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rastros

Un reencuentro con el pasado en el Museo Arqueológico Tlallan

Verónica Hernández Díaz
veronicahd@gmail.com

Cerca de la ciudad de Guadalajara, en los alrededores del volcán de Tequila, se encuentra el municipio de Tala, que en la actualidad destaca por su extendida industria azucarera. Además de ésta, otro punto de interés notable de la región es el Museo Arqueológico Tlallan. Este espacio se caracteriza por ser un ejemplo del esfuerzo colectivo por conservar el patrimonio antiguo del lugar.
            Durante largo tiempo, los habitantes de Tala han convivido de manera cotidiana con objetos diversos y restos arquitectónicos de la época prehispánica. Los materiales más importantes y sobresalientes corresponden a la llamada cultura de tumbas de tiro, cuyo periodo se extiende, aproximadamente, desde el año 300 a.C. hasta el 600 de nuestra era. Como su nombre lo indica, se trata de una cultura conocida por sus rasgos funerarios, en especial la cerámica; por su parte, las evidencias encontradas en torno a los “vivos” han sido identificadas con el nombre de “tradición Teuchitlán”.
            Dentro de la región Occidente de México, la cultura de tumbas de tiro es la más representativa del pasado antiguo. En el panorama mesoamericano resalta con fuerza por su originalidad, en especial por sus artes: la maestría en la cerámica con forma de esculturas naturalistas y de vasijas; la arquitectura funeraria subterránea de las tumbas de tiro (las cuales están cavadas en el tepetate, una capa del subsuelo de consistencia pétrea); y en el plano de la superficie, por los complejos de edificios de planta circular y concéntrica. La extensión geográfica de estas tumbas abarca los actuales estados de Nayarit, Jalisco, Colima y algunas partes colindantes con Zacatecas y Michoacán.
            En el área central de Jalisco, Tala fue el asentamiento principal de este pueblo milenario; así lo demuestra, entre otros testimonios, la presencia masiva de las expresiones artísticas mencionadas. Como parte de sus aportaciones se hallan el estilo cerámico Tala-Tonalá y la tumba de tiro más profunda registrada hasta ahora: en esta impresionante construcción localizada en Cerro de los Monos, el pozo o tiro vertical que conduce a las cámaras mortuorias se sumerge veintidós metros.
            El vínculo cotidiano de los pobladores de Tala con los vestigios del pasado involucra el saqueo. Desgraciadamente, las investigaciones académicas sobre el tema no han alcanzado la difusión suficiente. Los proyectos de investigación para estudiar la región, los asentamientos y la cultura del lugar también son escasos. Además, no obstante la singularidad de dicha cultura en el contexto de Mesoamérica, prevalece un insuficiente interés institucional, gubernamental y civil por apoyar su investigación y promover la protección y conservación del patrimonio.
            En este sentido, el contacto con las obras de la antigüedad en la región no sólo se debe a que el hallazgo fortuito de las piezas ha sido muy frecuente desde antaño, ya sea durante las labores agrícolas, constructivas o la erección de instalaciones de tipo público. Por lo menos desde finales del siglo XIX, la extracción intencional de los objetos al excavar las tumbas de tiro y los montículos constituye un oficio con fines comerciales, el cual, hasta la fecha, continúa practicándose de manera intensa y recurrente, dada la innumerable cantidad de vestigios arqueológicos.
            El saqueo arqueológico no es exclusivo de Tala, mucho menos el desconocimiento de las culturas antiguas, situaciones ambas que distinguen a la región Occidente de México. En toda el área, el pasado indígena precolombino se halla prácticamente inadvertido para el grueso de la población y las nociones acerca de las raíces históricas surgieron en tiempos más recientes. El fenómeno es complejo: además de su originalidad cultural en el transcurso del periodo prehispánico, se pueden mencionar como causas del deterioro la devastadora guerra de conquista que allí ocurrió, el exterminio masivo de la población indígena y la escasez de fuentes coloniales que registren los hechos del pasado. En ese contexto puede considerarse como extraordinaria la creación, en 1999, del Museo Arqueológico Tlallan, en la ciudad de Tala.

Este museo constituye una muestra notable de valoración local de la herencia prehispánica. Se ubica en un espacio adaptado en la Casa de Cultura de la población; cuenta con cuatro salas, más dos de próxima apertura. En este ámbito didáctico se aprecian piezas que, como se ha mencionado, en la región suelen concebirse como mercancías, como objetos de venta, sin un claro referente histórico. La mayoría son esculturas y vasijas de barro que pertenecen a la cultura de las tumbas de tiro y fueron ofrendadas a los muertos; poseen un valor histórico y cultural notable dado su origen, ya que son obras localizadas en el área de Tala. En el caso de los objetos del mismo estilo que vemos en otros museos, como el Nacional de Antropología y el Regional de Guadalajara, casi la totalidad de las obras proviene de colecciones decomisadas o donadas, no de excavaciones arqueológicas; por esta razón se ignora el área de procedencia de las obras.
            Las piezas del Museo Tlallan provienen de la colección del profesor José Guadalupe Romero quien, a lo largo de veinte años, procuró hacerse de objetos que no interesaban a los saqueadores y, por tanto, a los grandes coleccionistas. Así, la mayoría de las obras son de formato pequeño y están incompletas o con restos de pigmentos. Por sus peculiares características, el conjunto resulta atractivo pues amplía el panorama conocido de la producción artística de la cultura de tumbas de tiro, hasta ahora principalmente definida a partir del gusto de los grandes compradores –nacionales y extranjeros–, quienes se inclinan sólo por las esculturas de mayores dimensiones. 

            Para algunas personas el acervo del museo podría resultar modesto; sin embargo, resguarda piezas únicas y obras de arte enraizadas en su comunidad. En la cerámica pueden observarse ejemplos de los estilos jaliscienses Ameca-Etzatlán y Tala-Tonalá. Al primero lo distingue su pasta gris, pintada con rojo y negro sobre crema; al segundo, su pasta oscura con detalles en blanco sobre rojo. Los estilos de estas esculturas son figuras humanas y de animales, huecas y sólidas. Son piezas modeladas y aun cuando sus rasgos se repiten, cada una resulta única. Mujeres y hombres se encuentran desnudos o con vestuario escaso. En la escultura prehispánica de la región mostrar el cuerpo humano fue un tema central de la expresión plástica. También se distinguen ademanes, posturas y actividades masculinas y femeninas, y comparten algunos elementos como tocados y ornamentos (figuras 1).

Independientemente de sus reducidas dimensiones, se percibe cierta monumentalidad en su concepción: existen volúmenes masivos, de color intenso, sólidamente asentados en la superficie, a la vez que proyectado en el espacio. En otras esculturas se advierten intenciones caricaturescas: las proporciones anatómicas están descuidadas en extremo y algunos rasgos fueron exagerados y enfatizan la vivacidad de las figuras.

            Entre los animales predominan los perros. De manera singular los artistas captaron su expresión. Así, se reconoce uno de ellos que encoge sus patas hacia el cuerpo y lame su piel.
            Asimismo, las vasijas muestran una prodigiosa calidad en el modelado, pulimento y trazo de las líneas y formas pintadas. Sobresalen los cajetes (vasijas hondas y gruesas, vidriada sólo en el interior) y los cuencos con imágenes en la superficie exterior y en algunos casos en el interior. Las interpreto a la manera de cosmogramas, esto es, representaciones gráficas del universo tal y como lo concebía esta sociedad. La composición básica divide el espacio en cuatro secciones, a la manera de una equis; en otras, se delimita la zona central. El diseño figura los cuatro rumbos cardinales más un centro, contenido dentro de un orden-espacio circular, claramente indicado por el contorno de la vasija. En composiciones más elaboradas, los apéndices adquieren dinamismo, las líneas indican movimiento hacia el centro y a un lado, creando la apariencia de un movimiento continuo.

Lo anteriormente descrito es una muestra del acervo del Museo Tlallan; son imágenes que apresuradamente se han juzgado seculares pero que poseen un profundo carácter sagrado intrínseco a su función funeraria y a la cosmovisión del pueblo portador de la cultura de las tumbas de tiro. A través de ellas la vida y la muerte se perciben íntimamente ligadas: como ofrenda a los difuntos se plasmaron las concepciones artísticas del universo y del ser humano vivo y su entorno natural.
            El acervo también cuenta con abundantes objetos de concha y obsidiana, así como de periodos posteriores al de las tumbas de tiro, tales como esculturas del estilo Cerro de García y vasijas pintadas al seudocloisonné (técnica de esmaltado), posteriores al año 600 de nuestra era. En tanto, poco a poco se han incorporado algunas piezas donadas por los habitantes de la localidad.

Conviene resaltar que desde su inauguración, el Museo Tlallan recibe una gran cantidad de visitantes de la región y fuera de ella. Son constantes los recorridos que realizan los niños y jóvenes de las escuelas de la zona. Sin duda, para los pobladores de Tala las obras adquieren un valor distinto al verlas situadas en vitrinas que las protegen. Han convivido con ellas a lo largo de tiempo y lo usual es que se encuentren en espacios domésticos, propios o de conocidos, como parte del mobiliario. En cambio, en el ámbito museográfico se les exhibe como arte antiguo, se informa sobre la cultura que les dio origen y se hace evidente que forman parte de las raíces históricas de Tala.
            El museo se encuentra bajo el auspicio de la Fundación Tlallan, A.C. y del Ayuntamiento del municipio; fue constituido con el apoyo de este último y de la Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco, a través de la Dirección de Patrimonio Cultural.

Inserción en Imágenes: 26.01.07.
Foto de portal: figura masculina estilo Ameca-Etzatlán. Altura 17.1 cm. Museo Arqueológico Tlallan. Foto: Verónica Hernández, 2003.

 



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO