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El
sepulcro de Julio Ruelas en el cementerio de Montparnasse
Julieta Ortiz Gaitán
jortiz@servidor.unam.mx
Este hombre, que tanto tiempo
vivió en la Muerte y con la Muerte,
nos ha dejado una tarde, en vísperas
del otoño,
después de un largo beso a plena
boca
que le diera su querida de tantos años.
Ángel Zárraga
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El 16 de septiembre de 2007 se cumplirán cien años
del fallecimiento de Julio Ruelas en París. Según
las normas de la más pura bohemia, el artista muere
en un hotelillo del Barrio Latino, después de una
cruenta agonía que consumió por completo una
existencia atormentada, de apenas treinta y seis años,
en la cual su imaginación desbordante y sus dotes
de dibujante extraordinario produjeron una de las expresiones
más fecundas y representativas del arte mexicano entre
los siglos XIX y XX. Lo acompañaban en el trance Julio
Sesto, Jorge Enciso y Jesús Luján; aunque también
se movían en la penumbra de la habitación faunos,
serpientes, mujeres-araña, esqueletos, decapitados
y demás monstruos que agonizaban lentamente mientras
despedían a su creador.
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Don Jesús Luján tomó por su cuenta
el mecenazgo de la obra de Ruelas, misión que lo llevó a
la adquisición del lote en el cementerio donde habría
de ser inhumado un día después de su muerte,
el 17 de septiembre de 1907; más precisamente en la
División 26, Línea Este 26, Tumba 16 Norte,
cerca de la Rue Émile Richard.
Dos días antes de morir, Ruelas le encargó a un amigo que partía
para México:
Salúdeme usted a don Justo
Sierra, y dígale
que no me vaya a quitar la pensión, que yo trabajaré mucho
para que no me la quite. […] Yo no podría vivir
en México, quiero morirme en París.(1) |
Precisamente
en esa ciudad francesa ha dormido un sueño
de casi cien años, en un sepulcro costeado por su
amigo Jesús Luján, y donde el escultor Arnulfo
Domínguez Bello (también pensionado en París
por Justo Sierra) cinceló en el mármol doliente
la musa que llora la eterna partida del artista.
En dos ocasiones viajó Ruelas a Europa. Como alumno aventajado de la Academia
de San Carlos, obtuvo en 1892 una pensión para estudiar en la Academia
de Artes de Karlsruhe, Alemania, donde se adentró en el espíritu
de la mitología germana. Además de relacionarse con las secuelas
espirituales y místicas del romanticismo alemán, entró en
contacto con grabadores de la talla de Durero y con el preciosismo de la pintura
flamenca y holandesa.
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A su regreso a México, en 1895, la obra de Ruelas
encontró temprana aceptación en la crítica
de la época, reconocimiento favorecido por una, sin
duda, efectiva divulgación ejercida a través
de las páginas de la Revista Moderna de México, de
la cual Ruelas fue el más conspicuo ilustrador y a la
que estuvo indisolublemente ligado desde entonces. Al respecto,
el poeta Amado Nervo anotó:
Desde que la Revista
Moderna empezó a publicar las acuarelas,
viñetas, cul-de-lamps y demás
ilustraciones de Julio Ruelas, hubo en todos los
círculos artísticos de América
un movimiento de simpatía y de aplausos hacia
el joven dibujante, que mostraba una inspiración
tan nueva, tan poderosa e imprevista. Este movimiento
de simpatía se ha convertido en todas partes
en una admiración sin reserva, a la cual ha
seguido la convicción unánime de que
Ruelas es el primer dibujante de la República
y probablemente el más inspirado de América.(2)
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Por ello, cuando el joven zacatecano –“el extraño
e intenso Julio Ruelas”, “el ponderadísimo”– obtiene
una pensión para estudiar y continuar su perfeccionamiento
en las técnicas del grabado en París, el equipo
de la Revista Moderna echó las campanas al
vuelo y lo despidió con una nota publicada en diciembre
de 1904. El contenido del texto no escatima parabienes a
las autoridades culturales, encabezadas por Justo Sierra,
entonces Ministro de Instrucción Pública y
Bellas Artes, y al propio dibujante, el más destacado
de sus colaboradores gráficos:
Nuestra revista tiene
el justo orgullo de haber revelado a Ruelas. En toda
la América que habla español, es hoy
admirado gracias a ella. […] Ruelas, en cambio,
para satisfacción de nuestros suscriptores,
no abandona las páginas de la revista, su gran
amada; y desde donde se encuentre seguirá colaborando,
como hasta ahora, con sus originales producciones. Él
ha sido, y seguirá siendo, la nota artística
por excelencia de nuestro periódico. Sepa el
artista y amigo que por toda su peregrinación
le acompañará siempre nuestro cariño
y nuestra admiración.(3) |
¡Qué lejos estaban todos de imaginar que, antes
de cumplirse tres años, el punto final de aquella
peregrinación sería la muerte!
Los envíos de obra artística desde París,
efectivamente, no dejaron de nutrir a la revista. Además
de las numerosas ilustraciones, viñetas, encabezados,
anuncios y demás ornamentaciones que realizó,
Ruelas también ilustró libros de poetas y amigos
como Almas y cármenes de Jesús Valenzuela,
publicado en 1905; en el poemario, las imágenes de
Ruelas “surgen al ritmo sonoro de los versos del poeta”.
Con anterioridad se había encargado de ilustrar con
31 grabados los nueve relatos de Ángel de Campo Micrós,(4) entre
otros trabajos de diseño editorial.
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La crítica se hizo cargo y ponderó la participación
de Ruelas en las sucesivas exposiciones que se llevaron a
cabo tanto en los salones de la Ciudad de México como
en la capital francesa. Los lotes estaban constituidos principalmente
por óleos, aguafuertes y dibujos que evidenciaban “como
siempre, la maravillosa facilidad de su mano, dócil
esclava de su potente imaginación”. Las crónicas
se detienen en el extraordinario aguafuerte que el propio
Ruelas intituló La crítica, obra en
la que “tal parece que en el escarabajo calvatrueno
que se crispa sobre su frente, presentía y castigaba
el comentario chocarrero que lo esperaba en México…”
(5) Seguramente Ruelas
estuvo al tanto de las críticas adversas
de Gerardo Murillo Dr. Atl y José Ferrel, por
quienes fue “cruelmente tratado”, según
consta en el periódico El Diario del 16 de
diciembre de 1906.(6)
Es
así como llegamos a la mañana del 16 de septiembre
de 1907, cuando en el Hotel de Suez del boulevard Saint Michel,
una ronda de amigos y camaradas de bohemia acompañan
al moribundo Ruelas, quien en doliente trance se asfixia
lentamente a causa de la tuberculosis. Uno de los presentes,
Jorge Enciso, narró emocionado algunos detalles en
la Revista Moderna.(7) Consciente del fatal momento, Ruelas urgía
al médico que le aliviara de la presión en
la tráquea que le impedía respirar. En un momento
de desesperación, abrió los ojos y, como un
niño asustado, llamó a su madre… para
después quedarse quieto con la quietud de la muerte.
Un silencio envolvió por igual a sus compañeros
artistas y a los fantasmas atormentados de sus dibujos y
aguafuertes que le acompañaron durante la aventura
de la vida.
La noticia
de su muerte llegó fulminante a la redacción
de la Revista Moderna. En una emotiva nota periodística,
la anunció al día siguiente:
como presintiendo la
vecindad de la muerte, oculta en los pliegues de un
destino cruel, pasó Ruelas por el arco triunfal
de sus treinta y seis años, para desplomarse
en la noche, en una noche prematuramente asesina, cuya
traición no tuvo piedad de la hermosura de la
juventud ni del valor de la inteligencia creadora.(8) |
La nota se interrumpe desfallecida: “En un próximo
artículo se estudiará el acervo de su obra.
A nosotros nos faltan las fuerzas; apenas las tenemos para
deshojar esta adelfa sombría sobre su tumba…”
Para el tercer aniversario de su muerte, en plena fiesta del Centenario de la
Independencia de México, Emilio Valenzuela habla de la “buena nueva” que
ha llegado desde París: en el cementerio de Montparnasse
se le ha erigido un monumento:
teniendo por remate y fondo una imperecedera y bronca
piedra en la que está esculpido el sátiro
que en dócil rama remécese soplando la
flauta, sobre el trozo en bruto de impecable carrara –postrer
y duro lecho albeante– una mujer, desolada, de
mármol, […] cae a un golpe contundente
del cincel de nuestro Arnulfo Domínguez Bello,
y cierra para siempre los ojos.(9) |
Se trata, efectivamente, de un monumento mortuorio que
contrasta rasgos en apariencia inacabados en la lápida
vertical, con la suave sensualidad del mármol esculpido,
pieza capital del arte escultórico simbolista mexicano,
como muestra la prosa poética de Nervo:
una gran piedra granítica,
irregular, tallada apenas, que se yergue con aspecto
de dolmen druídico, y en cuya gran superficie
anterior, en letras rojas que marcan muy bien sobre
el elegante gris del granito sin pulir, se lee: “Julio
Ruelas. 1870-1907”. Más arriba, casi en
la extremidad superior, aparece, ahondada también
en la piedra, cierta viñeta belicosa de Ruelas:
aquel fauno (todos lo conocéis), amable y musical,
que encaramado a la rama de un árbol, toca su
flauta de siete cañas, teniendo por oyente a
un cuervo absorto… El dolmen parece custodiar
la tumba, uno de cuyos bordes limita; la tumba, que
es también de granito, y sobre la cual se ve,
desolada, vencida, trágica, una mujer de mármol,
una larga mujer yacente, cuyas piernas se medio encogen
con flexión angustiosa, cuya cabeza se hunde
en no sé qué mare tenebrarum, cuya
cabellera cae revuelta y desesperada hasta confundirse
con el carrara…(10) |
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Esta trágica mujer de mármol, la musa
que llora desolada la partida del artista, obra de Domínguez
Bello, corre el peligro de verse reducida a escombros junto
con el resto del monumento, por las disposiciones administrativas
del cementerio de Montparnasse. Hay que señalar que
la escultura se encuentra seriamente dañada por el
tiempo y la erosión de factores ambientales; particularmente
presenta una grieta profunda en el cuello, que puede causar
el desprendimiento de la cabeza “yacente”.
Según
consta en la “nota explicativa” de la Dirección
de Parques, Jardines y Espacios Verdes de la Alcaldía
de París, se requiere la renovación de la concesión
del uso de la propiedad. Es necesario presentar las escrituras
del lote o los documentos testamentarios por parte de los herederos
del propietario, en este caso Jesús Eugenio Lujan(11) (Jesus
Eugène Lujan, según consta en el registro
del Cimetière Montparnasse como nom de l’acquéreur),
que certifiquen la concesión número 178 P 1907,
adquirida el 17 de septiembre de 1907. Esta “reivindicación” debió llevarse
a cabo en noviembre de 2004, o bien en un nuevo plazo con
vencimiento en noviembre de 2007.
El documento
al pie de la letra dice:
MAIRE DE PARIS
DIRECTION DES PARCS, JARDINS
ET ESPACES VERTS
Cimetière de Montparnasse
NOTICE EXPLICATIVE
Lárticle du réglement concernant les
cimetières de la Ville de Paris, précise
que les personnes revendiquant la propriété ou
l’usage dúne concession doivent faire
parvenir:
Les pièces d’état civil établissant
leurs qualités héréditaires par
rapport à l’acquéreur ou la dernière
personne reconnue ayant-droit:
Ou
Copies des expéditions des actes notariés
(notoriété dressée en minutes
ou extraits d’intitulés d’inventaires:
copies de testaments, envois en possessions, etc…),
de la concession No. 178 P 1907 acquise
le 17/09/1907
Nom de l’acquéreur Jesus Eugène
Lujan
Ces documents sont à expédier
au:
SERVICE DES CIMETIERES
Bureau du Contentieux
71, rue des Rondeaux
75020 PARIS |
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Lo anterior quiere decir que nuestro Julio Ruelas puede
abandonar su lugar de reposo si no se presentan antes de
la fecha indicada los títulos testamentarios referidos,
supuestamente en posesión de los herederos de don
Jesús Luján, mecenas generoso, quien al lado
de Jesús Valenzuela dieran sostén y vida
a la Revista Moderna, órgano de difusión
por excelencia del modernismo y depositaria de dibujos,
ilustraciones y viñetas de otros tantos destacados
artistas como Roberto Montenegro, Germán Gedovius
y Jorge Enciso.
Los herederos directos de Julio Ruelas me han comunicado
el deseo de la familia de trasladar los restos del ilustre
artista a México. ¿Qué pasará,
entonces, con la notable pieza escultórica de Arnulfo
Domínguez Bello, de singulares características,
que forma parte del monumento mortuorio? ¿Se interesarán
nuestras autoridades culturales por conservarlo en algún
museo mexicano? ¿Será más viable gestionar
la conservación de la escultura en algún
museo de París, o bien que permanezca en el cementerio
de Montparnasse, lugar de reposo de tantos personajes ilustres?
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En un reportaje especial de Anne Marie Mergier intitulado “Una
segunda muerte”, publicado en la revista Proceso,
salen a la luz los múltiples aspectos y episodios
de este caso, así como personas y asociaciones que
han tomado cartas en el asunto, como Michel Krawnick, presidente
de la Asociación Francesa de Información Funeraria;
Vincent de Langlade, historiador especialista en cementerios
parisinos; la Asociación de Amigos de Julio Ruelas,
creada por Jorge Miñano Zeballos en París;
y el sitio en internet www.julioruelas.org,
creado por Alberto Paredes quien, amablemente, se ha puesto
en contacto conmigo. El objetivo común, afirma Miñano
Zeballos, es “formar una red de solidaridad”:
Nos urge asesoría
de críticos e historiadores del arte mexicano
para realizar un informe muy documentado sobre la importancia
de Julio Ruelas en México, el cual deberemos
entregar cuanto antes a las autoridades francesa competentes.
También será preciso reunir fondos para
restaurar el monumento en las mejores condiciones posibles
bajo vigilancia de expertos, así como para asegurar
su mantenimiento bianual, conforme a la reglamentación
del panteón.(12) |
Todos luchando, finalmente, por una misma causa: asegurar
el reposo de nuestro artista y conservar el bello mausoleo
tal como se encuentra en el mítico cementerio de
Montparnasse.
Inserción en Imágenes: 04.07.06.
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