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rastros

Organizado por la UNAM, la Sociedad Defensora del Tesoro Artístico de México, el INAH, CONACULTA y la Comisión de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México, se llevó a cabo un homenaje en memoria de la vida y obra de Manuel González Galván, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, fallecido en diciembre de 2004.
A continuación damos a conocer las intervenciones de algunos de los participantes del evento.



Manuel González Galván In Memoriam

Martha Fernández
Instituto de Investigaciones Estéticas
Universidad Nacional Autónoma de México 

Al arquitecto Manuel González Galván lo conocí primero por su obra, pues su lectura era obligada para quienes comenzábamos a acercarnos al estudio del Arte Virreinal, fuera por gusto, o simplemente para cubrir el necesario requisito de concluir los créditos de la Licenciatura en Historia. Creo que fueron las “Modalidades del barroco mexicano”, que publicó en los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas(1), el primer texto que leí de su autoría. Recuerdo que, como todo estudio novedoso, causó cierta polémica entre los especialistas; la cual, por cierto, fue la que me invitó a leerlo, aunque por entonces no tenía idea de que finalmente terminaría dedicándome al estudio de la arquitectura virreinal; por lo mismo, puedo decir que ese texto me resultó altamente clarificador acerca del desarrollo de la arquitectura virreinal, tanto que ahora recomiendo a mis estudiantes leer su versión ampliada: la “Génesis del barroco y su desarrollo formal en México” que el arquitecto publicó en la Historia del Arte Mexicano.(2)

Después vino la lectura de “El espacio en la arquitectura religiosa virreinal de México”(3), que escribió como respuesta a quienes negaban el carácter “barroco” del espacio en la arquitectura novohispana. O, en otras palabras, para explicar las particulares características espaciales de una manifestación arquitectónica que no tuvo necesidad de “copiar” los espacios europeos, sencillamente porque ni eran de su interés, ni lo necesitaba.

Al leer esos estudios y otros más, tuve de inmediato la sensación de que el autor era, sin duda un erudito, por lo que cuando tuve oportunidad de conocerlo personalmente en los pasillos del sexto piso de la Torre I de Humanidades, donde se encontraba la sede del Instituto de Investigaciones Estéticas, su voz sonora y su porte de caballero, me impresionaron mucho; pero mayor fue mi sorpresa al darme cuenta de que era un hombre no solamente amable, sino principalmente muy cálido y muy generoso.

De esas y otras cualidades que lo asistían, como su simpatía y su innegable sentido del humor, tuve muchas muestras a lo largo de los veinticinco años que convivimos en el Instituto, especialmente a partir de que decidí dedicarme al estudio de la arquitectura virreinal; podría, por tanto, contar muchas anécdotas de momentos agradables o francamente divertidos, pero prefiero recordar el viaje que tuve oportunidad de hacer con él hasta su muy amada ciudad de Morelia. Yo tenía que dictar una conferencia en el Museo de Arte Virreinal de aquella hermosa ciudad y él iría a visitar a su familia y también sus monumentos. Lo mejor del viaje fue la visita que realizamos por la ciudad. Fue un privilegio recorrer con él la Catedral y conocer de él mismo sus reflexiones acerca del “barroco tablerado”; una de las modalidades que había identificado en la arquitectura novohispana y que consiste, según sus propias palabras, en el uso de pilastras cuyo fuste “sugiere por sí solo un tablero que sirve de fondo a otros elementos ornamentales y en el que pueden grabarse acanalamientos o sobreponerse otros tableros de diverso diseño, siempre en plan bidimensional.”(4) Por supuesto, para el arquitecto González Galván, la obra que mejor expresa esa modalidad es precisamente la Catedral de Morelia, pero también podríamos añadir otros ejemplos como el convento de las Rosas, en la misma ciudad.

Visitamos también lo que fuera el claustro de La Compañía, hoy Palacio Clavijero. La típica arquitectura jesuita, cuyo primer nivel está constituido por arcos soportados por pilastras, en este caso tableradas; mientras que el segundo se abre por medio de ventanas que lucen elegantes guardamalletas. Al centro del patio se levanta una fuente construida por el arquitecto González Galván.

De paseo por Morelia, formuló una hipótesis acerca de los vanos asimétricos de algunos edificios virreinales: “quizás, me dijo, tal vez se traten de notas musicales en un pentagrama imaginario”; no pudo saberlo ya, pero su hipótesis al parecer ha podido ser comprobada en la Casa Gavito de la ciudad de Puebla(5). Ésa era otra de las facetas fundamentales en las investigaciones del arquitecto González Galván: la iconografía que no se concretaba a la identificación de los santos y la relación de su vida y milagros, sino que iba de la iconografía a la iconogesis(6), y de los retablos y portadas a los espacios arquitectónicos. “Cura sin púlpito”, se decía él mismo y ese gran conocimiento que tenía de la iconografía, sustentada tanto en las Sagradas Escrituras, como en los tratados de teología y de arquitectura, facilitó las restauraciones e incluso reconstrucciones de muchas obras virreinales. En su trabajo como arquitecto restaurador, Manuel González Galván no buscaba solamente la armonía de los edificios y del entorno urbano en el que se encontraban, también trataba de que esos edificios y que ese entorno urbano, transmitieran los mensajes simbólicos que quisieron transmitir sus constructores originales, por lo que consideró conveniente que el lenguaje formal utilizado en su rescate, fuera también el mismo. Es el caso, por ejemplo, de la ya citada fuente de la Compañía de Morelia, su forma octogonal, repetida en muchos elementos de los edificios virreinales desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, es símbolo de la resurrección y, a partir de la época medieval, también del Templo de Salomón. Igualmente, se puede mencionar el retablo de la parroquia de Cuautitlán, que también diseñó el arquitecto González Galván y cuyas características responden a los estudios que había publicado sobre importantes elementos iconográficos del arte virreinal, como aquel de “El oro en el barroco”(7), que también simboliza, entre otras cosas, el Templo de Jerusalén.

Después recorrer las calles y algunos de los monumentos más importantes de la ciudad de Morelia, fuimos con las monjas carmelitas, para ver las piezas que él mismo había donado para el museo del convento, entre las que se destaca una pieza singular por su iconografía: un San Sebastián, pero no ya flechado, sino degollado. En el cubo de la escalera, las religiosas exhibían un gran cuadro del siglo XVIII con la imagen apocalíptica de la Virgen del Carmen, cuyo estudio estaba realizando el arquitecto González Galván, con base no sólo en el análisis de la pintura, sino también en un cuaderno virreinal, que las propias monjas le facilitaron, titulado: Novísima y singularísima imagen santísima del Carmen, donde se explica el complejo programa iconográfico de la obra.

Uno de los recorridos de la visita a la ciudad que más disfruté fue la exposición del Centro Cultural Universitario: pinturas y esculturas realizadas por el arquitecto González Galván con un profundo sentido simbólico, pero no sólo ya del investigador erudito que conoce el significado de cada elemento que se incluye en una obra, sino de un hombre profundamente religioso, para quien todo lo que se vive y se sueña es un signo que nos conduce finalmente a Dios.

Estaré siempre agradecida con el arquitecto Manuel González Galván por aquella hermosa visita en la que se resume su generosidad, su calidez, su simpatía, sus profundos conocimientos del arte virreinal de México y de América, y de su ardua lucha por conservar nuestro patrimonio cultural. Pronto volveré a Morelia a dictar otra conferencia en el Museo de Arte Virreinal, donde podré recordar aquella extraordinaria visita en su compañía, con nostalgia -sin duda- pero también con la convicción de que ahora nos corresponde a nosotros velar por la conservación de esa ciudad que él tanto quiso y de todo el tesoro artístico que todavía podemos presumir en nuestro país.


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1. Manuel González Galván: “Modalidades del barroco mexicano” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 30 (México: 1961).
2. anuel González Galván: “Génesis del barroco y su desarrollo formal en México” en Historia del arte mexicano, t. V, México, Secretaría de Educación Pública, Instituto Nacional de Bellas Artes, Salvat Editores, 1982.
3. anuel González Galván: “El espacio en la arquitectura religiosa virreinal de México” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 35 (México, 1966).
4. Manuel González Galván: “Génesis del barroco y su desarrollo formal en México”, p. 14.
5. Información de Juan Carlos Maceda Gómez en un trabajo titulado: “Casa Gavito. La casa colonial de la adoración de la cruz.” Inédito.
6. Manuel González Galván: Voces del Barroco en Santa Prisca de Taxco, México, Jaime Salcido y Romo, Editor, 1997, pp. 14-15. Término acuñado por Manuel González Galván, la cual, según sus propias palabras, la estructuró a partir “de las raíces griegas eicón -imagen- y sxesis, simplificado en castellano como gesis -relacionar-, lo que nos da el término iconogesis.” En síntesis, la idea de González Galván es la relación de todas las imágenes de una obra entre sí.
7. Manuel González Galván: “El oro en el barroco” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 45 (México: 1976).


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