluir a los investigadores
de todas las áreas. No se trata de repetir las formas
de organización de 1975 pero, por ejemplo, deberían
publicarse los comentarios escritos, porque resulta muy fructífero.
Los investigadores más jóvenes podrían
fungir como comentaristas; aunque no presenten ponencias,
podrían ofrecer algunos de los comentarios a las mismas.
Lo que ahora me preocupa muchísimo es que sólo
acudan investigadores estadounidenses. O europeos. Obviamente
hay que corregir eso. Hay que buscar y hacer las invitaciones
claras a los historiadores e investigadores de las Américas.
La idea fundacional del Coloquio es ¿quiénes
somos y qué es América? Hay una extraordinaria
investigación en nuestro Continente y es importante
relacionarnos con los demás investigadores.
Dentro de mis recuerdos gratos y preferencias se hallan
ambos coloquios de Zacatecas (La dicotomía entre
arte culto y arte popular, 1975 ; Arte, historia
e identidad de América: visiones comparativas, 1993),
el de Oaxtepec (La dispersión del manierismo, 1976)
y el de Morelia ( El arte efímero en el mundo
hispánico, 1978).
(Para conocer y consultar cada uno de los títulos
de los veintinueve coloquios internacionales de historia
del arte del Instituto, haga clic en CIHA .)
|