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La herencia fotográfica de Tina Modotti y Edward Weston en la obra cinematográfica de Sergei Eisenstein

María de las Nieves Rodríguez y Méndez de Lozada*
gentileschies@hotmail.com

        El 5 de diciembre de 1930 arribó a México Sergei Eisenstein junto con sus colaboradores Gregory Alexandrov y Eduard Tisse. Trajeron consigo una maleta cargada de rollos de película, una cámara y la admiración por un país que debían filmar para hacer la apología de lo que era “La vida en México”. (1) Eisenstein llegó al país desde Hollywood, (2)  tras rescindir su contrato con la Paramount, con una idea inicial del proyecto. Después de un encuentro con Diego Rivera, (3) ofreció la realización del filme a Charles Chaplin quien lo remitió, a su vez, a Upton Sinclaire (fundador, junto con su esposa, de la Mexican Film Trust). Sinclaire patrocinó el viaje y el rodaje con cerca de veinticinco mil dólares que cubrirían la estancia en el país de tres a cuatro meses, aproximadamente.

 Fue Adolfo Best Maugard –reconocido artista plástico e intelectual mexicano de los años veinte– el encargado de introducir al cineasta ruso en el México mítico que estaba buscando. Con Best Maugard como guía, Eisenstein conoció no sólo la geografía del país sino que pudo entrar en contacto con algunos artistas locales de quienes obtuvo una guía maravillosa dentro de la creación iconográfica que utilizó para su película. Entre otros, se hallaban Diego Rivera (a quien ya conocía), Frida Kahlo, Pablo O’Higgins, Gabriel González Ledesma, Manuel y Lola Álvarez Bravo, Carlos Mérida y Agustín Jiménez, todos ellos artistas activos en ese momento. Principalmente, y junto a Adolfo Best Maugard, se encontraba Agustín Aragón Leyva (4) quien lo introduciría, de modo más directo, en el conocimiento de la historia y de las costumbres del México indígena. (5) Marie Seton, biógrafa del cineasta, apunta que la presencia de estos dos intelectuales se debió a la designación por parte del gobierno de México para que Eisenstein no tuviera relación con el Partido Comunista Mexicano, vinculación por la cual llegaron a encarcelarlo y de la que tuvo que ser liberado al no comprobársele cargo alguno.

Un dato importante –según Aurelio de los Reyes– fue que el 26 de noviembre de 1930 Eisenstein compró en la librería Hollywood Book Store, propiedad de su amigo Odo Stade, dos libros que resultarían fundamentales para entender el proceso de acercamiento del cineasta a la cultura mexicana: Tramping Through Mexico, Guatemala and Honduras de Harry A. Frank e Idols Behind Altars de Anita Brenner. Las relaciones entre el filme y la obra de Anita son claves para entender la recuperación de una tradición que venía de tiempo atrás. Cuando Anita aún se encontraba en la escritura del libro –bajo la comisión del Rector de la Universidad Nacional de México– encargó a Edward Weston y Tina Modotti la realización de una serie de fotografías que le servirían para ilustrarlo.
        Así, ambos fotógrafos emprendieron un viaje de casi cuatro meses por algunos estados de la República para tomar fotografías del arte popular, de los monumentos coloniales o de arte prehispánico; (6) en suma, de todo aquello que representara la “mexicanidad” en el año de 1925. (7) Lo que aquí postulo es que esa tradición que recupera Eisenstein por medio del libro de Anita Brenner no es de la autora en sentido propio, sino que ella y su obra, de algún modo, fungen como puente con la cultura mexicana. Lo importante fue la recuperación de la modernidad fotográfica traída a México por Weston, desarrollada ampliamente por Tina Modotti y puesta en movimiento por el cineasta soviético. Asimismo, esa culturalidad bohemia en la cual se desenvolvió el ruso estaba fuertemente impregnada del trabajo, principalmente, de los fotógrafos Manuel y Lola Álvarez Bravo, de Agustín Jiménez y de algunos artistas con quienes trabajó directamente como Diego Rivera, José Clemente Orozco y Adolfo Best Maugard, y con quienes Tina también realizó varios encargos particulares.

Eisenstein conocía las fotografías que Tina había publicado, entre los años 1928 y 1930, en la revista alemana Arbeiter Illustrierte Zeitung. Estas fotografías, de corte social, mostraron todavía a un México convulso por la lucha armada que reclamaba sus derechos sobre la tierra. Los temas principales fueron los motivos revolucionarios, los mismos que harían famosa a Tina a la postre. La revista Arbeiter reprodujo Niño con sombrero, Hoz y mazorca, Mujer con niño y el Retrato de Julio Antonio Mella, (8) comunista cubano exiliado en México y asesinado por el gobierno del General Machado. Asimismo, el cineastra observó la obra de Tina en Mexican Folkways –convertida en la fotógrafa predilecta de la publicación–, revista bilingüe editada tanto en México como en Estados Unidos por Frances Toor. Mexican Folkways se ocupaba de analizar las costumbres populares, la arqueología, las fiestas tradicionales y el folklore del pueblo mexicano. Eisenstein adquirió en Los Ángeles, California, una edición casi completa de la publicación. (9) Quizás fue en esa revista donde el cineasta encontró las bases iconográficas necesarias –junto al imaginario muralístico– para realizar su película,  puesto que en las fotografías aquí referidas se desarrolló ampliamente el conocimiento de la obra mural en México, la recuperación de las artesanías, el arte popular y los descubrimientos paulatinos del arte prehispánico. Ídolos tras los altares de Anita Brenner, por lo tanto, se convirtió en un antes y un después en el viaje a México de Eisenstein. El ejemplar que aún se conserva en su biblioteca está profusamente subrayado a tal punto que se ha considerado, a la postre, su guión cinematográfico al no haber trabajado en uno previo. (10)


        El filme se nos presenta como un mosaico que ofrece una lectura múltiple de la realidad mexicana. Como una historia global que no existe sin esas micro-historias encadenadas que dan a conocer las diversas caras que coexisten en ese “Edén […] ¡en algún lugar entre el golfo de México y Tehuantepec!”. (11) La forma de explicar la conjunción armónica de todos estos fragmentos que debía sintetizar la encontró Eisenstein en el sarape:

¿Usted sabe lo que es un “sarape”? Un sarape es la manta listada que lleva todo el indio mexicano, el charro mexicano, todos los mexicanos, en una palabra. Y el sarape podría ser el símbolo de México. Igualmente listadas y de violentos contrastes son las culturas de México, que marchan juntas y, al mismo tiempo, media un abismo de siglos entre ellas. Sería imposible urdir ningún argumento, ninguna historia completa a través de este sarape, sin que resultara falso o artificial. Y así tomamos, como motivo para la construcción de nuestro filme, esa proximidad independiente y contrastante de sus violentos colores: seis episodios que se suceden, diferentes en carácter, en genes, animales, árboles y flores. Y, sin  embargo, unidos entre sí por la unidad de la trama: una construcción rítmica y musical y un despliegue del espíritu y el carácter mexicanos. (12)
Esta cita es de vital importancia porque en ella Eisenstein estipula conceptos que trabajará en la creación de su filme. El primer concepto se refiere a la eternidad del indígena: el indio de ayer y el charro de hoy se unifican en el uso del sarape, los globaliza en el estereotipo del hombre mexicano que ha preservado en su cultura sus tradiciones y su modus vivendi, a través de una herencia que los ha mantenido en un estado catártico e inmutable a lo largo de los siglos. El segundo concepto fue la eternidad del México prehispánico en las prácticas artísticas de las primeras décadas del siglo XX: muralismo, arte popular, fotografía, etcétera. Gregory Alexandrov, asistente de Eisenstein en la película, cuenta que

Una característica de esta tierra nos tomó de sorpresa. Cien millas significó la diferencia entre épocas, separando el México precolombino de la época de la Conquista española, el México de las reglas feudales del México Moderno. Eisenstein sintió que este país no común, merecía un filme fuera de lo común. La historia trágica de este México podría ser contada sin actores o escenarios. (13)
Cuando en 1929 se publicó Ídolos tras los altares, ilustrado con fotografías de Weston y Modotti, el imaginario quedó asentado en una nueva visión de “lo mexicano” que retomaba la obra de los fotógrafos viajeros de finales del siglo XIX. Esta apología fue utilizada por distintos lenguajes artísticos que influyeron en el filme del cineasta ruso, como el ya citado muralismo o la arquitectura monumental mexica que Eisenstein pudo visitar y filmar para su  propia “obra de arte”. (14) El cineasta soviético reconocería que






De una u otra manera, el mismo gordo Diego, las fotografías de sus frescos [realizadas por Tina Modotti] y sus coloridos relatos sobre México, encendieron aún más mis ganas de ir allá y mirarlo todo con mis propios ojos. (15)

        En definitiva, el México que descubrió Eisenstein fue, como dice Tisse, un “México durmiendo. México esclavizado. México hirviendo y, finalmente, luchando. México revolucionario”. Un país de múltiples caras que pretendió unificar en un filme igualmente plural y místico.

* Tesista de la Maestría en Historia del Arte en la UNAM. Es becaria-investigadora en la Coordinación de Humanidades de la misma Institución. Ha escrito para Imágenes “Del cuerpo dinámico en la danza: fotografías de Armandina Monroy.”

1.
Life in Mexico fue el título que en un principio se le pensó asignar al filme de Eisensten, aunque luego sería difundida como ¡Que viva México!
2. Pasaron, entre otros lugares, por Berlín, Hamburgo, Bruselas, Londres, París, etcétera, con la intención de dictar conferencias para difundir un nuevo concepto cinematográfico que replanteara su uso a favor de un tipo de cine que sirviera de propaganda a los líderes comunistas. Dicho concepto estaría al servicio de la política donde la libertad artística de creación cinética sería anulada en aras de un ideal social del cine que ayudaría a construir en el mundo el régimen comunista.
3.
Diego Rivera –a quien Eisenstein conoció en Moscú en 1926– se encontraba en California para realizar el mural Alegoría de California que habría de llevar a cabo en la California School of Fine Arts. El proyecto habría de realizarse bajo el encargo de la propia institución a la que William Gerstle había donado ex profeso mil quinientos dólares para que el mural se llevara a cabo. Cfr. Bertrand D. Wolfe, Diego Rivera, his life and times, Alfred A. Knopf, New York, 1939.
4.
A la postre, Adolfo Best Maugard y Agustín Aragón Leyva serían reconocidos en la producción cinematográfica como los asistentes de dirección de la película.
5. Para más información véase Marie Seton, Sergei M. Eisenstein. Una biografìa, Fondo de Cultura Económica, México,1986.
6.
Para la realización de la labor fotográfica que implicó el encargo de Anita Brenner, Edward Weston y Tina Modotti viajaron, entre junio y agosto de 1926, a Jalisco, Michoacán, Puebla, Guanajuato, Querétaro y Oaxaca para captar aquellos elementos identitarios del México popular: la artesanía, el arte prehispánico, la arquitectura colonial o el paisaje. Cfr. Mexicana. Fotografía moderna en México. 1923-1940, Generalitat Valenciana, Valencia, 1998.
7.
Hay que tener en cuenta que el libro de Anita Brenner no se publicó sino hasta 1929.
8.
Cfr. Aurelio de los Reyes, “El nacimiento de ¡Que Viva México!”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 78, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2001, pp. 149-173.
9.
Cabe recordar que Mexican Folkways se publicó entre 1925 y 1937.
10.
Por lo mismo podemos encontrar amplias analogías entre el capitulado del texto y el guión cinematográfico. Cfr. Aurelio de los Reyes, op. cit.
11.
Eisenstein, “Encuentro con México”, en Yo, Memorias inmorales, Siglo XXI Editores, México, 1988, p. 379.
12.
Sergei M. Eisenstein, “Primer bosquejo de ¡Que Viva México!”, en El sentido del cine, Siglo XXI Editores, México, 1986, p. 189.
13.
Este testimonio de Gregory Alexandrov en la versión cinematográfica realizada por la Mosfilm, casi cincuenta años después de que se rodara la película, advierte que todas esas facetas quedarían atrapadas, como si de un sarape se tratase, en un todo armónico, ideal y perfecto que combinaría la visión de ese México periférico y “virgen” con la representación de lo verdadero en una gran pintura mural en movimiento.
14.
Marie Seton, op. cit., p. 218.
15.
Sergei M. Eisenstein, Yo, Memorias inmorales, p. 378.

Inserción en Imágenes: 27.04.07.
Foto de portal: Sergei Eisenstein.



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO