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posisciones

Texturas y vibraciones

Héctor Xavier
dabikaiser@hotmail.com
Dabi Xavier*


Héctor Xavier vivió intensamente lo que dibujó y pintó. No creo que exista una sola línea de sus dibujos que no coincida con las líneas de la mano que los quirmánticos hicieron o pudieron hacer coincidir con el destino de este excepcional artista. Y por destino, aquí, se nombra esa vida de la que se apoderan plenamente los verdaderos creadores para apartar para siempre de la “mano de Dios” esa vida que otros seres humanos no han aprendido todavía a sentir como plenamente suya.
            Al analizar, al observar, aun superficialmente, sus puntas de plata, sus tintas, sus dibujos, sus líneas y manchas negras que parecen no tener principio ni fin (o al deducir que el borde o el principio de cada uno de esos dibujos se hallaba en un modelo vivo, carne y hueso, olor, sudor a partir de un cuerpo revisado o imaginado, forjado desde antes por Héctor Xavier), nos sorprende la maestría con la que el artista va cortando la piel y la figura, multiplicando sus contornos, propiciando un movimiento que nosotros, al comenzar el recorrido con nuestra mirada, creíamos imposible de alcanzar ni de imaginar siquiera. Porque pensábamos, incrédulos, que no puede existir alguien que, tal vez desde que era niño, aprendió a dialogar con la naturaleza y con la humanidad y la cultura a través de la mente y con un lenguaje depositado, con observación, sudor y lágrimas, en la yema de los dedos. Así, al mirar, al recorrer el contorno del cuello de un caballo en movimiento, pensamos que no puede ser cierto que el dibujante aquel, extraordinario, se haya metido en el cuerpo y en alma, por así decirlo, del caballo, mucho antes, durante su intensa biografía, para hacer en unas cuantas líneas precisas, las únicas posibles, que el caballo nos muestre, no sólo la enorme energía de sus músculos sino también una mirada de angustia ante algo, alguien, un dios pagano, tal vez, que somete a prueba las capacidades de sus músculos, la furia de ese su instante de encabritamiento. Estamos entonces ante un personaje que inventó su destino: observar, analizar, penetrar, hacerse de, convertirse en realidad, en ser para de allí realizar el recorrido-otro, ese tan amado y a la vez tan temido por el artista, que consiste en deshacerse de sí mismo para penetrar, airoso, triunfante, en el ser, la figura, la forma, la obra, la línea, el sistema y finalmente el lenguaje que, todos creemos, ha sido inventado.

Alberto Dallal
dallal@servidor.unam.mx


A veces, al ver alguno de mis dibujos, alguien ha percibido aislamiento, soledad en algunas figuras. Ese tema, la soledad, a mí me importa mucho cuando se detecta en la figura dibujada. El hombre, para sentirse, para ser él, no nada más en el caso de la masturbación, para ser él necesita estar aislado. El hombre se entrega a los demás seres con mucho más dificultad. No quiero decir al acto sexual; no nada más. Sí, en lo afectivo, el hombre se entrega mucho más. Acaba por entregarse tras las dificultades que halla en él mismo. Lo hace con dificultad porque es menos tramposo que la mujer. La mujer está manipulando y está poniendo al frente elementos a su favor: de qué manera te puede conseguir para contraer matrimonio, por ejemplo. Siempre está llevando por delante esas “capacidades” que posee por naturaleza, lo que tiene entre las piernas. Domina. Es cierto: vivimos una sociedad engañosa, estamos en realidad en una sociedad manejada por mujeres.
            Al dibujar, lo he hecho tan concentradamente, tan profundamente que a veces he tenido lo que podría llamarse “regresiones históricas”. Por momentos, claro. He percibido actitudes. Y las he percibido porque he estado en contacto por mucho tiempo con los monos; es decir, simios de todos los tamaños. Mi contacto con ellos fue importante porque quise hacerlo como vibración. Uno no se da cuenta pero aquí, en este preciso instante, el pie está tocando algo que se halla dentro de uno y que me importa mucho: el muslo, la pierna, la cabeza; es un acto de autocaricia. El hombre, por esa dependencia hacia la madre, por esa necesidad de protección, por esa necesidad infinita de sentirse así, cobijado, por querer estar rodeado por brazotes, por unos muslotes, unos senotes, o sea, la protección femenina, se aísla. Se aísla porque no encuentra esa figura protectora en la realidad. El hombre lucha en el vacío. Aquí tendré que decir que solamente los pendejos se sobreviven a sí mismos, tal como son, y los políticos también. Son los que siguen caminando toda su vida junto con los que mastican; con los que solamente caminan y defecan; con los que viven en este mundo sin mayor problema…


           Es el artista el que descubre y conquista en la realidad las mejores formas de hacer las cosas. Y este hacer lo transforma, lo va trasformando. Cada obra, cada caso es distinto: en el caso de los hombres desnudos, como en el caso de los animales, me interesaban sus características: formas, agilidad, sus texturas de pelo, etcétera. Los trabajé con punta de plata, con la calidad que esto exige, o sea, para definir, para marcar, para levantar volúmenes. Bien. Ahora, en los hombres, utilizo la punta de plata como un medio muy delicado, en el que pueden intervenir el claroscuro, las vibraciones, las texturas.
           Este material no me permite corregir porque este material es más envolvente, no porque sea visual nada más sino porque es visual pero es emocional. Es decir, la delicadeza del material te conduce a una más profunda sensación voluptuosa y entonces comienzo a mezclar. Cuando uso la línea a tinta –no uso lápiz desde hace 30 o 40 años–, cuando uso la pluma es porque el trazo debe ser rápido, por ejemplo en las figuras en movimiento, este procedimiento me importa mucho. También, por ejemplo, en los giros de trescientos sesenta grados: están construidos con tinta, tanto negra como ocre, y pringados, como medio textural y de vibraciones. Y en otros dibujos también hay vibraciones pero están conseguidas por otro medio, o sea, clavando la punta sobre el papel, manejando claroscuros. Hay casos en los que me desprendo a veces de la figura humana, realista, aun cuando en muchos de ellos hay grandes deformaciones; intento entonces llevar todo a una síntesis de vibración. En este tipo de dibujos es donde, en algunos casos, se sugiere lo simiesco: el hombre simiesco, o más torpe que los simios. El hombre no tiene encanto, por eso se molestan tanto cuando un hombre se mueve maravillosamente en el baile, con ritmo, con cualidades que les molestan a los machos... Lo que los hombres, varones, son, lo comunican, y lo comunican con una gran intensidad, y en un dibujo el hombre queda plasmado en todo su ser. Persigo captar al hombre en toda su intensidad, aunque esté de espaldas. Si alguien le ve el pie se dará cuenta de que está recibiendo la sensualidad o que está estimulando su sexualidad. Qué bien que una obra permita esa libertad, se pueden decir las cosas cuando se han estudiado, descubierto. Y tengo tanta certeza en esto, venimos de un periodo de oscurantismo y de amenazas. ¿Por qué hicieron tantas iglesias cuando se manipulaba a los artistas?, ¿por qué hicieron las madonas con los párpados caídos y la cara soñadora? Porque convenía. ¿Cómo se recibe el impacto? Es un proceso óptico. Afortunadamente hemos aprendido que la belleza está en Guernica, en Las señoritas de Avignon, es otra belleza la que nos corresponde. Estuvo también esa belleza escondida porque importaba darnos lo que nos llenaba la pupila, las cosas, los elementos ópticos. Las madonas, los cristos se adueñaban de nuestra óptica.


          Llevamos siglos de admirar a las mujeres de una manera superficial. ¡Por favor! Es totalmente superficial. Puedes ver una chica por la calle y decir: “Coño, qué buena hembra.” Hablas dos palabras con ella y tiene la cabeza para separarse las orejas, y la cara para pintarse con más tacto y utilizar otros cosméticos; y hay otras que tienen la belleza como … escondida. Pero siempre hay algo en ellas: piensan.
          En algunos de mis dibujos parezco añorar los movimientos de la danza. Cuando dibujé al natural, a Pilar Rioja, con ella al frente, me di cuenta de qué es realmente la danza. En algunos de mis dibujos dibujo una oquedad: algo invisible: me falta el movimiento del baile: siempre revelador. Al examinar alguna serie me digo: “Falta movimiento de baile. O allí está pero es necesario descubrirlo…” Alberto Dallal me dijo: “Hay personas que hacen el amor bailando; hay gente que danza haciendo el amor…” A veces he dibujado parejas en que ambos se hallan flotando. La misma aceptación de que las cosas son libres y abiertas hace volar. En pleno vuelo el hombre se entrega más a sus propias sensaciones, sin tanto ocultarse. ¿Por qué surgen entonces las añoranzas? Porque las añoranzas te hacen negar lo que ya viviste. El hombre tiene temor a lo que va viviendo y a lo que está por vivir. Si no le ponen el equipo Gayosso antes de tiempo o a su debido tiempo, sin más remedio, entonces el ser humano, como sucede en el arte, vuela y se deja flotar.
          Hay dibujos en estado activo: como si estuvieras viendo de adentro del dibujo hacia fuera.
          La introducción está combinada con la erección y a todo esto se agregan elementos que podríamos calificar de “bellos” o “de calidad”.
          Porque hay en los dibujos un estado activo.
          Los elementos van desarrollándose dentro del dibujo.



           La vista desarrolla todo en la figura. No es necesario hablar de lo que hay allí. Si hablo mucho de todo esto le extraigo la carga, el acento, la significación.
           No necesito cansarme los ojos: el solo hecho de entreabrir los labios de un rostro puede sugerirlo todo. Elaborar texturas: allí surge todo, incluso el dolor de(l) ser humano.

* Dabi Xavier compila actualmente materiales para la publicación de un libro sobre la vida y obra de su padre.


Inserción en Imágenes: 08.11.10.
Ilustración del portal: dibujo a tinta de Héctor Xavier, 1978, detalle.
Foto: Fototeca IIE-UNAM.


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