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Christine Brunel en la Décima Temporada Internacional de Danza Contemporánea de Medellín Colombia

Alberto Dallal*
dallal@servidor.unam.mx

La Décima Temporada de Danza Contemporánea de Medellín ha llegado a realizarse sorteando todos los obstáculos y circunstancias (violencia, guerra, ausencia de apoyo económico…) que intervienen y afligen en estos momentos, en todas las regiones del mundo pero particularmente en América Latina, al buen, sano desarrollo del arte de la danza. Vuelve a corroborase el fenómeno de que el arte y sus manifestaciones no constituyen tan sólo un respiro o descanso en la vida social de las comunidades, sino también un acercamiento a la realidad y la verdad de los acontecimientos actuales. Sólo sectores políticos y comerciales intransigentes pueden ignorar que el arte (práctica y obra) puede ser una franca solución a múltiples problemas inmediatos del ser humano.

Las sucesivas temporadas pero principalmente la Décima han conducido hasta la ciudad de Medellín a importantes compañías y personalidades de la danza mundial: la de Martha Graham, el Ballet Nacional de México, la de José Limón, Cave Cannen, Artemis, Christine Brunel, Danza Concierto, Alicia Sánchez, Maureen Fleming y muchas más. A la par de las agrupaciones artísticas consagradas, transitan novedosos (por jóvenes) personajes y obras de búsqueda, experimentales, propositivas; las luminarias maduras se entremezclan con frescos personajes que comienzan a mostrar su talento y sus producciones, actitudes y rutinas con ahínco formal. A los bien ganados homenajes propiciados por la organización de la Temporada acuden los jóvenes bailarines y coreógrafos de América Latina y del mundo que recientemente han comenzado a acumular logros y curriculum. La Temporada se completa siempre con cursos y conferencias referidos al arte de la danza en concreto, sus desenvolvimientos y circunstancias históricas.
            La apertura, el pasado septiembre, se llevó a cabo con la presentación de Amaranta, coreografía de Peter Palacio, alarde propio de un creador colombiano que desarrolla el tema literario mediante imágenes coreográficas y el manejo pleno de los espacios del enorme Teatro Metropolitano (paradigma de los escenarios de Medellín): aparecen y desaparecen estructuras materiales y vaporosas “narraciones” coreográficas en las que participan estupendos bailarines: Beatriz Vélez (colombiana), Luis Viana (venezolano), Alberto Pérez (mexicano) y Luisa Fernanda Hoyos (colombiana): alarde de funcional creatividad que une el manejo exitoso de los sistemas técnicos y formales de la escenografía, la coreografía y el videoarte (Asdrúbal Medina).

La europea Christine Brunel (nacida en África, padres franceses, radicada en Alemania desde muy joven) recibió un homenaje insólito: un reconocimiento agradecido por haber abierto con su espectáculo la Primera Temporada en 1996. Regresó a Colombia en 1999 para impartir un curso y para ofrecer otra de sus delicadas y deliciosas danzas, plenas de movimientos tenues y de índole interna. Brunel tomó parte de ese interesante movimiento centroeuropeo producido por Folkwang, Bausch, Alemania, raíces de Mary Wigman y Laban. Brunel estudió en París, Nueva York y Colonia: recuerda sobre todo a Karin Waehner. Desde 1985 radica en Essen, donde estableció su escuela. Desembocó en un pleno conocimiento del cuerpo, de sus situaciones y su interior, sus raíces y sus límites: diálogo con el espacio y, en el otro extremo, la punta de los dedos, de pies y manos, midiendo, matizando el aire y definiendo el área de construcción dancística. Como un reconocimiento a su trayectoria de maestra de niños, en 2004 se publicó el libro Tanztheater Christine Brunel. Die Werkstatt del Tänzer, con fotografías de Wilfried Krüger.
            Volvimos a (ad)mirarla ahora. El ser como un cuerpo completo y único, cargado de la propia vida. Un imán que atrae las miradas sin el forzamiento de trazos o curvas espectaculares. Es preciso en el cuerpo del bailarín (Brunel) construir la perfecta, entera estructura coreográfica. Sus danzas son sus movimientos, son el recorrido y no, como lo hace toda la danza “occidental”, las metas.

            Christine dialoga con su cuerpo en el escenario, en el espacio: pregunta y abarca; jamás persigue. Dialoga o, mejor, hace viajar su mente por su cuerpo mientras danza y lo conduce por el espacio imperceptible que abarcan sus estiramientos, su mirada, su concentración, su biografía. Durante su curso escuché que le indicaba a un alumno poniendo la palma de la mano sobre su espalda: “Ahora avanza pero no corras: no hay objetivo allá adelante. Hazlo calmadamente porque en la espalda llevas tu historia: es la que empuja…”
            Christine Brunel estuvo en Los Talleres de Isabel Beteta, en Coyoacán, a principios de 2006. Presentó Assemblage, composición-pieza-de-mosaico que persigue y logra el movimiento puro, sin interferencias. En Medellín ofreció Schritte (Pasos). En sus palabras: “Estoy interesada en el movimiento que se diseña en el espacio, y en el espacio donde se forma el movimiento; el tiempo en que se envuelve y en el tiempo en que se maneja: estoy interesada en donde el movimiento yace, en lo que miente escondido y en lo que guarda detrás.” En Schritte, Brunel pierde edad y sexo: se vuelve específica, concreta estructura de(en) movimiento con la que logra, más que un espacio, un ámbito, un ambiente: ¿paseo?, ¿ilustración del blues, del jazz?, ¿un ángel esencial que tramita su entrada en un sector del escenario, que estira la pierna, los dedos de los pies, la punta material de una flecha que apunta hacia el recorrido invisible de un estado de danza, de ánimo? La más interesante sensación, al mirar la danza de Brunel, la produce una coreografía interna que se hace presente en el silencio o en el (otra vez) ambiente creado por una canción. La canción no acompaña: conforma un trecho espeso por el que transita Brunel o, mejor, que desenvuelve su viaje por su mente, los miembros de su cuerpo, su ser interior. “Brunel apuesta por las sensaciones que siembra en el espectador.” 

Las clases de Brunel azoraron a los bailarines: desde el inicio de la primera clase, debían concentrarse en sí mismos, en sus cuerpos, sentir el peso de las rodillas, los omóplatos, el cuello, el mentón. Los movimientos de las rutinas de Brunel pueden medirse, sentirse como volúmenes, no como liberación de fuerzas. Parece predicar que danza el bailarín aun en la inmovilidad porque la danza, desde el origen, se halla racionalizada, domeñada, mentalizada. En esta época de exaltación de la irracionalidad, de la sorpresa y la improvisación, Brunel es una fuente de conocimiento. El cuerpo es material, precisamente volumen. Los estudiantes deben respirar con tranquilidad. Christine coge su chal y lo deja caer desde la altura de la cabeza: y éste “cae” con naturalidad, la tela (como los cuerpos) crea sus propias espirales. El cuerpo debe hacerlas al ser. No hay áspera lucha de contrarios, como en otras técnicas. Brunel los conmina a mirar el espacio que dibujan al subir los brazos y las manos…
            Christine siempre parece buscar la naturalidad de las relaciones entre cada parte del cuerpo y la gravedad (como los danzantes indígenas de México: buscar, apuntar, hacer caer el pie en dirección del centro de la Tierra). El cuerpo es una brújula del ser y de la mente. Cada movimiento es para Brunel una frase, una oración, una exclamación, un recorrido sin puntos, comas o pausas. Sólo relajando el cuerpo podrá descubrirse el centro a partir del cual ejercen carne, músculos, huesos su fuerza. Al cuerpo hay que tenerle confianza para amarlo y “dejarlo” bailar. El movimiento es producto de la energía encauzada, no de la fuerza “forzada”. Christine utiliza un símil: llenarse de agua (energía) y psshhhhh, lanzarla al espacio… Durante esta Temporada dieciséis bailarines aprendieron por Christine cosas insólitas, inéditas de sus cuerpos. Para bailar. 

Inserción en Imágenes: 13.10.06.
Foto de portal: Ursula Kaufmann.



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO