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rastros


Elocuencia de la historia en los espacios romanos

Edvige Abete
eabete@interfree.it

Traducción del italiano por Olga Sáenz.



A dos mil años del nacimiento del emperador Vespasiano, la ciudad de Roma celebra la dinastía de los Flavios, precisamente en los espacios emblemáticos que de manera preferente han representado el poder imperial.
           Monumento entre los más conocidos del mundo, testimonio del antiguo arte de los gladiadores, el Coliseo es hoy un elemento urbano entre cruce de caminos, contaminado por un tráfico indiferente en la Roma caótica de nuestros días. El emperador Tito Flavio Vespasiano lo hizo erigir sobre la propiedad de Nerón, restituyéndole al pueblo romano y a la ciudad el terreno que su predecesor se había apropiado para realizar un lago artificial dentro de su propia residencia. El de Vespasiano fue un gesto fuertemente simbólico que encierra en sí mismo las premisas de un promisorio programa político.
           A Vespasiano –quien fue aclamado emperador por su ejército después de un año de desórdenes y violencia que siguió a la muerte de Nerón– no escapó el hecho de que el Estado estaba al borde de un grave desequilibrio económico. (1) Para remediarlo, el emperador impuso la reducción de los gastos públicos y la aplicación de nuevos impuestos, como el gravamen sobre la orina utilizada por los curtidores de pieles. Esta decisión pasó a la historia por la aguda respuesta que Vespasiano utilizó frente a las críticas que le lanzó en cara su propio hijo Tito; al aventarle bajo la nariz el dinero de las recaudaciones, el emperador le preguntó si acaso le disgustaba el olor y, al obtener una respuesta negativa, le recordó: “Atquin e lotio est” (“También viene de la orina”). (2)

Entre los múltiples retratos del emperador y de sus familiares expuestos en el Coliseo en ocasión de los dos mil años de su nacimiento, la figura de Vespasiano emerge con toda su personalidad, sobre todo a través del busto que resguarda la Ny Carlsberg Glyptotek de Copenhague, cuyo autor se liberó de las proscripciones de la iconografía oficial que idealizaba a todos los personajes romanos. Por el contrario, el escultor nos muestra a un hombre sexagenario de aspecto plebeyo, con mandíbula descuadrada y el rostro contraído por una gesticulación sugerente e irónica, confirmando la visión que los historiadores quisieron dejar del retratado para la posteridad.
           La cualidad esencial de Vespasiano fue la de salvar el Imperio en un momento particularmente crítico: tuvo una personalidad irónica y aguda; simple y parco gracias a sus orígenes aldeanos; rudo como un soldado al grado de no guardar las formas y adormilarse durante las exhibiciones musicales de Nerón, provocando su ira furibunda.
           Proveniente de la pequeña nobleza itálica municipal e la gens Flavia, los orígenes de Vespasiano son modestos, más bien “oscuros”, por utilizar las palabras de Svetonio; ascendencia que contrasta con la de los emperadores de la dinastía julio-claudiana, sus predecesores. Después de haber combatido en Germania y Britania, Vespasiano obtiene la nominación de gobernador de Judea y el encargo de reprimir las primeras revueltas. Ya casi en el umbral de los sesenta años y después del suceso militar obtenido en la guerra judaica, estos hechos contribuyeron a allanarle el camino hacia la toma del poder en Roma. (3)
            Su ascensión política significó, sin duda, un duro golpe a la aristocracia senatorial y abrió por primera vez el camino del control del poder a una elite de “hombres nuevos” provenientes de los sectores emergentes. Para lograr la institucionalidad en su papel de emperador y de todas las iniciativas políticas, fue promulgada por el Senado la Lex de Imperio Vespasiani: obra maestra de diplomacia que legitimó el poder y abrió la puerta a la sucesión de sus descendientes, Tito y Domiziano. La eficacia de las leyes promulgadas por Vespasiano trascendieron en el tiempo, a tal grado que mil trescientos años después, durante el breve paréntesis de la Republica Romana, el tribuno Cola de Rienzo, para arengar a la muchedumbre y convencerla de que la ley proviene del Senado y del pueblo, mostraría a sus conciudadanos las antiguas tablas en bronce de la Lex de Imperio Vespasiani. (4)


           La política financiera que emprendió el emperador Vespasiano no sólo permitió en pocos años allanar el débito público, sino también invertir en importantes obras que cambiaron el perfil de la ciudad, todavía marcada por el incendio que se extendió a lo largo de la capital bajo el gobierno de Nerón, además de la guerra civil que precedió a su toma imperial.
           Así, en el año 70 d. C. el Templo de la Paz se edificó con el botín de la guerra judaica para conmemorar el triunfo y celebrar finalmente la paz del reino. En su interior, además de la Menorah, el Arca de la Alianza y los ricos objetos sustraídos de Jerusalén, Vespasiano se pronunció en favor de que se expusieran a la vista del pueblo todas las obras maestras del arte griego que Nerón custodiaba en privado dentro de su propio alcázar.
           Sin embargo, el legado monumental más sobresaliente de su reinado y de su dinastía fue el anfiteatro Flavio, mejor conocido como el Coliseo, el cual fue terminado e inaugurado en el año 80 d. C. por su hijo Tito, quien organizó una serie de festividades que duraron más de cien días. La idea original de construir un gran anfiteatro en el centro de la ciudad fue atribuido a Augusto, según el historiador Svetonio. Sorprende todavía en el presente la avanzada técnica edilicia romana, al conocer y dominar con exactitud la resistencia de los materiales y la fuerza de carga de las arcadas, estructura que a su vez soporta el peso de más de setenta mil espectadores. La afluencia de un público tan numeroso era regulada a través de un preciso recorrido: cada espectador era provisto de una contraseña gratuita con el número del sector y del asiento que le correspondía según la arcada indicada en la propia contraseña, a través de uno de los 160 ingresos o vomitoria. (5)
           Asimismo, sorprende la grandiosidad del proyecto: el Coliseo es un monumento simbólico, piedra miliar del control que el poder ha ejercido desde siempre sobre las masas, haciendo notar su semejanza con el ejercicio del poder en los tiempos presentes.

Los espectáculos, en efecto, representaban un potente medio para cautivar el consenso y la benevolencia de los ciudadanos ofreciéndoles una distracción necesaria. Además, convivían juntos tanto la plebe como el emperador durante las representaciones y los combates, coparticipando así de las mismas emociones, con el fin de hacer creer al pueblo su cercanía con los gobernantes. Con los Flavios, este sistema de captatio benevolentiae de las masas penetra sistemáticamente hasta formar parte de la gestión del poder; los emperadores que les sucedieron debieron estar conscientes de la importancia que tenía para su gobierno la necesidad de ofrecer al pueblo juegos y combates cada vez más espectaculares, con el fin de distraer y evitar posturas opositoras que podrían resultar peligrosas para la estabilidad del Imperio.
           En sus orígenes, los combates entre gladiadores tenían relación con las ceremonias fúnebres; sin embargo, a partir del siglo 1º a. C. las antiguas luchas habían perdido su significado ritual. (6) Sobre los espectáculos que se desarrollaban dentro del Coliseo, la literatura de todos los tiempos ha escrito y narrado, en ocasiones mistificando la realidad. En efecto, se puede aniquilar la creencia de que los gladiadores perdedores fueron sacrificados de acuerdo al juicio de los espectadores. Cuando se trataba de atletas expertos dentro del espectáculo, su muerte no habría servido ni a los organizadores que pagaban un adiestramiento largo y costoso ni al público que no deseaba perder a sus propios benjamines.
           Entre la algarabía y el clamor de la muchedumbre que se agolpaba dentro del Coliseo, su participación estaba limitada sólo a expresar su propio agrado a través del maniloquio, el lenguaje de las manos. También los gladiadores utilizaron la misma gesticulación para señalar, por ejemplo, la imposibilidad de proseguir con el combate por estar heridos o en dificultades. Contrario a lo anterior, la filmografía reciente ha trasmitido el mito de que el dedo pulgar elevado hacia lo alto fue un signo de clemencia. Por el contrario, la interpretación correcta sería lo opuesto: el pulgar simula la espada que, cuando se dirige hacia lo alto ya desfundada, está lista para ser utilizada en la contienda. (7)
           También existen una serie de mitos en torno a los condenados a muerte, cuyo final ha sido representado de varias maneras. Ciertamente, fueron condenados a muerte algunos cristianos, pero la causa original fue provocada por sus propias posturas intransigentes más que por su fe. Debido a que la tolerancia religiosa era practicada en todo el Imperio Romano, en cuya vastedad se practicaban todos los cultos, incluso el hebreo que se distinguía por su riguroso monoteísmo, a sus feligreses se les liberó de la obligación de adorar al emperador. La religio civilis de Roma y del Imperio, en efecto, se fundaba sustancialmente en la Pax deorum. Ésta disposición partía de la idea de que el dios ignoto une, mientras las religiones dividen; así, los romanos mostraban la misma pietas hacia todos los dioses y erigían altares tanto a los ignotis numinibus como a las divinidades de los pueblos recientemente derrotados.



           Sin embargo, los cristianos retenían la superioridad de su divinidad, contra los dioses paganos a quienes definían como ídolos vacíos. Esta postura ideológica era incompatible con el fundamento teológico de la política y el ordenamiento romanos. Por ello, el Estado romano catalogaba a los cristianos como “malos ciudadanos” y, por lo tanto, “enemigos públicos”; éstos rechazaban aceptar la Pax deorum y la libertad de culto, postura que atentaba contra el orden del Estado. Dicha intransigencia de los cristianos provocó las inevitables persecuciones que se sucedieron desde la época de los Flavios, bajo Domiziano. Sin embargo, debe puntualizarse que, para la mayor parte de los casos, sería más justo hablar de ejecuciones aisladas que de persecuciones y asesinatos en masa.
           La propaganda imperial administrada agudamente por Vespasiano, siempre atento y sensible al consenso y al favor popular, fue trastrocada en el lapso de pocos años por su hijo Domiziano, quien enriqueció a Roma de manera desmesurada con innumerables estatuas y arcos triunfales auto-celebratorios. Estos excesos provocaron que un ciudadano común expresara su desacuerdo, escribiendo por la noche sobre uno de los monumentos recién removidos, con letras claras y en griego: “¡Basta!” (8)

1. Después de la muerte de Nerón lo sucedieron tres emperadores en el arco de un año: Galba, Otone y Vitellio; este último fue muerto por designio del propio Vespasiano. El emperador Vespasiano nació el 17 de noviembre del 9 d. C.
2. Svetonio, De vita Caesarum, VIII, 1-22.
3. En 69 d. C. el ejército lo aclamó emperador sobre el camino de retorno de Judea.
4. Cola de Rienzo, a finales del medioevo, intentó restaurar la republica en la ciudad de Roma, destruida por el conflicto entre el Papa y los nobles. En 1347, encontró a la vista en la iglesia de San Juan en Laterano las llamadas tablas de la Lex de Imperio Vespasiani. Hoy se conservan mutiladas en el Museo Capitolino de Roma.
5. Puerta de ingreso, denominada Vomitoria porque permitía una rápida evacuación de los espectadores.
6. Se remontan al periodo etrusco y representaban un ritual primitivo y propiciatorio con el fin de que los dioses recibieran al difunto, ofreciéndoles un sacrificio.
7. Sobre el famoso gesto del pulgar las fuentes son escasas y discordantes. Véase Giovenale, Satire, 3.35-37 y Prudenzio, Contra Symmachum.
8. Svetonio, De vita Caesarum, VIII, III-13. Por su crueldad, Domiziano se ganó el odio de todos y fue asesinado en una conjura.

Eloquenza della storia romana negli spazi

Edvige Abete
eabete@interfree.it

Versione italiana originale



Nel bimillenario della nascita dell’imperatore Vespasiano, la città di Roma celebra la dinastia dei Flavi nei luoghi che maggiormente hanno rappresentato il potere imperiale.
           Monumento fra i più conosciuti al mondo, testimone dell’antica arte gladiatoria, il Colosseo è oggi spartitraffico indifferente nella Roma caotica dei nostri giorni. L’imperatore Tito Flavio Vespasiano lo fece erigere sulla proprietà del suo predecessore, restituendo così al popolo romano e alla città, il terreno di cui Nerone si era appropriato per realizzare un lago artificiale all’interno della propria residenza. Un gesto fortemente simbolico che racchiude in sé tutte le premesse di un programma politico.
           A Vespasiano, acclamato imperatore dal suo esercito dopo un anno di disordini e violenze seguite alla morte di Nerone, non sfugge il fatto che lo stato sia sull’orlo di un grave dissesto economico. (1) Per porvi riparo non esita a tagliare le spese e a imporre nuove tasse, compresa quella sull’urina utilizzata dai conciatori di pelli e passata alla storia per l’arguta risposta alle critiche mossegli dal figlio Tito. Sventolandogli sotto il naso il denaro delle riscossioni Vespasiano gli chiede se per caso l’odore lo disturbi; e ottenuta una risposta negativa gli ricorda: “Atquin e lotio est” (“Eppure, viene dall’urina”). (2)

Fra i tanti ritratti dell’imperatore e dei suoi familiari esposti nel Colosseo in occasione del bimillenario della nascita, la figura di Vespasiano emerge in tutta la sua personalità soprattutto dal busto della Ny Carlsberg Glyptotek di Copenaghen. Meravigliosamente scevro da quell’iconografia ufficiale che idealizza quasi tutta la ritrattistica romana, ci mostra un uomo sui sessanta’anni con i lineamenti plebei, la mascella squadrata e il viso contratto come in una smorfia, che conferma quanto ci tramandano di lui gli storici
           Le sue qualità si rivelano fondamentali per salvare l’impero in un momento così difficile: autoironico e accorto, semplice e parco grazie alle sue origini contadine, rude come un soldato tanto da tirarsi addosso l’ira di Nerone per aver “sonnecchiato” durante le sue esibizioni musicali.
           Se paragonate a quelle degli imperatori giulio-claudii che lo hanno preceduto, le  sue origini, dalla  piccola nobiltà italica municipale della gens Flavia, sono modeste, anzi “oscure” per usare le parole di Svetonio. Dopo aver combattuto in Germania e Britannia, ottiene la nomina a governatore della Giudea e l’incarico di sedarne le prime rivolte. E’ quasi alla soglia dei sessant’anni e il successo militare ottenuto nella guerra giudaica contribuisce a spianargli la strada verso il potere e  Roma. (3)
           La sua ascesa politica segna sicuramente un duro colpo all’aristocrazia senatoria e apre per la prima volta la strada del comando ad una èlite di “uomini nuovi” provenienti dai ceti emergenti. Per rendere istituzionale il suo ruolo di imperatore e tutte le iniziative politiche, viene promulgata dal Senato la Lex de Imperio Vespasiani: un capolavoro di diplomazia che ne legittima il potere e apre le porte alla successione dei figli Tito e Domiziano. Mille e trecento anni dopo, durante la breve parentesi della Repubblica Romana, il tribuno Cola di Rienzo per arringare la folla e convincerla che la legge è emanazione del senato e del popolo, mostrerà ai suoi concittadini proprio le antiche tavole in bronzo della Lex di Vespasiano. (4)
           La politica finanziaria dell’imperatore non solo permette in pochi anni di appianare il debito pubblico, ma anche di investire in importanti opere che cambiano il volto alla città  ancora segnata dall’incendio scoppiato sotto Nerone e dalla guerra civile che ha preceduto il suo insediamento.

Così, nel 70 d. C., il Tempio della Pace viene edificato con il bottino della  guerra giudaica, per commemorarne il trionfo e celebrare finalmente la pace nel regno. Al suo interno oltre alla Menorah, all’Arca dell’Alleanza e ai ricchi oggetti trafugati da Gerusalemme, Vespasiano fa esporre perché siano visibili a tutti, i capolavori dell’arte greca che Nerone teneva chiusi nella propria reggia.
           Ma il monumento che più di ogni altro è legato al suo nome e a quello della sua dinastia, è l’anfiteatro Flavio, meglio noto come Colosseo, completato e inaugurato nell’80 d.C. dal figlio Tito con festeggiamenti durati oltre cento giorni. L’idea di costruire un grande anfiteatro nel centro della città è attribuito da Svetonio già ad Augusto. Stupisce ancora oggi come la tecnica edilizia romana fosse perfettamente in grado di calcolare  con esattezza la resistenza dei materiali e la forza di spinta di arcate e volte sovraccaricate dal peso di oltre 70 mila spettatori. L’affluenza di un pubblico così numeroso era regolata attraverso un preciso percorso: ogni spettatore era munito di una tessera gratuita con il numero del settore e del suo posto che raggiungeva entrando dall’arcata corrispondente al numero di tessera attraverso uno dei 160 vomitoria. (5)
           Colpisce in ogni caso la grandiosità del progetto: il Colosseo è un monumento simbolico, pietra miliare del controllo che il potere ha da sempre esercitato sulle masse, non molto diversamente da quanto avviene anche ai nostri giorni.
           Gli spettacoli infatti rappresentavano un potente mezzo per accattivarsi il consenso e la benevolenza dei cittadini offrendo loro la necessaria distrazione. Per di più, assistendo insieme alle rappresentazioni e ai combattimenti, plebe e imperatore condividevano le stesse emozioni,  dando al popolo la sensazione di essere vicino ai suoi governanti. Con i Flavi questo sistema di captatio benevolentiae delle masse entra sistematicamente a far parte della gestione del potere e gli imperatori che seguiranno dovranno tenerne conto offrendo giochi e combattimenti sempre più munifici per evitare critiche pericolose.
           In origine i combattimenti fra gladiatori erano legati alle cerimonie funebri ma già nel primo secolo a. C. le antiche gare avevano perso il loro significato rituale. (6) Sugli spettacoli che si svolgevano all’interno del Colosseo, la letteratura di tutti i tempi ha scritto e raccontato a volte mistificando la realtà: si può infatti sfatare la credenza che al termine dei combattimenti, i gladiatori perdenti fossero generalmente uccisi per giudizio della folla. Trattandosi di atleti esperti nel dare spettacolo, la loro morte non avrebbe giovato né all’organizzatore che pagava un addestramento lungo e costoso, né al pubblico che  non desiderava  perdere i propri beniamini.

Tra gli schiamazzi e il clamore della folla che si accalca all’interno del Colosseo, agli spettatori non resta altro che esprimere il proprio gradimento attraverso il “maniloquio”, il linguaggio delle mani. Anche i gladiatori utilizzano la stessa gestualità, per segnalare ad esempio l’impossibilità a proseguire il combattimento perché feriti o in difficoltà. Contrariamente a quanto viene tramandato anche dalla filmografia recente, non esiste alcuna evidenza che il pollice levato verso l’alto fosse segno di clemenza. Semmai il contrario, poiché il pollice simula la spada che quando è rivolta in alto è sguainata e pronta a colpire. (7)

           Ben altro discorso è quello dei condannati a morte, la cui fine era spettacolarizzata in varie maniere. In questo modo furono mandati a morire anche i cristiani, condannati più per le loro azioni che per la loro fede. La tolleranza religiosa, infatti  era praticata in tutto l’impero romano e verso tutti i culti, incluso quello rigorosamente monoteista degli ebrei, che avevano ottenuto l’esenzione dall’obbligo di adorare l’imperatore. La religio civilis di Roma e dell’impero, infatti, si fondava innanzi tutto sulla Pax deorum. Ritenendo che il dio ignoto unisce, mentre le religioni dividono, i romani  mostravano la stessa “pietas” verso tutti gli dei erigendo altari tanto agli ignotis numinibus quanto alle divinità dei popoli appena sconfitti. Ma il dio dei cristiani affermando la propria superiorità e ritenendo gli dei pagani solo idoli vuoti, era incompatibile con il fondamento teologico della politica e dell’ordinamento romano. I cristiani erano per lo stato romano semplicemente “cattivi cittadini” e in quanto tali “nemici pubblici”: rifiutandosi di accettare la Pax deorum e la libertà di culto attentavano all’ordine dello stato. Inevitabili le persecuzioni, che avvennero anche nell’età dei Flavi, sotto Domiziano. Per la maggior parte dei casi sarebbe però più giusto parlare di esecuzioni isolate più che di persecuzioni di massa.


           La propaganda imperiale, gestita accortamente da Vespasiano sempre molto attento al consenso e al favore popolare, fu portata nel giro di pochi anni alle estreme conseguenze dal figlio Domiziano che riempì Roma di innumerevoli statue e archi trionfali autocelebrativi. Al punto che un ignoto cittadino sentì il bisogno di esprimere il proprio disappunto, scrivendo a chiare lettere nottetempo e in greco su uno di essi: “Basta!” (8)

1. Dopo la morte di Nerone si erano succeduti tre imperatori nell’arco di un solo anno: Galba Otone e Vitellio, quest’ultimo fatto uccidere dallo stesso Vespasiano. Vespasiano era nato il 17 novembre del 9 d.C.
2. Svetonio, De vita Caesarum, VIII, I-22.
3. E’il 69 d.C. e l’esercito lo acclama imperatore sulla via di ritorno dalla Giudea.
4. Cola di Rienzo, alla fine del medioevo tentò di restaurare la repubblica nella città di Roma, distrutta dal conflitto fra papa e nobili. Nel 1347 ritrovò e affisse nella chiesa di San Giovanni in Laterano le così dette tavole della Lex de imperio Vespasiani. Oggi sono conservate mutile nei Musei Capitolini di Roma.
5. Porte di ingresso dette Vomitoria perché permettevano una rapida evacuazione degli spettatori.
6. Risalgono al periodo etrusco e rappresentavano un rituale primitivo per propiziare gli dei a ricevere il defunto offrendo loro un sacrificio.
7. Sul famoso gesto del pollice verso, le fonti sono scarse e discordanti (Giovenale, Satire, 3.35-37 e Prudenzio, Contra Symmachum).
8. Svetonio, De vita Caesarum, VIII, III-13. Domiziano per la sua crudeltà si attirò l’odio di tutti e fu ucciso in una congiura.

* Edvige Abete nació en Roma en 1961. Obtuvo el grado académico como arqueóloga con la tesis Topografía de Roma antigua. Colabora en el Instituto de Topografía Antigua de la Università degli Studi di Roma para el proyecto de excavaciones arqueológicas en la antigua Lavinium. Publicó en Imágenes “Musa pensativa. Las imágenes del intelectual en la antigüedad”, “Rafaello: de Florencia a Roma”y otros textos. .

Inserción en Imágenes: 18.02.10
Foto de portal: Mosaico con combate de gladiadores / Mosaico con combattimento di gladiatori.
Traducción del italiano por Olga Sáenz.



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO