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El arte de las misiones del norte de la Nueva España,
1600-1821

Elisa Vargaslugo*
stprisca@servidor.unam.mx

Clara Bargellini (coord.), El arte de las misiones del norte de la Nueva España, 1600-1821, UNAM-Conaculta-Gobierno de la Ciudad de México, 2009, 371 pp.

El libro El arte de las misiones del norte de la Nueva España, 1600-1821 es una obra ejemplar. El volumen es el resultado de una gran investigación en torno a un tema específico, bien localizado, pero poco conocido dentro de nuestra historia del arte novohispano. Además de haber funcionado como guía a una importante exposición del mismo nombre, contiene un sabio programa de textos escritos por especialistas, como se hace patente en los seis magníficos ensayos que constituyen el núcleo básico de la investigación. Esta parte central se halla formada por (abreviando los títulos) la lucha por el espacio sagrado, de David J.Weber; la antigua trama de las imágenes, de Marie-Areti Hers; el arte de las misiones, de Clara Bargellini; las misiones patrocinadoras de arquitectura, de James E.Ivey; los indígenas, misiones y el sistema colonial en el norte, de William L. Merrill y las misiones españolas en el imaginario de Estados Unidos, de Michael K. Komanechy.


            En la Introducción, Clara Bargellini ofrece una muy útil recreación histórica sobre las tres etapas de actividad misional que se desarrollaron en el norte de la Nueva España. El texto ofrece –tanto a los lectores especializados como legos– un erudito y efectivo recurso para comprender de mejor manera el desarrollo de la evangelización en esas zonas y los alcances de cada comunidad religiosa en la construcción de las misiones. No está de más mencionar esas tres etapas que se hacen visibles en el libro.
            La iniciación de la actividad misional en el siglo XVI estuvo en manos de los frailes franciscanos. La segunda etapa fue desempeñada por los padres de la Compañía de Jesús, quienes llegaron a finales del siglo XVI y se retiraron en 1767. El tercer momento fue protagonizado por los franciscanos de la Propaganda Fide quienes estuvieron activos desde finales del siglo XVII hasta casi terminado el siglo XIX. Gracias a un cuadro cronológico que se encuentra al final de la Introducción, el lector puede, perfectamente, darse cuenta del panorama en el que se produjeron los vínculos entre las acciones de la Corona y la Iglesia, entre 1521 y 1823, las rebeliones de los pueblos indígenas y los trabajos de los frailes misioneros ocupados en realizar sus actividades.

            La segunda parte del libro constituye –apoyada en el contenido multidisciplinario de los textos mencionados– el catálogo de las obras que forman la exposición que se instaló en los salones del Antiguo Colegio de San Ildefonso de la Universidad. Dicho catálogo contiene fichas sobre cada uno de los objetos –papel, libros, escultura, pintura, metales, platería, textiles litúrgicos, madera, cestería– que formaron parte de la exposición, cúmulo de datos que aumenta una refinada y erudita información sobre las piezas exhibidas. Además, para mayor enriquecimiento de los conocimientos de los lectores y especialistas interesados en estos temas, se ha incorporado un texto detallado sobre los trabajos de restauración realizados por especialistas de la Escuela de Restauración del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

* * *

            La primera gran novedad entre los objetos exhibidos fue, según mi punto de vista, conocer la Descripción y explicación de los ritos y ceremonias del Nayarit, hecha por fray Antonio Arias de Saavedra en 1637: documento del Archivo General de Indias en Sevilla que el padre Saavedra analizó con la finalidad de demostrar el “vano culto” que los indios quisieron describir en su composición. Este documento excepcional constituye un raro ejemplo que revela, como dice el texto que lo acompaña, el concepto que tenían los pueblos indígenas –en este caso los coras– para concebir la creación del mundo como un suceso brotado, casi totalmente, del mundo natural, sin haber aceptado, seguramente, ni entendido, las enseñanzas de la fe católica.



            Otra gran novedad es el conjunto de pinturas en piel animal, acompañado de una interesante información histórico-artística explicada y analizada por Kelly Donahue-Wallace. Las muestras de este género pictórico, la historia de su aceptación por algunos frailes, la dinámica de su exitosa explotación y su rechazo, constituyen un fenómeno histórico-artístico que era prácticamente desconocido en el centro del país, por lo que su presencia en la exposición y el catálogo es una muy valiosa aportación al conocimiento de la pintura novohispana en el norte de la Nueva España. Éste es, sin duda, un mérito más para aumentar la fama de los curadores de la exposición. Por cierto, en este conjunto destaca, estupendamente, la representación de la Virgen de Guadalupe.
            Cerca de 16 esculturas y 53 pinturas forman el hermoso conjunto de arte que integró esta exposición, cuyo catálogo se inicia con las imágenes de dos cristos creados con la técnica conocida como “escultura ligera”, en la que se emplea, desde luego, la caña de maíz en diversas proporciones y combinada con otros materiales.
             Por lo que corresponde a las tallas en madera dorada y estofada, las más hermosas de las que habitan en el norte de la Nueva España –en este caso en la ciudad de Chihuahua– son las dos imágenes de la Virgen de Loreto que se ven muy bien acompañadas por tres visitantes de gran categoría artística y religiosa: la bellísima figura –sí, casi seguramente europea– de San Francisco de Asís; la imagen de San Francisco Xavier en éxtasis, y la de San Ignacio de Loyola (posiblemente de origen romano), santos que obviamente fueron invitados para representar a sus comunidades religiosas y para dar mayor realce a la reunión.

           

            Cabe mencionar el registro de cerca de diez retablos que se conservan en el norte. Muy interesantes por su buena calidad plástica son: aquél que fue pintado por Juan Antonio Arriaga; el dedicado a San Ignacio de Loyola que se localiza en la ciudad de Arizpe; dos en cuya estructura destacan las pilastras estípite y uno ya neoclásico, lo cual significa que la arquitectura de retablos, por largo tiempo, se cultivó con empeño en las misiones. La investigadora Clara Bargellini lamenta la desaparición de cuatro retablos que debieron haber sido muy importantes en el norte de la Nueva España. Todos debemos lamentar las enormes pérdidas de retablos que ocurrieron en el centro del país; o bien, muchos de ellos se encuentran en estado lamentable o de urgente restauración.
            La serie pictórica formada en su mayoría por firmas de artistas activos en la Ciudad de México y algunos en Puebla, demuestra la constante demanda de las misiones para surtirse de los instrumentos didácticos más útiles para la enseñanza de la doctrina. Entre las firmas más famosas se cuentan las de Manuel Arellano, Luis Berrueco, Nicolás Enríquez, José de Páez, Juan Sánchez Salmerón. Asimismo las de Antonio de Torres, Nicolás Rodríguez Juárez y nada menos que las de Cristóbal de Villalpando y Miguel Cabrera. Esto por lo que respecta a las pinturas que se localizan en el norte de México porque, como en el caso de la sección de esculturas, en la exposición se incorporaron obras de otras partes del país para enriquecer y completar los temas de la muestra. Por ejemplo, el gran cuadro de los Mártires de Gorkum, del notable pintor poblano Luis Berrueco. Por otra parte, merece destacarse, por ser un tema pocas veces tratado en la pintura novohispana, la representación del Juicio Final, que se encuentra en San Diego California, firmada por José Joaquín Esquivel en el siglo XVIII, y que de acuerdo con la ficha escrita por el especialista, la composición pudo haberse inspirado en un grabado de Peter Jode.

           

            Para mi satisfacción personal, dados algunos de los temas que me ocupan, me ha interesado mucho la pintura guadalupana que se da a conocer en el libro. Desde luego, la realizada en piel animal, la de Juan Antonio Arriaga y la más novedosa e interesante: la obra anónima que se encuentra en el Seminario de Chihuahua, compuesta con roleos geométricos, entre los que se mueven tres angelillos de cada lado de las nubes que enmarcan la figura de la Virgen. Esta composición se relaciona con la que presenta el gran cuadro de Juan Correa que se conserva en Sevilla, por la colocación y movimientos de los angelitos y por las formas geométricas que se combinan dentro del lienzo; en la obra de Correa son cartelas manieristas. De Juan Correa podré agregar a mis registros la pintura de San Francisco Xavier bautizando y la noticia de un lienzo que existió con el tema de la Virgen de Loreto.
            La representación de los Desposorios de Santa Rosa de Lima, de Manuel Arellano, se sumará a mis registros sobre este importante personaje del siglo XVII y, desde luego, me ha extrañado no encontrar la mención del gran retablo dedicado a la vida y milagros de santa Rosa de Lima, pintado por Francisco Martínez –artista mencionado en este libro– y que se encuentra en Cusihuiriachic, al norte de la ciudad de Chihuahua.

* * *

Cualquier exposición y catalogación que se haga del arte de la Nueva España abundará en esculturas y pinturas de las variadas épocas, como se habrá podido descubrir a lo largo de los años. Pocas han sido las ocasiones en que se han hecho exposiciones del arte novohispano basadas en temas específicos. Es necesario destacar que Clara Bargellini y yo hemos colaborado en ese género de proyectos, si bien en una dimensión mucho menor que la obra que aquí reseño; sin embargo, con similar espíritu. Se trata de dos exposiciones: una sobre La Mística en el Barroco que, por cierto, tuvo lugar en el mismo Antiguo Colegio de San Ildefonso; y otra titulada La Parábola Novohispana, realizada en Fomento Cultural Banamex. En ambos casos se elaboraron ensayos histórico-artísticos-religiosos sobre cada tema en particular, firmados por varios especialistas, y se seleccionaron las obras más apropiadas y elocuentes. También se publicaron los libros correspondientes.
            Finalmente, Clara Bargellini ha dedicado muchos años a investigar la historia, la cultura y el arte del norte. A ella se debe haber incorporado al desarrollo del arte de la Nueva España los frutos del arte en aquella región. Este mérito ha pasado ya a su historia profesional.

Inserción en Imágenes: 15.10.09.
Foto de portal:  La Piedad. Anónimo novohispano, siglo XVIII. Madera tallada y policromada. Seminario Arquidiocesano, Chihuahua.



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO