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posisciones

Carlos García Estrada, grabador-grabador

Alberto Dallal
dallal@servidor.unam.mx

 

Carlos García Estrada (chilango, nacido en 1934) estudió, entre 1955 y 1960 en la Escuela de Pintura y Escultura “La Esmeralda”. En 1959 obtuvo su diploma de maestro grabador en la Escuela Nacional de Artes Gráficas. Aunque sus primeros años infantiles y juveniles transcurrieron profesionalmente en las calle de la Ciudad de México con un grupo de titiriteros –artísticos y didácticos–, García Estrada halló en el grabado su más fina, personal y profunda forma de expresión. “Es lo que con justeza puede llamarse un grabador-grabador –escribió Jorge Alberto Manrique en 1981–; es decir, su dedicación al grabado ha sido hasta ahora primordial.”

Pero no sólo la práctica y el dominio de las técnicas del grabado han hecho de García Estrada uno de los artistas especializados más importantes del arte mexicano actual –estudió, entre otras muchas cosas, grabado en color en el Atelier 17 de W. Hayten en París–; también su reconocimiento de los conceptos, objetivos, fines y características del grabado lo han convertido en hábil manejador de prensas, planos, tintas. Ha sido, además, maestro fundamental para varias generaciones de grabadores mexicanos y canadienses. Para García Estrada “el grabado es síntesis de la expresión plástica, unidad estructural del blanco y el negro. Relación de luz y sombra, magia y misterio; urdimbre de anhelos y tragedia que se manifiesta entre la vida y la muerte. Sensaciones etéreas de otros mundos y vidas; entradas y salidas de la sombra a la luz y de ahí al infinito...” Habría que añadir que García Estrada ha transitado por variadas etapas y caminos desde su primera exposición (Galería del Grupo Tlahmachcalli, 1962). Y que la incorporación de su enorme destreza a los distintos procedimientos del grabado lo llevaron a destacar en el ámbito artístico de una manera notable. Berta Taracena escribió en 1979 que “García Estrada ha recurrido a una serie de elementos estéticamente inéditos aunque también emplea elementos tradicionales, que aprovechando la experiencia artística anterior, realizan en la obra actual una función inédita: superficies, volúmenes, formas, tensiones, tramas, diversidad de planos, líneas y transparencias...” Estos y otros críticos (Margarita Nelken, Enrique F. Gual, Raquel Tibol, Jacques Renaud…) han escrito en torno a las habilidades y los talentos de García Estrada, subrayando lo que Justino Fernández afirmaba acerca de su obra y obras en 1972: “Son sugerentes composiciones abstractas en relación con la fecundidad, algunas en color y todas en láminas recortadas de diversas formas y pegadas sobre otro papel. El difícil tema está tratado con intimidad y poesía... En suma, García Estrada ha sabido expresar su sentido de elevación y de aspectos vitales por medio de sugerencias muy precisas con técnicas nada comunes y realizadas a la perfección. Es un artista de primer orden en la disciplina que cultiva, cuya obra por su originalidad significa algo nuevo en el difícil arte del grabado.”

Los grabados de Carlos García Estrada comprueban sus afanes de registro y, sin embargo, en el tratamiento de los espacios surge ya la necesidad de un “medio” más amplio, más “otro” que el grabado tradicional. No obstante la enorme gama de ampliaciones, conocimientos y combinaciones logrados por García Estrada en el grabado, también se propuso “expandir” su mirada y sus alcances expresivos mediante materiales y usos distintos: el dibujo. Tal vez puente entre dos estados de inspiración o de razonamiento creativo, la experiencia del dibujo ha sido, para García Estrada, una secuencia intensamente productiva. Un trecho impresionante en su obra. Así, durante la confección de varias series de dibujos, el artista transitó y dominó reinos distintos cuyos resultados –un viaje de libertad temática y de amplias realizaciones–, ante la vista, importunan la mente y la escritura.

Las metamorfosis gráficas de Carlos García Estrada provienen de cierta mezcla de ideas y de recursos; son búsquedas en los planos más lisos, en los caminos de los grumos infinitesimales, en las figuras y las contorsiones orgánicas que brotan a partir de una noche de desvelos necios y entre la maraña de frases y rayones que convergen, en la oscuridad, en el concepto mismo del grabado. “Las técnicas de la gráfica” las llama Jorge Alberto Manrique, ofrecen el incentivo de suscitar “múltiples” de cada obra. Obras de distintas, variadas dimensiones brotan como por encanto en estas metamorfosis que son eso, cambios, por dos razones: porque se transforman las figuras dentro del grabado pero también porque se va cambiando la fisonomía de cada grabado, como si el acto repetitivo tuviera cierto signo de incredulidad ante cada ejemplar, cada copia. Sus “posibilidades expresivas” son la capacidad de la repetición cambiante, son el pretexto de la alteración de una serie que procrea alicientes. Las maniobras son como juegos del deseo, habilidades exclusivas de los miembros de esa “raza particular de artistas que es no exclusiva pero sí fundamentalmente de grabadores”. Porque, sí, hay pintores o escultores que “hacen grabado”. Para ellos se trata de una labor  complementaria o suplementaria. Es una adición experimental. “Los grabadores-grabadores –continúa Manrique- también acostumbran adentrase en otros caminos del hacer plástico, pero su trabajo se concentra y sobre todo se fundamenta en un largo contacto con la estampa. De esta raza es Carlos García Estrada.”

pasar a “Carlos García Estrada” por Teresa del Conde

 

Inserción en Imágenes: 09.03.06.


   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO