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Arte y ciencia*
Peter Krieger**
krieger@servidor.unam.mx
¿Choque o cruce de dos culturas?
Hace más que cuatro décadas, Charles P. Snow inventó el famoso conflicto entre las dos culturas: las humanidades y las ciencias. Mientras tanto, el liderazgo de las humanidades en el debate sobre las cuestiones esenciales de la sociedad ha sido reemplazado por un pragmatismo predominante de las ciencias. La informática, y con creciente aspiración la neurobiología -aun la combinación de estas dos ciencias-, reclaman tener la clave para el entendimiento de la humanidad. Disciplinas como la filosofía y la historia del arte se encuentran marginadas como decoración en el campo académico; aun las políticas educativas de muchos países las descalifican como "inútiles" para el desarrollo de la sociedad.
Sin embargo, en tiempos en los cuales se cumple el sueño del doctor Frankenstein en los laboratorios de manipulación genética, ahora más que nunca es necesario reflexionar sobre las dimensiones éticas de la investigación científica, y sobre su apariencia visual en los discursos públicos, es decir, sus dimensiones estéticas. Muchos resultados y logros de las ciencias no son comunicables fuera del pequeño círculo de expertos, por eso su complejidad se transforma en imágenes explicativas. Las investigaciones estéticas se dedican al análisis de esta transformación y sus efectos. Con lo anterior se ofrecen elementos para un diálogo interdisciplinario, sin reclamo de liderazgo porque la idea de competencia entre las dos culturas ya es anacrónica, ya no sirve en un mundo académico creativo.
Primero: hay que aclarar lo que es la estética. Según el uso cotidiano, la "estética" se practica en los salones de belleza. De hecho parte de las investigaciones estéticas se dedican al entendimiento de la belleza; pero no como cosmética sino como teoría e historia de los estándares y las definiciones de la belleza en diferentes épocas y culturas.
Sin embargo, si reclamamos el sentido original de la palabra griega "estética", podemos entender que el concepto de las investigaciones estéticas es más amplio que el esfuerzo de reconocer y cultivar lo bello. Aisthesis originalmente significó la percepción de datos sensoriales. Posteriormente, la estética se convirtió en una rama de la filosofía dedicada a explicar las percepciones sensoriales con categorías y conceptos.
Durante el siglo XIX se comenzó a destacarse la historia del arte como disciplina autónoma en el esquema universitario; las investigaciones estéticas se dedicaron primordialmente al análisis de la obra de arte como conjunto denso de mensajes visuales. Mientras tanto, contamos con una gran cantidad de métodos y acercamientos analíticos a la estructura y la apariencia de las artes plásticas. Además, los estudios estéticos actualizados se dedican no sólo al entendimiento del arte, sino a todos los tipos de fenómenos visuales que conforman una cultura. La llamada vuelta icónica, que reemplaza la vuelta lingüística, exige reformulaciones de la historia del arte hacia una ciencia de imágenes.
La imagen como catalizador
La ciencia de las imágenes analiza los fenómenos visuales, sus contextos, sus funciones. Uno de ellos es la ilustración de las ciencias. Parece absurdo o exagerado reiterarlo, pero no existe una ciencia pura, abstracta, estrictamente lógica, expresada en palabras y cifras neutrales; casi todos los resultados de la investigación científica pasan por el filtro de la expresión y la presentación visual, en gráficas ilustrativas, en fotografías microscópicas o en configuraciones matemáticas en la pantalla de la computadora. Tales mediadores visuales de la ciencia no sólo ilustran los contenidos de la investigación sino los enfocan, aclaran, agudizan, aun manipulan. La imagen de la ciencia es un catalizador, con estructuras propias cuyo análisis es tarea de las investigaciones estéticas.
Veremos más en detalle cómo investiga un historiador del arte, y cómo sus métodos sirven para entender el discurso visual de las ciencias. La descripción de las estructuras visuales es básica para cualquier investigación estética, misma que, en el acto de la percepción, está procesada por el cerebro. Investigaciones recientes de la neurobiología (1) han comprobado que no existe una percepción "inmaculada", posteriormente elaborada con los esquemas socioculturales; sino que el acto de ver ya es un proceso cognitivo, creativo, que estructura la caótica variedad de señales ópticas en modelos estables y entendibles. Durante segundos, en las diversas etapas de la percepción -como la elaboración de contrastes y constantes, o la definición de colores, de una reja vertical y horizontal- se conforman imágenes comprensivas, hechas de una sintaxis visual. Así, el acto de ver es mediación, reflexión e interpretación; precisamente este proceso cognitivo lo repite, en pasos más lentos y profundos, el historiador de arte ante el mundo visual que él selecciona como objeto de estudio.
Cada intérprete de los fenómenos visuales se enfrenta con la difícil tarea de estructurar su material cognitivo en pasos de interpretación expresada con palabras: es decir, hay que buscar el término adecuado para una clara descripción, juntar los datos visuales para entender todo el complejo de la imagen; después hay que investigar los modelos visuales, los esquemas iconográficos del tópico y, por ultimo, explicar el sentido de la imagen.
Una vez consciente de estas condiciones básicas, en el mundo visual de las ciencias se abre un amplio panorama de preguntas y opciones. Un botánico, por ejemplo, tanto como el historiador del arte, percibe la imagen de una flor, la describe y la clasifica dentro de un esquema de características visuales. O bien un físico que analiza la viscosidad de una sustancia: primero la observa, después la describe y finalmente detecta en ella un principio fundamental del mundo.
Sabemos que la descripción depende de muchos parámetros externos como la educación lingüística del investigador, sus condiciones sociales y su creatividad cerebral. Por eso, muchas interpretaciones tienen una caducidad limitada, que termina en el momento en que generaciones posteriores descubren formulas más adecuadas para la descripción y la comprensión. Peor aún en el campo de las ciencias, cuando se comprueba a posteriori que la interpretación fue una manipulación ideológica.
Imagen e imaginación
Veremos en dos ejemplos cómo no sólo las palabras usadas en la interpretación, sino también las imágenes empleadas para la documentación, son medios efectivos de manipulación, utilizados para la difusión de las investigaciones científicas.
Una de las imágenes más populares que ha producido la bioquímica en el siglo XX es la doble helicoidal que representa al ADN (ácido desoxirribonucleico ), descubierto por Erwin Chargaff, y revisado y publicado en 1953 por James Watson y Francis Crick. Como han mostrado las investigaciones actuales sobre el mapa de los genes humanos, el dibujo hecho por Odile Watson, diseñadora gráfica y esposa de uno de los biólogos, fue una simplificación gráfica de una estructura irregular. Esa imagen, omnipresente en libros científicos y escolares, en revistas y periódicos, determinó la memoria colectiva sobre las esencias bioquímicas de la humanidad. Su simetría, reconstruible con la sección de oro y con los modelos pitagóricos, expresó una antigua idea estética de que la belleza se define por su absoluta regularidad geométrica. (2) A través de la determinación estética, el contenido de la investigación científica pareciera una falsa evidencia.
También el famoso físico Albert Einstein, en su elaboración de la teoría de la relatividad, fue guiado por parámetros estéticos-espirituales: (3) la imagen y la imaginación de una simetría condicionaron, aun determinaron, cierta inseguridad científica ante la complejidad del problema. Einstein reconoció públicamente la función epistemológica de las imágenes al inicio de cada investigación científica; incluso su teoría de la relatividad fue evaluada como obra de arte. (4) El pensamiento en imágenes -también para los colegas de Einstein: Werner Heisenberg y Niels Bohr- fungió como catalizador del conocimiento científico y su divulgación; es por lo anterior que Ernst Peter Fischer, historiador de las ciencias, pronunció el axioma: La ciencia es comprensible sólo a través de la belleza; y la belleza sólo se explica a través de la ciencia.
Estrategias visuales
Arte y ciencia, entonces, son dos formas complementarias de conocimiento, sus cruces creativos fungen como autodefinición de la conciencia humana. Sin embargo, este conocimiento básico, durante siglos, fue sucesivamente olvidado con la separación estricta de las disciplinas universitarias a partir del siglo XVIII. En la actualidad las investigaciones estéticas pueden reclamar un papel importante al reconstruir la compleja y fructífera relación entre arte y ciencia. Además, la historia del arte entendida como ciencia de imágenes ofrece una capacitación importante para nuestra cultura actual, que está dominada por los parámetros de las ciencias.
Varios autores contemporáneos han advertido sobre la codificación de las ciencias naturales como una nueva religión que exige sometimiento. Esta comparación de la ciencia con la religión permite interesantes consideraciones. Ambas reclaman un poder absoluto sobre la vida y la muerte; ambas determinan modos de percibir y evaluar el mundo, y ambas temen a la desmitificación. Como la pretensión de la ilustración científica ya se convirtió en el mito poderoso de la humanidad, vale la pena estudiar su estética e iconografía. Un esquema iconográfico, es decir, la expresión de ideas en fórmulas visuales codificadas, define las formas mentales de épocas, culturas y sociedades. Por lo tanto, el análisis de estos esquemas demuestra una introspección profunda sobre nuestro ambiente, sus valores y peligros.
Arte y ciencia en la mirada
En el año 2000 el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM dedicó el XXIV Coloquio Internacional de Historia del Arte al análisis y reflexión de cómo se construye y se difunde la auto-imagen de las ciencias en el mundo de las artes. Las ponencias, disponibles en el tomo Arte y ciencia , son aportaciones de un mosaico gigantesco del conocimiento estético sobre temas de enorme importancia y actualidad. Los autores, a partir de un trasfondo histórico de variadas facetas -desde la metafísica de un mural de Diego Rivera en Detroit hasta la falsificación astronómica de los Medici-, revisan la relación entre arte y ciencia. Hay que subrayar que ese tipo de intercambio no sólo es una afirmación mutua, también incluye posibles críticas contra el culto al progreso unidimensional de las ciencias naturales. Los grabados sobre retratos de Marilyn Monroe, reproducidos en serie y realizados por el artista pop Andy Warhol, no sólo "tematizaron" la reproducibilidad de esquemas comerciales de la cultura, sino que también indicaron lo que hoy es una preocupación central: la manipulación y la reproducción en serie de construcciones genéticas.
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Con el libro Arte y ciencia el Instituto de Investigaciones Estéticas fomenta un diálogo entre las disciplinas; falta todavía que los científicos acepten nuestra invitación al diálogo. Reconocer y aprovechar el potencial sinergético de las artes y de las ciencias es una aventura intelectual que activa zonas subdesarrolladas del cerebro. Nuestra contribución a este proyecto es la capacitación para leer y entender el complejo lenguaje visual en el cual se expresa un conocimiento. Las investigaciones estéticas reclaman la importancia de los estímulos visuales en la formación cerebral de ideas; de esta manera contribuyen a la búsqueda de identidades y, en última instancia, preservan y enriquecen la memoria de la humanidad. Espero que estas breves consideraciones estimulen al lector para consultar el libro Arte y ciencia , editado por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, mi hogar académico.
Peter Krieger (coord.), Arte y ciencia (XXIV Coloquio Internacional de Historia del Arte), Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 2002, 626 pp.
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