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rastros

Persia: una civilización con aspiraciones de libertad

Jorge Bravo
beltmondi@yahoo.com.mx

Todo hombre es como un hueso, siempre ligado a otro. Juntos, los miembros forman un solo cuerpo y tienen un mismo origen. Si la vida causa dolor a un miembro, ninguno de los otros permanecerá indiferente. Si a ti no te provoca nada el dolor de los demás, no podremos llamarte ser humano.
Saadi, poeta persa del s. XVII

Entre el fuego cruzado de declaraciones y de amenazas entre Irán, Estados Unidos y los países de la Unión Europea, y el clima de guerra que se padece actualmente en Medio Oriente, llega al Museo Nacional de Antropología de México, fruto de las buenas relaciones diplomáticas entre nuestro país y la República Islámica de Irán (dentro del ciclo Grandes Civilizaciones del Mundo que ya incluyó a Egipto y a la España medieval) la exposición Persia: fragmentos del paraíso. Tesoros del Museo Nacional de Irán.
            La muestra, organizada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), exhibe 367 piezas de arte iraní (reproducciones y originales) provenientes del Museo Nacional de Teherán. Se divide en seis módulos en los cuales se describe la historia de la civilización persa, su población, rutas comerciales, vida cotidiana, artes y ciencia, desde el Paleolítico hasta la caída de la última dinastía iraní en 1925.
            El visitante que se interna a Persia: fragmentos del paraíso descubre una de las primeras civilizaciones de la humanidad, surgida en el actual territorio de Irán, entre temperaturas extremas y paisajes agrestes con grandes cordilleras (como los Montes Zagros y las Montañas Albors) y desiertos, donde florece el tulipán y se desgrana la granada, al este de la antigua Mesopotamia, donde conviven grupos étnicos persas (actualmente 51%), kurdos, asaris, armenios, baluchis, turkmenos, árabes y judíos, regidos desde el 4000 a C. por las dinastías aqueménida, partos, sasánidas y finalmente por el Islam, desde el 650 hasta nuestros días.

Una monumental escultura acéfala en granito negro es la representación de Darío I el Grande, dotada de escritura cuneiforme y jeroglíficos egipcios (la original se encuentra en Egipto). El soberano del primer imperio de la humanidad durante la época aqueménida, emprendió la construcción de la pétrea y palaciega metrópoli de Persépolis hacia el año 512 antes de nuestra era (continuada por su hijo Jerjes I y su nieto Atajerjes I). Así se inicia el recorrido a través de una civilización multicultural, imperial, recurrentemente invadida, saqueada y destruida, además de incomprendida, que no deja de fascinar y de revelar secretos y grandeza entre arena, piedra y sangre.
            Aunque en realidad la primera capital del imperio persa fue Pasargadas, Persépolis se erigió en la metrópoli ceremonial, cultural y simbólica del poder imperial persa que cada 21 de marzo, con motivo del Año Nuevo, era visitada y celebrada por los gobernantes y dignatarios de las provincias conquistadas, quienes ofrecían obsequios y tributos al emperador. Persia asimiló muchos elementos y estilos de las regiones que conquistaba, como las artes arquitectónicas y escultóricas de babilonios, griegos, turcos, egipcios e indos, entre otros.
            En la primera sala, “El Paraíso Primigenio”, se halla un cuarzo-herramienta-machacador de un millón de años de antigüedad. Esa lasca es un testimonio primitivo de los utensilios creados por los primeros grupos sedentarios de la región. Ese objeto, que  sólo llena la palma de la mano, introduce al espectador a los orígenes de la civilización persa y lo conduce a otras piezas como sellos de piedra y monedas de oro y plata, los cuales indican una sociedad avanzada basada, organizada mediante el intercambio comercial y el control administrativo del mismo.

            Algunas pequeñas Venus con prominentes senos y excelente factura en barro, demuestran la adoración hacia la femineidad, símbolo de la fertilidad, la abundancia y la fecundidad (la dinastía aqueménida llegó a retribuir económicamente a las mujeres embarazadas). Las Venus comparten el espacio con vasijas decoradas con representaciones de espigas (algunas del 4500 a C.), las cuales sirvieron para contener y conservar granos. También se observan piezas de joyería como brazaletes, collares y pendientes de oro, plata y hueso.
            A lo largo de la exposición se reproduce el mapa de la región para que el espectador aprecie las transformaciones que el imperio experimenta a lo largo de los siglos. Además de las cédulas tradicionales, el recorrido está reforzado con materiales audiovisuales que profundizan en algún aspecto o tema de la exposición.
            Durante “El Paraíso Fragmentado”, título del segundo módulo, los principales oficios sedentarios –la agricultura y el pastoreo– ya han florecido en Persia. Entre los años 1200 al 1000 a C. las tribus caspi y amardi veneran a animales como el toro, el caballo, la serpiente, el alacrán, el águila, el halcón y otras aves de la región. A todos esos animales se les representa en vasijas, copas, ritones y otras figurillas de barro y plata, con diseños a la vez sencillos y elaborados, algunos de los cuales podrían llevar la firma de Picasso. Algunas de estas piezas en plata fueron encontradas en entierros funerarios, en particular en la caverna de Kalmare, saqueados durante y después de la revolución islamista de 1979 que provocó el exilio del sha Mohammad Reza Pahlavi y la instauración de Ruhollah Jomeini como máximo dirigente del país.

Uno de los objetos principales de la exposición es una copa de oro realizada mil años a C. con dos toros alados que ascienden por un árbol de la vida. Según la mitología iraní, el primer ser del mundo fue un toro blanco y resplandeciente como la luna. En la sala figuran otros objetos de plata provenientes de Egipto, collares con ágatas y otras piezas de lapislázuli. Se sabe que los objetos en plata son del 600 a C. por el cuidado que tuvieron los orfebres de inscribir la fecha con escritura cuneiforme en el borde. Para entonces la guerra ya es una actividad cotidiana, como lo muestra un molde de piedra para producir en “serie” puntas de flecha, un carcaj de bronce que se colocaba en los carros de guerra y un arquero de plata.

            “La Construcción del Paraíso” abarca el periodo aqueménida y su esplendor, dinastía fundada por Ciro II hacia el 550 antes de nuestra era. Una placa de oro anuncia y conmemora en escritura cuneiforme la fundación de Persépolis por Darío, rey de reyes, “aquel que apoya firmemente el Bien”; un atractivo e interesante audiovisual expluca en persa y en castellano el contenido de la placa fundacional.
            El de la estirpe aqueménida también es el periodo del enfrentamiento colosal  del imperio persa con el del conquistador macedonio Alejandro y el fuego griego de las Guerras Médicas que llegaría a destruir la ciudad de Persépolis en el año 330 a C. Alejandro Magno trasladó a Grecia los tesoros saqueados en 20 mil mulas y cinco mil camellos. La guerra con Alejandro marca la caída de un imperio que extendió sus fronteras con base en el respeto a la cultura. Dominio y fuerza que toleraron la diversidad étnica y cultural que congregaban en su seno. Tras la derrota, años más tarde se consolidaría el imperio parto, cuya capital fue Ctsifonte.

            En esta parte del recorrido destaca la representación de Ahura Mazda, deidad suprema de la antigua religión irania, el Zoroastrismo. Su nombre significa “señor de la sabiduría”. Era el dios del cielo, omnisciente y sacerdote celeste, líder de los dioses de la buena conducta (los ahura). Era un dios abstracto y trascendente, sin imagen concreta. Su iconografía surge de un círculo solar, posee alas de halcón y cola de león como sus principales atributos. Este disco solar alado se encuentra en la parte superior de la jamba del Palacio de las Cien Columnas, que en la exposición puede reconocerse gracias a una maqueta que reproduce el esplendor y las dimensiones que alcanzadas.
            Asimismo, se reproduce un relieve como el que se halla en el muro inferior norte del edificio conocido como el Apadana o “sala de audiencias” (518-330 a C.) en Persépolis, actualmente considerado Patrimonio de la Humanidad. En el relieve se observan a las 23 delegaciones que representaban igual número de reinos que integraban el imperio persa durante la dinastía aqueménida. El Apadana contaba 72 columnas de más de veinte metros de altura.

"El Paraíso Recuperado" es el título del cuarto módulo, donde se describe la reunificación del antiguo territorio iraní con el dominio de los partos y el gobierno de Mitridates I (171-138 a C.), quien creó un poderoso Estado desde el Río Éufrates hasta el Oxus y en cuya etapa sobrevino también el florecimiento del comercio entre el Mediterráneo y China: la famosa ruta de las seda.
            Se recuenta el dominio del linaje sasánida (siglo III a C. al VII d C.) en “La Reivindicación del Paraíso”. Los sasánidas derrotaron a los partos y vencieron a los romanos. La opulencia y el derroche de los sasánidas se observa en distintos objetos de plata como cuencos, platos (adornados con relieves que representan a músicos y a gobernantes) y tenedores decorados con cabezas de carneros. Durante este periodo florecieron algunas de las mejores obras poéticas, literarias y musicales de la civilización persa.
            “La Evocación del Paraíso”, sexto y último módulo, pone énfasis en el Islam, cuando en el año 642 los ejércitos árabes, comandados por el califa omaya Omar ibn al-Jatab, derrotaron a los sasánidas, ocuparon Persia e implantaron su fe. El Islam fue rápidamente asimilado por los persas debido a la desigualdad social que imperó durante el linaje sasánida. El Islam profesa, entre otras cosas, la igualdad entre los seres humanos y la caridad. Así comenzó la etapa musulmán de los persas. Es importante destacar que la mayoría de los iraníes no son árabes sino indoeuropeos que hablan principalmente el idioma persa. Son musulmanes porque practican el Islam, pero la vertiente chiíta del mismo, es profesada por el 89 por ciento de la población total (68.017.860 en 2005). Sin embargo, sólo el diez por ciento de los musulmanes en el mundo son chiítas, la inmensa mayoría es sunnita.

La antigua Persia y la moderna Irán han buscado a lo largo de los siglos preservar sus costumbres, tradiciones e independencia respecto de los demás. El actual lema nacional de Irán, en persa, es: EsteqlÄl, ÄzÄdÄ«, jomhÅ«rÄ«-ye eslÄmÄ« (Independencia, Libertad, República Islámica). Tras la conquista del Islam, Persia resistió a la política árabe, conservó su lengua, sus festividades y desconoció a los califas.
            Una infinidad de objetos ilustran el rico y floreciente periodo islamista. Desde un Corán (el libro sagrado del Islam escrito en lengua árabe y revelado por Alá) del siglo XIV bellamente elaborado con caligrafía estilo nasj y a colores; cerámica vidriada; un par de puertas con incrustaciones en madera, concha y metal, y diversos tapetes. En uno de ellos de 1739 se representa al conquistador de la India, cuyo botín fueron, entre otras cosas, los dos diamantes en bruto más grandes que se conocen en el mundo.
            También destaca la hermosa caligrafía decorativa, la poesía y la literatura, los motivos ornamentales, los arabescos y las miniaturas. En una de ellas, en papel veteado, se observa el retrato del sha Jasan (1592-1666), quien encargó a un arquitecto persa la construcción del imponente Taj Mahal en la India, para depositar en él los restos de su amada esposa. Los responsables de la museografía dispusieron en varios momentos de la exposición (sobre todo en los objetos de orfebrería y en las miniaturas) lupas a través de las cuales admirar el dedicado y complejo trabajo de los artistas persas. Llaman la atención, además, dos pinturas al óleo donde se distinguen dos instrumentos musicales tradicionales: el kamanché y el daf.
            Con la posibilidad de descansar sobre tapetes persas, los visitantes pueden apreciar un video acerca de la etapa islamista de Persia. Al concluir la proyección se distingue en la pared un Mihrab, un nicho de cerámica vidriada del siglo XIII con textos coránicos. El objeto está orientado hacia La Meca, colina donde le fue revelado el Corán al profeta Mahoma.

La exposición concluye con un audiovisual narrado por jóvenes de distintos orígenes étnicos. Es un llamado a la paz, a la tolerancia y el respeto a la diversidad cultural… en tiempos de guerra y de “choques de civilizaciones”. Se pronuncia por evitar el saqueo y la destrucción del patrimonio histórico y cultural no sólo de Irán sino de la humanidad. Los jóvenes del video declaman en castellano el verso del poeta persa Saadi que ha sido colocado como epígrafe en esta reseña. Es una exposición con una intensa carga histórica, artística y política que busca crear conciencia de una civilización que permanece viva, por la cual todavía corre sangre por sus venas; indica que los iraníes no son árabes aunque sí musulmanes; que su periodo islamista es sólo una parte –la más reciente– de una larga historia de más de seis mil años y que sus pobladores –desde sus más remotos orígenes– poseen todavía un profundo y enraizado anhelo de libertad e independencia.

Llévese a los niños y a los adolescentes de las escuelas públicas y privadas para inculcar en ellos el gusto por los museos, la cultura, la historia universal… y la tolerancia. La exposición permanecerá hasta marzo de 2007 en la sala de exposiciones temporales del Museo Nacional de Antropología.

Inserción en Imágenes: 29.01.07.
Foto de portal: detalle de relieve en Persépolis.

 

 



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO