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rastros

Eneas y la fundación de Lavinium: entre el mito y la realidad*

Edvige Abete**
eabete@interfree.it


En tiempos remotos las civilizaciones que se establecieron en la cuenca del Mediterráneo han tenido vínculos e intensos intercambios comerciales que les permitieron compartir entre ellos historia, mitos y leyendas comunes. Una de esas leyendas narra que el héroe troyano Eneas se salvó de la destrucción de su ciudad por parte de los griegos y huyó junto con su padre Anquises y su hijo Ascanio, desembarcando en la costa de Italia central, tras largas hazañas marinas.
            La Universidad de Roma, después de largos años de intenso trabajo, ha investigado en torno a la antigua leyenda. Las indagaciones sugieren que el lugar del mítico desembarco puede ser identificado con el poblado actualmente denominado Pratica di Mare, situado a media hora de Roma y a pocas millas del mar. En ese sitio Eneas, prófugo de Troya en Asia Menor, habría fundado Lavinium, dando origen a la estirpe de los romanos. Estos últimos serían, por lo tanto, los descendientes directos de un manípulo de troyanos sobrevivientes de la terrible guerra narrada por Homero en la Ilíada, combatida contra los aqueos hacia finales de la edad de bronce, para controlar el Helesponto.


            En el lugar donde surgió en un tiempo remoto Lavinium es hoy un burgo medieval dominado por su castillo y casi pasa inadvertida su trascendental historia. (1) La ciudad antigua rodeada por sus murallas, con sus templos y edificios, está sepultada bajo los campos cultivados de grano y bajo ordenadas hileras de vides. En la lejanía brilla el destello del mar y todos pueden percibir en el atardecer el magnetismo de ese lugar habitado ininterrumpidamente desde la edad de bronce hasta la época Imperial.
            Un museo arqueológico inaugurado recientemente, pequeño pero bien adaptado con los avances tecnológicos necesarios, reconstruye –gracias a dispositivos multimedia–, el riesgoso y aventurado viaje de Eneas desde las costas de Asia Menor hasta Italia. Asimismo, en el espacio museístico se expone de manera didáctica el nacimiento de los numerosos cultos que hicieron célebre a Lavinium en el mundo latino, como Civitas religiosa.


La leyenda de Eneas
En el siglo I el emperador romano Augusto encargó al poeta Virgilio hacer una obra literaria de propaganda política, la Eneida, con la cual, más allá de justificar el origen divino de la familia imperial, la Gens Julia, el poeta aprovechó para confirmar que los romanos descendían de los pobladores de Troya, al grado de sugerir a los pueblos de Asia Menor la pertenencia a una misma Koiné griega (lengua griega común).
            Virgilio narra que Eneas arribó al Lacio después de haber combatido y vencido a los Latinos y haber fundando Lavinium, derivado del nombre de su esposa Lavinia, hija del rey local latino. La tradición divulgada por los escritores antiguos atribuyó al hijo de Eneas, Ascanio, la fundación de la ciudad vecina de Alba Longa, mientras que a los gemelos Rómulo y Remo, descendientes de la dinastía de los reyes de Alba Longa, la fundación de Roma en 753 a.C. Por lo tanto, la ciudad de Lavinium fue considerada por siglos un importante referente legendario sobre los orígenes de Roma, a tal punto que cada año los cónsules romanos, al inicio de su magistratura, se daban a la tarea de ir en procesión para cumplir con los sacrificios dedicados a los dioses Penates y a la diosa Vesta (divinidades domésticas). Durante una de las batallas contra los Latinos, Eneas desapareció en el río Numicio, cercano al lugar. El héroe fue divinizado y en su honor fue construida una tumba (heroon) en forma de túmulo.
            La narración de Virgilio surge predominantemente del halo mítico que lo circunda, cuando las excavaciones arqueológicas comenzaron a revelar monumentos únicos en el mundo y al mismo tiempo una estrecha concordancia con la leyenda.

La tumba de Eneas
Durante las excavaciones de Lavinium, los arqueólogos han encontrado numerosas tumbas con diferente tipología: una en particular resultó única en su género. Es una tumba “a túmulo” (elevada del piso) que fue construida de manera aislada, hacia la mitad del siglo VII a.C. y se encuentra a lo largo del recorrido entre la ciudad y el mar. En los siglos sucesivos sufrió transformaciones y reestructuraciones que confirman su pertenencia a un importante lugar de culto. Las dimensiones del monumento y su ubicación, no lejos del río, cerca del lugar donde se supone se realizó la batalla en la cual desapareció Eneas, coinciden de manera perfecta con el texto del historiador griego Dionisio de Halicarnaso, quien en el siglo VI a.C. narra: “no siendo visible en algún lugar el cuerpo de Eneas, algunos dedujeron que fue trasportado por los dioses, otros que pereció en el río después de que se sucediera la batalla. Y los Latinos le construyeron un heroon… en torno a la tumba (plantaron) árboles alineados dignos de tener a la vista…”
            La hipótesis de que el túmulo descrito sea el mismo al que se alude en líneas precedentes, se fundamenta al considerar que la crítica moderna admite que Dionisio de Halicarnaso conoció el territorio de Lavinium.

 

El santuario de los Trece Altares
Cercano al heroon, y a lo largo del espacio que unía Lavinium con el mar, fue edificado un gran complejo sacro, a mediados del siglo VI a.C. El nombre actual se deriva del número de altares hallados, que sumaron trece. El misterio circunda ritos y motivos sobre el número de los altares, todos alineados a lo largo del eje norte-sur y orientados hacia el oriente, para los sacrificios. De la pintura original de color rojo hoy sólo quedan pocas huellas, pero la técnica (toba) con la cual fue realizada estaba finamente aplicada. Sabemos, gracias al material hallado, además de las estatuillas modeladas en terracota o fundidas en bronce (las cuales servían como ofrendas destinadas a las divinidades), que los altares no fueron edificados en la misma época sino construidos a lo largo de trescientos años.
            Al investigar sobre la presencia del santuario, se puede agregar el testimonio en un texto antiguo, por parte de Strabone (63 a.C.-19 d.C.), quien narró sobre la existencia de un santuario federal común a todos los latinos y ligado al culto de Venus, que el escritor deriva del nombre griego de la diosa Aphrodision (Afrodita).
            Eneas, según la mitología, fue el fruto de la unión entre un mortal y una diosa: su madre era Venus (Afrodita para los griegos) y su padre Anquises. Eneas es representado iconográficamente en el momento que huye de Troya cargando sobre su espalda al padre cojo, castigado por Zeus, al haberse jactado de sus amoríos con Venus. He aquí la razón por la cual en Lavinium Eneas es asociado al culto de Venus, su madre. 

El Santuario de Minerva y la Tritonia Virgo

Durante los numerosos periodos de excavaciones, los arqueólogos se enfrentaron a un hecho inusitado: en una gran fosa se encontraron fragmentos de centenares de estatuas de terracota de tamaño humano, que yacían arrojadas unas sobre las otras. Este fenómeno no podía indicar más que el abandono de un gran santuario identificable con el de Minerva, reproducida en gran parte de las estatuas.

           Además de las numerosas réplicas de Minerva, expuestas en la salas del Museo, también se encontraron personajes de oferentes, niños y mujeres cubiertas con sus mantos que ofrecen frutos del granado, palomas, conejos, uvas y, sobre todo, juguetes como trompos, anillos y pelotas. Las estatuas en terracota cubren un arco de tiempo que va del siglo V al II d.C. y fueron reconstruidas gracias a un largo y cuidadoso trabajo de restauración. Estos vestigios arqueológicos testimonian los ritos propiciatorios relacionados con el ciclo evolutivo de la niñez a la edad adulta, cuando se ofrecían a la diosa los juegos de la infancia para prepararse a la vida matrimonial. Las joyas refinadas sobre el cuello y el pecho de las estatuas son un testimonio evidente de las alhajas que portaban en vida y rebelaban que las donantes pertenecían a una clase social rica y refinada.
            De entre todas las estatuas sobresale una por su singular belleza y por su excelente factura que representa a Minerva, agresivamente armada y acompañada de un inusitado Tritón que sostiene un pesado escudo. A la Armipotens… Tritonia Virgo las matronas dirigen suplicantes rezos, en el XI canto de la Eneida; ningún apelativo parece más acertado para describir a esta diosa guerrera, envuelta en su vestuario plegado. Sobre su pecho luce un espantoso Gorgoneion; sobre el brazo derecho se retuerce una serpiente con tres colas y tres cabezas. En la mano derecha empuña la espada, mientras que en la izquierda sostiene el escudo de forma oval adornado de pequeñas serpientes, cuadrúpedos y pájaros. Hasta el casco que la diosa porta está adornado con serpientes.
            La presencia del Tritón y el apelativo de Tritonia fueron un enlace ulterior con el mundo griego, donde según un culto antiquísimo se creía que Atenas fue adoptada y criada cerca del río Tritón. La Minerva de Lavinium es, por lo tanto, una diosa guerrera, pero probablemente también protectora de los matrimonios y de los nacimientos.

* Traducción del italiano por Olga Sáenz.
** Edvige Abete nació en Roma en 1961. Obtuvo el grado académico como arqueóloga con la tesis Topografía de Roma antigua. Colabora en el Instituto de Topografía Antigua de la Università degli Studi di Roma para el proyecto de excavaciones arqueológicas en la antigua Lavinium.

1. En el lugar donde surgió la antigua Lavinium, ahora lo ocupa un pequeño burgo agrícola llamado Pratica di Mare, cuyos propietarios pertenecen a la familia nobiliaria de los Príncipes Borghese.





Enea e la fondazione di Lavinium tra mito e realta’


Edvige Abete 
(versione originale / versión original)

Fin dai tempi più remoti le civiltà che si affacciano sul bacino del Mediterraneo hanno avuto relazioni e intensi scambi commerciali condividendo spesso fra loro storia, miti e leggende.
            Una delle leggende narra che l’eroe troiano Enea, scampato insieme al padre Anchise e al figlioletto Ascanio alla distruzione della sua città da parte dei Greci, fosse sbarcato, dopo lunghe peregrinazioni per mare, sulle coste dell’Italia centrale.
            L’Università di Roma, dopo anni d’intenso lavoro, ha riportato alla luce l’antica leggenda, suggerendo che il luogo del mitico sbarco possa essere identificato con un abitato situato a circa mezz’ora da Roma e a poche miglia dal mare. (1) Qui Enea, profugo dalla città di Troia in Asia Minore, avrebbe fondato Lavinium dando origine alla stirpe dei romani. Questi ultimi sarebbero, dunque, i discendenti diretti di un manipolo di Troiani sopravissuti alla terribile guerra narrata da Omero nell’Iliade e combattuta contro gli Achei verso la fine dell’età del Bronzo, per il controllo dell’Ellesponto.


            Dove un tempo sorgeva Lavinium, oggi vi è un borgo medievale dominato dal suo castello e quasi non ci si accorge della presenza di tanta storia. La città antica con le sue mura, i templi, gli edifici è sepolta sotto i campi coltivati a grano e sotto ordinati filari di vite. In lontananza brilla il luccichio del mare e chiunque al tramonto può percepire il magnetismo di questi luoghi abitati ininterrottamente dall’età del bronzo fino a quella imperiale.
Un museo archeologico, inaugurato di recente, piccolo ma molto tecnologico ricostruisce grazie a dispositivi multimediali, l’avventuroso viaggio di Enea dalle coste dell’Asia Minore all’Italia e la nascita dei numerosi culti che resero celebre Lavinium  nel mondo latino come “civitas religiosa”.

La leggenda di Enea

Nel I secolo l’imperatore romano Augusto commissiona al poeta Virgilio un’opera letteraria di propaganda politica, l’Eneide, con la quale oltre all’origine divina della famiglia imperiale, la gens Julia, si suggelli la discendenza dei romani dai Troiani in modo da suggerire ai popoli dell’Asia Minore l’appartenenza ad una medesima koinè greca.
            Virgilio, dunque, narra che Enea giunto nel Lazio, dopo aver combattuto e vinto i Latini fonda Lavinium, dal nome della sua sposa Lavina, figlia del locale re Latino. La tradizione divulgata dagli scrittori antichi attribuisce al figlio di Enea, Ascanio, la fondazione della vicina città di Alba Longa e ai gemelli Romolo e Remo, discendenti dalla dinastia dei re di Alba Longa, la fondazione di Roma nel 753 a.C.. La città di Lavinium fu dunque con ragione considerata per secoli un importante elemento nella leggenda delle origini di Roma, al punto che ogni anno i consoli romani, all'inizio della loro magistratura, vi si recavano in processione per compiere  sacrifici agli dei Penati e a Vesta. Durante una delle battaglie contro i Latini, Enea scomparve nel vicino fiume Numicus. L'eroe fu divinizzato, e in suo onore fu costruita una tomba (heroon) a forma di tumulo.
            Il racconto di Virgilio esce prepotentemente dall’alone di mito che lo circonda, quando gli scavi archeologici iniziano a rivelare monumenti unici al mondo e allo stesso tempo una stretta concordanza con la leggenda.

L’Heroon di Enea
Durante gli scavi di Lavinium, gli archeologi hanno trovato numerose tombe di tipologie differenti: una in particolare però risulta unica nel suo genere. E’ una tomba “a tumulo”, che sorge isolata verso la metà del VII secolo a.C. lungo il percorso tra la città e il mare. Nei secoli successivi subisce trasformazioni e ristrutturazioni che confermano la sua appartenenza ad un vero e proprio  luogo di culto. Le dimensioni del monumento e la posizione non lontana dal fiume presso il quale viene ambientata la battaglia nella quale scomparve Enea, combaciano con il testo dello storico greco Dionigi di Alicarnasso che nel VI secolo a.C. racconta che: “non essendo visibile in alcun luogo il corpo di Enea , alcuni ne dedussero che fosse stato trasportato dagli dei, altri che fosse perito nel fiume, presso il quale avvenne la battaglia.  E i Latini gli costruiscono un heroon,…ed intorno ad esso alberi allineati degni di vista…”.


            L’ipotesi che il tumulo descritto sia lo stesso rinvenuto viene spontanea, considerando che la critica moderna ammette da parte di Dionigi di Alicarnasso la conoscenza diretta del territorio di Lavinium.

Il santuario dei Tredici Altari

Non lontano dall’Heroon, lungo il percorso che univa Lavinium al mare, fu edificato intorno alla metà del VI secolo a. C. un grande complesso sacro. Il nome attuale deriva dal numero di altari rinvenuti: tredici. Il mistero circonda riti e motivi sul numero degli altari tutti allineati lungo un asse N-S e rivolti ad oriente per i sacrifici. Della pittura originale di colore rosso restano oggi poche tracce, ma il tufo con cui erano realizzati era finemente sagomato. Sappiamo, grazie al materiale rinvenuto, statuine in terracotta e bronzo offerte in dono alle divinità, che gli altari non furono edificati tutti allo stesso momento, bensì durante il corso di circa trecento anni.

           A far luce sulla loro presenza, giunge in nostro aiuto un testo antico, quello di Strabone che narra di un santuario federale comune a tutti i Latini e legato al culto di Venere, che egli chiama dal nome greco della dea, Aphrodision.
            Enea, secondo la mitologia, era il frutto dell’unione fra un mortale e una dea: sua madre era Venere (Afrodite per i Greci) e suo padre Anchise. Enea è rappresentato nell’iconografia mentre fugge da Troia portando sulle spalle il padre, reso zoppo da Zeus come punizione per essersi vantato del suo amore con Venere. Ed ecco, a Lavinium, Enea associato al culto di sua madre, Venere.

Il Santuario di Minerva e la Tritonia Virgo

Durante le numerose campagne di scavo, gli archeologi s’imbatterono in un fatto inconsueto: in una grande fossa frammenti di centinaia di statue di terracotta a grandezza umana giacevano gettate l’una sull’altra. Ciò non poteva indicare altro che l’abbandono di un grande santuario identificabile con quello di Minerva, riprodotta in gran parte delle statue.
            Oltre alle numerose repliche di Minerva, fanno oggi mostra di sé nelle sale del Museo anche personaggi di offerenti, bambini in fasce e soprattutto donne ammantate che offrono melograni, colombe, conigli, uova e soprattutto giochi come trottole, astragali, palle. Le statue in terracotta coprono un arco di tempo che va dal V al II secolo a.C. e sono state ricostruite grazie ad un lungo e attento lavoro di restauro. Testimoniano i riti di passaggio dalla fanciullezza all’età adulta, quando si offrivano alla dea i giochi dell’infanzia per prepararsi alla vita matrimoniale. I gioielli raffinati sul collo e sul petto delle statue, sono l’evidente riflesso dei gioielli portati in vita e rivelano che i donatori appartenevano ad una classe sociale ricca e raffinata.


            Sopra tutte le statue, spicca però per bellezza, per unicità e per fattura una statua di Minerva terribilmente armata e accompagnata da un inconsueto Tritone che ne sostiene il pesante scudo. E’ una dea guerriera e allo stesso tempo protettrice dei matrimoni e delle nascite.
            Alla “Armipotens… Tritonia Virgo” rivolgono supplici le loro preghiere le matrone nell’XI canto dell’Eneide. Nessun appellativo sembra più indovinato per descrivere questa dea guerriera, avvolta nel suo chitone a pieghe. Sul petto porta uno spaventoso “gorgoneion”, sul braccio destro è attorcigliato un serpente con tre colli e tre teste. Nella destra impugna la spada, mentre con la mano sinistra regge lo scudo di forma ovale ornato da piccoli serpenti, quadrupedi e uccelli. Persino l’elmo attico che la dea indossa è ornato da serpenti.
            L’appellativo “Tritonia”, rappresenta un ulteriore collegamento con il mondo Greco, dove secondo un culto antichissimo, si credeva che Atena fosse stata allevata  presso il fiume Tritone.

1. Sul luogo dove sorgeva l’antica Lavinium vi è oggi il piccolo borgo agricolo di Pratica di Mare, la cui proprietà appartiene alla nobile famiglia dei Principi Borghese.

Inserción en Imágenes: 05.05.08



   
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