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rastros

Una historia documentada:  a propósito del Archivo Olivier Debroise
(1)

Eloísa Hernández Viramontes*
aloyssia@yahoo.com



No conocí personalmente a Olivier Debroise. Ha sido la revisión de su acervo lo que me llevó a conocer una parte de su personalidad. Sus textos, fotografías, correspondencia, libros y proyectos, fragmento a fragmento, han construido para mí una de sus tantas historias.
           El Archivo Olivier Debroise abre las puertas a un mundo complejo. Es un paisaje extenso en donde convergen diferentes espacios y temporalidades. En él, la historia del arte mexicano es minuciosamente investigada y configurada en el pensamiento de un extranjero que voluntariamente decidió permanecer en el país por más de treinta años, convirtiéndose en una importante presencia de la cultura mexicana. En su archivo se vislumbra esta historia nuestra que él decidió hacer suya.
           Entre todo tipo de material documental –manuscritos, fotocopias, cuadernos, hemerografía, fotografías, videos– se conforma parcialmente la historia de México, tal cual mostrara la suya el cineasta ruso Sergei Eisenstein en su película ¡Qué viva México! (abarcando diferentes épocas a lo largo del territorio mexicano). De igual modo, el archivo de Olivier es un periplo histórico: el periodo precolombino –las culturas azteca, olmeca y maya principalmente–, sus lenguas, su arquitectura, los palacios de dioses, sus tradiciones; el periodo colonial con los relatos de conquista y la edificación de la Nueva España. Si continuamos este recorrido descubrimos que, tras un salto cronológico, aparece el siglo XIX bajo la mirada de los viajeros extranjeros que capturaron imágenes de un México exótico, fotógrafos que registraron un territorio casi inexplorado con sus pirámides y zonas arqueológicas; también delatan cómo el progreso dejaba verse en las ciudades.
           El material resguardado nos lleva finalmente al siglo XX con todo su resplandor artístico. La primera mitad del siglo pasado en México no sólo se ve representada mediante la documentación de los “tres grandes”. Aparece la investigación en torno de la estancia de Diego Rivera en París para la realización del libro Diego de Montparnasse, o la llevada a cabo para la exposición Retrato de una década, David Alfaro Siqueiros, 1930-1940,presentada en el Museo Nacional de Arte (Munal) en 1996 y en Santa Bárbara, California, Houston y la Whitechapel Art Gallery, en Londres, en 1997. El acervo también revela su interés hacia un gran número de artistas de la época, otros “pequeños grandes maestros”, como Alfonso Michel, Adolfo Best Maugard, María Izquierdo, Agustín Lazo, Ángel Zárraga, Julio Castellanos, Antonio Ruiz, El Corcito, entre otros. Sobre algunos escribió Debroise en Figuras en el trópico, plástica mexicana, 1920-1940, libro publicado en 1983.


           Los artistas estudiados por Olivier habitan su archivo. Componen una extensa lista que va desde la modernidad hasta la época contemporánea, desde la A de Abraham Ángel hasta la Z de Alfredo Zalce; desde la A de Carlos Amorales hasta la V de Miguel Ventura. En medio se halla una infinidad de reconocidos y no tan conocidos pintores y fotógrafos. También están algunos artistas visuales de la actualidad.
           El archivo de Olivier –reflejo de su profesión polifacética– se puede ver como un “montaje de atracciones”, estrategia a la que Eisenstein recurría constantemente en sus largometrajes. Esto se debe a que se presenta como un collage que propicia su acercamiento multidisciplinario al campo artístico: desde la literatura, lo que se ve en su incursión en la crítica, la historiografía y la ficción en sus libros; las artes escénicas, con sus propuestas teatrales como El último ángel y Tu propiedad privada no es la mía; la cinematografía, principalmente con Un banquete en Tetlapayac, hasta el manejo profesional de la curaduría: exposiciones de 1991, Modernidad y modernización en el arte mexicano, 1920-1960,realizada en el Munal, y Corazón sangrante, presentada en el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston;(2) Francis Alÿs: Historia de un desengaño, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), 2006, y La era de la discrepancia, de 2007.(3) Este archivo se convierte en un montaje de variados lenguajes que conviven en un mismo espacio.

           En esta historia narrada por su archivo, pareciera que Olivier personifica a aquellos fotógrafos (como Claude Désiré Charnay y Teobert Maler) que estudió y sobre los cuales escribió en Fuga mexicana, un recorrido por la fotografía en México,(4) fotógrafos que en el siglo XIX venían de Estados Unidos y Europa para registrar las grandes culturas precolombinas; captaban esas grandiosas arquitecturas entre una vegetación variada. Olivier se convierte en este excursionista insaciable –que hace recordar los textos de su viaje a la Sierra Madre en 1974 para conocer la cultura Huichola–, ávido de explorar otras culturas y otros tiempos. Transitó durante horas por muchas carreteras para realizar la investigación que le permitió reestructurar el contexto que dio vida a los personajes de su Crónica de las destrucciones.(5) Visitó zonas arqueológicas, observó y estudió cientos de pinturas, relieves, esculturas, y elaboró sus propias visiones de las obras prehispánicas. También analizó iglesias, monasterios, retablos y murales datados en la época colonial. Cientos de fotografías de cada detalle observado en estos viajes al pasado permanecen resguardadas en el archivo, y confirman la gran inquietud por abarcar toda la información posible a fin de recrear el contexto y la atmósfera precisa para la construcción de sus relatos.
           Una parte de las investigaciones que habitan el archivo de Olivier también cruzó las fronteras mexicanas y abarcó temáticas vinculadas a algunos de los lugares en donde él vivió antes de llegar a nuestro país: Francia y Polonia, principalmente: Diego de Montparnasse(6) y Traidor, ¿y tú?(7) Durante estos viajes fue recopilando documentos, fotografías, souvenirs históricos y fragmentos de archivos ajenos que hizo suyos, nutriendo su propio acervo para deconstruir historias, a veces apegadas a la realidad y a veces ficticias. En estos fragmentos de archivos se perciben la inquietud y dedicación con que Olivier ahondaba en sus investigaciones, imprimiendo ocasionalmente rastros autobiográficos.


           Debroise trabajaría asiduamente en el tema de Diego Rivera al comenzar su carrera: su  documentación en torno a este pintor forma parte primordial del archivo. Su investigación para Diego de Montparnasse se basó precisamente en los años en que el pintor vivió en París, cuando se vinculó a los artistas de vanguardia de esa “capital del arte” como Picasso y Modigliani; allí  el mexicano desarrollaría las formas para realizar su cubismo. En dicha etapa, Rivera y Debroise compartirían un mismo lugar: Francia. Olivier realiza una estancia en París en 1975 y una búsqueda documental que lo acerca al Rivera de las dos primeras décadas del siglo XX. Lo buscó entre archivos, intentando revivir el contexto a través de la correspondencia y mediante otros textos encontrados; percibió a Rivera en las calles, en los cafés frecuentados, y por medio de las fotografías que él mismo capturó de la fachada de La Ruche, residencia para artistas en donde Rivera vivió.
           Algunas de las investigaciones de Olivier evidencian la necesidad del desplazamiento para alcanzar la documentación adecuada. Este ir y venir –el cual se convirtió también en un cierto modus vivendi en su infancia y juventud debido al trabajo de su padre– constituye un factor muy importante en su manera de investigar, lo cual es evidente no sólo por su visita frecuente a archivos ubicados fuera del país –como en el caso de una de sus últimas investigaciones en The Getty Research Library sobre arte conceptual, cientismo y arte y tecnología–, sino también porque se ubica en el lugar de los hechos. Se trata de una especie de retorno al origen que conlleva la idea de que el espacio constituye el detonador de la imaginación, la recreación y, sobre todo, el testigo de las historias que se cuentan.
           Dentro del acervo recopilado para sus múltiples estudios, se encuentra una gran cantidad de material documental y audiovisual relacionado con Sergei Eisenstein, quien se convirtió en una figura primordial en sus investigaciones: siguió paso a paso su trayectoria y su estancia en el país, en donde el cineasta ruso comenzó a filmar en 1931 ¡Qué viva México!, película que dejó inconclusa. El largometraje Un banquete en Tetlapayac,(8) Olivier lo filmó en el mismo lugar en donde el propio Eisenstein lo hiciera. Propició una regresión del tiempo e intentó dilucidar las connotaciones de aquella hacienda en Hidalgo, lugar que vio pasar a personajes del ámbito cultural mexicano y que fue también escenario de un crimen. La hacienda por momentos se erige en personaje.
           Al parecer la sed de viajar de Olivier lo llevó voluntariamente a acercarse a diversos artistas que, como él, llegaron de Europa o de otras partes de América Latina para pasar un tiempo o radicar de manera definitiva en la Ciudad de México. Diversos documentos del archivo revelan la importancia que para Olivier tuvo el estudio del “turismo intelectual” que se llevó a cabo en México durante la primera mitad del siglo XX. De entre los personajes que habitan en miles de fotocopias sobresalen los nombres del propio Eisenstein, Tina Modotti, Edward Weston, Frances Toor, Joseph Freeman, Ione Robinson, Walter Pach, Katherine Anne Porter, Anita Brenner, entre otros, cuyas historias registradas principalmente en cientos de cartas provenientes de otros archivos –en ocasiones localizados en el extranjero– hacen posible la recreación amplia y certera del ámbito cultural mexicano y el contexto político-intelectual de toda una época.
           La recopilación de documentos sobre estos personajes se llevó a cabo primordialmente para dar seguimiento al director ruso. Lo mismo en el caso de las fotografías y las versiones cinematográficas realizadas con las imágenes del filme inconcluso: Thunder over Mexico (1933) de Sol Lesser y Time in the Sun (1939-1940) de Mary Seton. Asimismo, los dibujos eróticos de Eisenstein permitieron que Debroise profundizara en este personaje. Con este tema precisamente participó en el XXIII Coloquio Internacional de Historia del Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas en 1999.

Esta noción de abroad es importante al considerar la obra de Debroise, ya que, en lo que respecta al arte contemporáneo, puede apreciarse un interés similar alrededor de este “turismo intelectual”. En el archivo de Olivier se encuentran algunos documentos que atestiguan la conformación de la asociación que dio cabida a nuevas propuestas artísticas en la década de 1990: Curare, Espacio Crítico para las Artes, de la cual fue fundador y director de 1991 a 1997. En este tiempo, Olivier tuvo un acercamiento a la producción de este “underground mexicano multinacional”(9) –como él mismo lo denomina en el catálogo de la Era de la discrepancia–. Su trabajo lo llevó a aproximarse a artistas contemporáneos provenientes del extranjero, como Melanie Smith, Francisco Elso, Francis Alÿs y Thomas Glassford, de los cuales existen catálogos y diversos textos en el archivo. De igual modo, esta preocupación por el fenómeno reciente de la globalización en los años noventa, propició la organización de diversas exposiciones en el extranjero y de algunas en las cuales se yuxtaponían obras de distinta procedencia, como es el caso de 3Angular de 1995, en donde, dentro de las actividades de Curare, expusieron artistas de México, Guatemala y Estocolmo. Se trató de una muestra itinerante por los tres países.(10) Años más tarde conformaría un equipo con otros curadores en la versión de inSite de 1997, acontecimiento de arte público en donde se concentraron obras de artistas de diversas nacionalidades.(11)
           El tema del viaje como tal también aparece en el archivo de Olivier. Un texto, entre miles, se preserva solitario en uno de sus muchos cuadernos de trabajo. Con tinta azul Debroise escribe sobre la acción literal de viajar; sobre ese momento en que uno sube al avión y se encuentra solo, en un lugar neutro, en un no-lugar, en donde el único espectador es uno mismo. El ensayo termina con la siguiente reflexión: “viajar es el grado cero de la soledad”.(12)
           Es así como el archivo de Olivier no sólo refleja su afán por la investigación y su dedicación a ella, la obsesión por recuperar fragmentos dispersos de la historia para conformar sus propias historias a partir de los diversos documentos recopilados. El archivo muestra asimismo su intensa y constante pasión por la escritura, lo que se constata de modo evidente en las decenas de cuadernos marca Clairefontaine o Scribe fechados principalmente entre los años setenta y los noventa. Cuadernos con pasta dura, con argollas, de forma francesa, hojas rayadas y cuadriculadas; hojas blancas en la espera de ser habitadas por tantos personajes y cientos de ideas. Los cuadernos de Olivier, escritos con grafito y tintas de diversos colores, mezcla de francés y español, contienen una visión compleja que abarcó temáticas similares y disímiles simultáneamente: en una página hallamos datos transcritos de Diego Rivera, y a la vuelta el borrador de alguna novela; un ensayo sobre fotografía y más adelante un breve texto sobre la obra de Jackson Pollock.
           En contraposición a la dinámica del viaje –que corresponde a una vertiente de sus investigaciones– se encuentra la situación estática que requiere la escritura. Alguna vez, hacia 1982, Olivier apuntaba que el “escribir se propone como un pasatiempo –casi– solitario”, y afirmaba en otro texto que “si quieres vivir, no puedes escribir”.(13) Por consiguiente, el archivo se presenta como un testigo permanente de esta dialéctica entre estática y movilidad.
           El archivo consta de casi diez mil documentos. Cada uno conforma un relato del trabajo que Olivier realizara a lo largo de treinta años. En el acervo no sólo se resguarda aquello palpable, sino también quedan documentados los procesos y las reflexiones de un hombre que se interesó por el medio cultural mexicano y que lo impulsó desde diferentes perspectivas. Cada documento, cada recorte, revista, fotografía, libro y video, se mantiene como un recuerdo, como la memoria tangible capaz de narrar una de las muchas historias de Olivier.
           Entre junio y octubre de 2011 el Museo Universitario Arte Contemporáneo presentó Visita al archivo Olivier Debroise: entre la ficción y el documento, exposición curada por Mónica Mayer a partir de una selección de documentos del Fondo Olivier Debroise.




* En la actualidad prepara su tesis de maestría en Arte Moderno y Contemporáneo del Centro de Cultura Casa Lamm. Es responsable del Fondo Olivier Debroise de Arkheia, Centro de Documentación, Investigación e Información, Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), UNAM.

1. El Fondo Olivier Debroise se encuentra en Arkheia, Centro de Documentación, Investigación e Información del Museo Universitario Arte Contemporáneo de la UNAM.
2. Co-curaduría con Elisabeth Sussman y Matthew Teitelbaum.
3. Curada junto con Pilar García, Cuauhtémoc Medina y Álvaro Vázquez.
4. Publicado en 1994 por CONACULTA, como parte de la serie Cultura Contemporánea de México; en 1998, también por CONACULTA, colección Lecturas Mexicanas, Cuarta Serie; en 2001, en una traducción al inglés revisada con la colaboración de Stella de Sá Rego y publicada por University of Texas Press/Fideicomiso para la Cultura México/USA, y en 2005, en una edición de Gustavo Gili, Barcelona, España.
5. Publicada por Editorial Era en 1998.
6. Publicado en México en 1979 por el Fondo de Cultura Económica.
7. El palacio satisfacía múltiples funciones: centro de gobierno y administración, santuario, lugar para el almacenamiento de los cereales. A la caída de Micenas, su cultura se expande a las ciudades costeras del Asia Menor.
8. La investigación y el desarrollo de Un banquete en Tetlapayac fueron apoyados por el John Simon Guggenheim Memorial Foundation Fellowship Program. El film de Olivier Debroise se proyectó en festivales de cine internacional: National Multicultural Festival Canberra, en 2001; Flanders International Film Festival, Ghent, Bélgica, 2000; London Film Festival, 2000; Kültur Büro Barcelona, 2005; International Film Festival Rotterdam, 2000, entre otros.
9. Olivier Debroise, “Puertos de entrada: el arte mexicano se globaliza 1987-1992”, en La era de la discrepancia, arte y cultura visual en México 1968-1997, México, UNAM, 2006, p. 328.
10. Co-curaduría con Jan Åman. Los países participantes fueron Guatemala, México y Suecia.
11.Los curadores fueron Olivier Debroise, Sally Yard, Jessica Bradley e Ivo Mesquita. Una copia del Archivo inSite se encuentra resguardada en Arkheia, el centro de documentación del MUAC, UNAM.
12. Olivier Debroise, Cuadernos de trabajo, ca. 2003.
13. Olivier Debroise, Cuadernos de trabajo, 1982-1986.


Inserción en Imágenes: 27.10.11
Imagen de portal: Fondo Olivier Debroise, Centro de Documentación Arkheia, MUAC, UNAM.
Fotos: Fondo Olivier Debroise, Centro de Documentación Arkheia, MUAC, UNAM.
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