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posisciones

Uno se hace de la vida de los otros aunque se resistan

Héctor Xavier
(Dabi Xavier, dabikaiser@hotmail.com)

Tal vez toda mi vida me ha interesado la figura femenina porque ha estado allí, de tiempo completo en mi existencia. Pero luego me he dado cuenta de que la figura de las mujeres en el arte es importante, aún más importante, porque está llena de atributos que la censura ha impuesto por los siglos de los siglos. La figura femenina ha sido mostrada en todo su esplendor porque tradicionalmente a sus cualidades se le han añadido cosméticos, afeites, trajes; y a la postre los artistas la han despojado de ellos. A mí me ha interesado también descubrir la belleza física del varón que, al poseerla, le ha sido negada directamente. Me ha interesado esto desde lo hondo, se trata de una circunstancia básica.


Pasé muchísimos años, puedo decirlo, tratando de encontrar la manera de representar la figura masculina con toda su energía, y cuando digo energía quiero decir su sexo también, que se ha ocultado, ya no tan sólo con la hojita de parra y otras pendejuelas, sino que no se ha podido ver el hombre como lo que es: su energía, su vigor, su entrega al espacio, su miembro en erección, su ahínco productivo, por así decirlo, su técnica de vida. Tú me puedes decir: es violento, pero es bello; de ahí una energía especial, inaudita: hay una fuerza, una presencia. Surge el contraste: el sexo femenino se esconde entre muslos. Hay una invisibilidad natural. El varón, desde tiempos ancestrales, es elemento de culto. Se muestra en todos sentidos y circunstancias. Es elemento primordial en las leyendas y en los acontecimientos de todo el mundo.


           Pero también siempre supe de una situación muy especial: fue siempre muy importante el desnudo femenino en pintura o en dibujo a causa del consumo. El consumo partía del hombre: quería tener en su poder, en su ambiente, un desnudo femenino, aunque fuese sólo su representación. En la actualidad todo se ha abierto: se puede mostrar también el desnudo masculino, los hombres pueden mostrarse desnudos ante la sociedad. La publicidad, el arte, la fotografía. Me intereso, entonces, por la figura masculina, históricamente escondida.
           Toda mi vida he trabajado con modelos: animales, personas, personajes y hasta objetos que, por lo visto, quedan humanizados. Para esto se dibuja: para hacer algo verdaderamente real. Una nueva realidad. Cuando la gente mira mis dibujos no se da cuenta de que muchos de ellos están hechos con esencias, con significaciones básicas, son síntesis, no están hechos con sujetos reales. Muchos de mis dibujos, por ejemplo, están hechos con lo femenino. Lo he descubierto en una mujer netamente femenina que posee una actividad sexual especial: una lesbiana. Cuando me sirve de modelo y la observo me aporta una energía sensual, una carga de sensualidad tremenda que yo transmito por medios táctiles hacia los dibujos, aquí, en vivo, y se convierte en elemento visual básico. Es ella la que me descubre, me permite asir lo femenino.


           Esto lo aprendí a descubrir en la natualeza misma, cuando me puse a observar a los animales. Tiene cada animal que pulula por el mundo una carga, una energía y si uno los observa detenidamente, los estudia, descubre entonces cuándo es un animal macho, cuándo es un animal hembra. Los animales se portan como si fueran esencias. Tienen, rinden un papel distinto según transiten de un paraje a otro. Se portan de manera distinta en la vida: al caminar, al correr, al desplazarse de un sitio a otro. Ellos jamás están conscientes de que alguien los observa. No creen en Dios.
           Todo esto ha repercutido en mis dibujos: los animales pueden estar en brama y llevo a los dibujos la energía. Lo detecto, lo percibo, lo recibo y lo impongo o sale a partir del movimiento de la mano. Sí: obviamente. Y puede verse en el dibujo. Se puede uno imaginar la provocación del macho a la hembra que tiene que ver con los manejos de los seres humanos también. Lo importante viene cuando la hembra provoca al macho. Pasa lo mismo con el ser humano: es decir, la hembra es provocada y quien provoca puede recibir un rechazo porque a ella no se le da la gana o porque ella siente placer en el momento de ser provocada. Es en el rechazo donde se están manejando o manipulando estas situaciones. Son escenas auténticas. Esto es lo que me gusta llevar o que aflore en mis dibujos.

Yo le contaba a una amiga, doctora, por cierto: cuando una tigresa siente al macho poniéndole encima la garra, que apenas le aplana el pelo (que sería como si a ti te pasaran una brocha de ocho pulgadas por la oreja), entonces a ese estímulo el macho procede de inmediato porque la cree segura. Yo he visto lanzarse al tigre de bengala sobre la hembra: la hembra se siente acosada y el otro va a rebotar sobre los barrotes de las jaulas, y ahí queda todo. Todo esto fue observado, lo viví durante un año de trabajo con los animales, con sus características, con sus formas, con sus actuaciones y ejercicios. Lo pensé: en ese trabajo, con esas características, tanto expresivas como sensitivas, mirar el pelo y la construcción anatómica, detectar las características especiales, sus calidades, sus consecuencias, sus efectos… Toda esa experiencia me llevó a enfrentarme ahora también a los avatares  del dibujo masculino.


         Al comparar lo masculino y lo femenino, así, en general, como abstracción de la naturaleza, considero que la forma, los volúmenes, los movimientos masculinos son más bellos, más profundamente bellos; pero debemos superar nuestro atavismo porque estamos sujetos a esa belleza de mujer que ha imperado durante siglos, tal vez precisamente porque hemos sujetado a la mujer en todos sentidos. Yo estoy claro en pensar, y lo he dicho, que el hombre depende de la mujer desde el seno materno y no puede superar esa imagen atávica: en la mujer radica toda la belleza. Sin embargo yo, en esos grandes, gruesos volúmenes que al macho le entusiasman, no veo tanta belleza. Creo que debemos descubrir (y siempre quiero hacerlo) esa otra belleza.

La figura humana del varón, el hombre desnudo, de espaldas, es ya una belleza. Y puedo decirlo de una vez: existe una belleza contenida ahí, la belleza en general, en abstracto, y se hace necesario ir al frente también, ir a la erección también, que es lo contrario de aquello a lo que la mujer nos lleva:  los volúmenes blandos. Yo no soy partidario de esto: las formas redondeadas. Las formas hoy son precisas, estrechas, finas, contundentes. Al varón la mujer le puede producir un deseo táctil dentro de otro sentimiento que, digamos, constituye una gran fuerza erótica: nos impele la mujer a tocar sus formas, y llegamos a hacerlo mecánicamente: tocamos senos, tocamos muslos, tocamos espalda, tocamos glúteos, etcétera, pero ese afán no tiene la misma fuerza.
           Las mujeres adquieren el bellísimo don de la manipulación y lo ejercen siempre, en todo momento. El varón jamás alcanza esa etapa, bellísima. El varón es directo y hasta cierto punto elemental. Por eso la contundencia del varón en un dibujo o en una escultura. Por ello el hombre es la figura bella, porque está allí la belleza, sin adornos o recovecos. Admirarla significa un disfrute pleno, profundísimo.


            Pero a todo esto, al arte, se llega cuando has observado ya por completo lo inmediato. Intensa contemplación. Yo he visto comer a los animales durante el periodo de un año y he visto al hombre comiendo, y he dibujado al hombre comiendo; he dibujado hombres en estado de ebriedad: sus movimientos; los he dibujado en la mesa o cuando cruzan una calle. Uno se hace de la vida de los otros aunque se resistan.

Inserción en Imágenes: 27.05.10.

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