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Ricardo Legorreta: la creación arquitectónica como síntesis de la tradición y la modernidad

Louise Noelle*
noelle@servidor.unam.mx


Como amante apasionado de mi país y de acuerdo a la formación profesional
que me es propia, me apasiona nuestra arquitectura vernácula,
lección inacabable de lo mexicano.
Ricardo Legorreta: Muros de México, San Ángel Ediciones, 1978





Ricardo Legorreta Vilchis es uno de los arquitectos contemporáneos mexicanos que mayor reconocimiento han logrado internacionalmente; tan sólo en 2011 fue distinguido con el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional Autónoma de México y con el Praemium Imperiale en Japón. Con su muerte, el 30 de diciembre de 2011, la arquitectura contemporánea ha perdido a uno de sus principales exponentes. En un buen número de sus proyectos realizados durante este nuevo milenio, Legorreta conjugó acertadamente el legado de las tradiciones e incluyó aspectos importantes de la tecnología del porvenir.
      Ricardo Legorreta nació en la Ciudad de México el 7 de mayo de 1931. Realizó sus estudios de arquitectura precisamente en la UNAM e inició su vida profesional trabajando con José Villagrán García, considerado el pionero de la arquitectura moderna mexicana, de quien llegó a ser socio entre 1955 y 1960. Su obra se desarrolló inicialmente a partir del estudio y la comprensión de los valores de la arquitectura y el dominio de la técnica, como en el audaz edificio de la Celanese Mexicana (1966).
      Algunos años después, sin olvidar las lecciones del funcionalismo, adquiere una expresión más personal basada en su amistad con Luis Barragán y Mathias Goeritz, así como en las tradiciones mexicanas y sus raíces, acercándose asimismo a las propuestas de Louis Khan. Su expresión personal se muestra plenamente en el Hotel Camino Real de la Ciudad de México (1968), donde logra conjugar un carácter íntimo con las necesidades complejas de la hotelería, especialidad donde alcanzó algunos ejemplos exitosos. Baste recordar tanto los hoteles Camino Real Cancún y Camino Real Ixtapa, en la década de los setenta, como uno más reciente: el Hotel Sheraton Abandoibarra (2004), en Bilbao.

           Su extensa y variada producción arquitectónica se desarrolló a partir de 1963 encabezando la empresa Legorreta Arquitectos, fundada en sociedad con Noé Castro y Carlos Vargas, que se transformó en 2000 en Legorreta + Legorreta, con Víctor Legorreta, Noé Castro, Carlos Vargas, Adriana Ciclik y Miguel Almaraz. Las principales características de su estilo se muestran en un uso privilegiado del muro, lo que le permite dosificar y manejar acertadamente la luz; el resultado exterior es de volúmenes marcados, poderosos y de tendencia horizontal, que protegen generosos espacios internos, amables y acogedores, con una constante sensación de pertenencia al espacio y la cultura locales. Se puede afirmar que el grupo liderado por Ricardo Legorreta posee una filosofía propia, original en cuanto a los sistemas constructivos y su engarce con las formas arquitectónicas, síntesis que se hace patente al emprender la revisión de sus obras.
           Uno de los giros a los que se acercó inicialmente fue la arquitectura industrial. En este género logró resolver los requerimientos de los procesos fabriles, conservando sin embargo su lenguaje personal de creatividad arquitectónica. Se inicia con la fábrica Automex (1963-1969), en Toluca, donde Legorreta se asesora escultóricamente con Mathias Goeritz, y asimismo realiza la fábrica de Nissan Mexicana (1966), en la zona industrial de CIVAC, en el Estado de Morelos. En 1975 lleva a cabo dos obras significativas en este rubro: la fábrica de IBM, en Guadalajara, y los laboratorios "Mexicolor" de KODAK, al sur de la Ciudad de México; en ambos casos el arquitecto se avoca a dar el mismo tratamiento a la zona de oficinas y a la de manufacturas, buscando con ello la dignificación significativa del trabajo de los obreros. Poco después, con la fábrica de Motores Renault (1985), en Gómez Palacio, Durango, refrenda esta postura y ofrece además un ejemplo acabado de una arquitectura que logra adaptarse a un clima extremoso.

            Deben mencionarse asimismo las numerosas casas habitación, en las que por excelencia Legorreta dejó plasmadas sus propuestas; aquí se hacen notar los interiores, parte integral del proceso constructivo, según este arquitecto con una larga experiencia en el diseño de muebles y accesorios. Los espacios proyectados por Legorreta se revisten de texturas y colores cálidos, al igual que de materiales naturales como el barro, la madera y los textiles. Asimismo, agrega detalles refinados de la artesanía popular. Todo dentro de un sabio equilibrio entre la austeridad y la generosidad de los recintos. Es necesario apuntar, además, que Legorreta tiene en su haber residencias construidas a lo largo y ancho del orbe: llevó sus propuestas a muy diversas latitudes.
            Es necesario señalar que en las dos últimas décadas de su vida adquieren importancia aquellas obras relacionadas con la educación y la cultura; en estos casos buscó no sólo una adecuada presencia urbana de los inmuebles sino la solución a requerimientos específicos que van más allá de las instalaciones y sus aspectos técnicos. Cabe agregar que se enfrentó a problemas tan complejos como el que plantean las bibliotecas y el crecimiento inexorable de sus acervos: las obras de Legorreta establecen una equilibrada relación entre el espacio y la luz dentro de las salas de lectura, donde los haces luminosos resultan un factor decisivo; asimismo el indiscutible y creciente dominio de la cibernética, es un rubro al que le buscó y ofreció soluciones. En sus diseños de las instituciones de educación superior incluyó la consideración de los medios actuales de transmisión del conocimiento, sin dejar de lado la calidad de la convivencia estudiantil. Finalmente, los museos y salas de exhibición, en sus diversas modalidades, fueron parte de los retos que aceptó, tanto en términos formales y urbanos como en las soluciones de los espacios internos.


            El cuidado en la solución de los proyectos es uno de los rasgos distintivos de Legorreta, ya que las raíces de su inspiración se encuentran en el dominio de la técnica y en las lecciones de la arquitectura popular. Cabe subrayar que en su estilo personal destaca, además de lo ya señalado, el empleo de materiales artesanales, colores de resonancia vernácula y texturas evocadoras. El todo toma en cuenta además la adecuación al entorno y el significado que cada edificio debe enunciar de acuerdo con su destino.
            Por lo que se refiere a la arquitectura escolar, esta tuvo una importante presencia en la obra temprana del laureado arquitecto con ejemplos como la Escuela Cedros (1967) y la Escuela Ignacio L. Vallarta (1968), en la Ciudad de México; debe agregarse la Escuela Primaria Pedro de Gante, situada en el pequeño poblado de Tulancingo (1970). Estos recintos comparten una cuidadosa incorporación de las funciones docentes a las áreas de esparcimiento y prestan atención simultánea al todo y a las partes, sin olvidar la relación con el entorno urbano.


            Importancia primordial tienen sus obras relacionadas con la educación superior. En la Ciudad de México proyectó la Escuela Nacional de Artes Plásticas (1994) dentro del conjunto del Centro Nacional de las Artes, cuyo plan maestro también es de su autoría. El Centro de Artes Visuales de la Universidad de Santa Fe, Nuevo México (1999), plantea ámbitos de estudio y práctica que responden al sistema escolar basado en los lineamientos de esa institución. Para el afamado Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) realizó, junto con su taller, tanto la Escuela de Graduados en Administración de Empresas, en la ciudad de Monterrey (2001), como el Campus Santa Fe y el Centro Cultural Chiluca en la Ciudad de México (2009). Asimismo, aún se encuentra en construcción el Centro Médico Zambrano Hellion, en Monterrey. Para cada caso se diseñaron edificaciones que responden a su destino así como al clima y el entorno que le son propios. En fechas recientes se inauguró el edificio de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM (2010), mismo que, con su audaz volumetría, resulta ser la primera obra de Legorreta en su alma mater.
            Deben señalarse dos intervenciones en universidades norteamericanas dueñas de campus de gran tradición: el Centro Residencial Schwab en la Universidad de Stanford, Palo Alto, California (1997), y el Max Palevsky Residence Hall de la Universidad de Chicago, Illinois (2001), mismos que se integran al tejido preexistente sin deponer su particular lenguaje arquitectónico. En el Cercano Oriente proyectó, dentro del complejo para la Universidad de Qatar, en Doha, la Escuela de Ingeniería de Texas A&M (2007), la Escuela de Negocios y Ciencias de la Computación del Carnegie Mellon (2009), y el Centro Estudiantil y la Escuela de Diplomacia de la Georgetown University, actualmente en construcción; también realizó los dormitorios para estudiantes y el Campus Center de la Universidad Americana de la Escuela de Administración de El Cairo, Egipto (2009). En estos últimos casos se preocupó especialmente por lograr volúmenes y ambientes acordes con la cultura local, los que a la vez coadyuvan a considerar de mejor manera el clima extremoso y adaptarse a él.


           Por otra parte, Legorreta + Legorreta realizó una serie de proyectos dentro del género de bibliotecas que se inició con la Biblioteca para la Universidad Autónoma de Nuevo León (1994), en Monterrey; el edificio exento, en los límites de un amplio parque, ofrece un diseño basado en un cubo insertado en un cilindro para responder con ello a la localización de las salas de lectura en torno al acervo bibliográfico. Para el mencionado Centro Nacional de las Artes, en la Ciudad de México (1994), la propuesta consistió en un inmueble central que contiene la Biblioteca y su agradable espacio interior conducente al estudio y la reflexión, con una torre de investigación anexa. En Estados Unidos, se halla la Biblioteca Central de San Antonio, Texas (1995), una estructura alegre y convocadora, mientras que la Biblioteca de la pequeña ciudad de Chula Vista, al sur de San Diego, en California (1995), fue concebida teniendo en mente la integración a la vida de la comunidad, haciendo las veces de un centro cultural.
           El rubro de museos se inicia con el Children's Discovery Museum, en San José, California (1989), resultado de un concurso, el cual marca el inicio de su presencia internacional. Por su parte, el Museo de Arte Contemporáneo, MARCO, en Monterrey (1991), se señala por una poderosa presencia en el centro de la ciudad, a la vez que ofrece ámbitos de exposición con diversos, variados recorridos. La última década del siglo XX también vio surgir el Papalote Museo del Niño (1994) y el Museo Tecnológico de la Innovación, también en San José (1998).


            El nuevo siglo conlleva una renovación espiritual en la arquitectura, al tiempo que los requerimientos funcionales y espaciales sufren importantes cambios, lo que da como resultado edificaciones cada vez más singularizadas. Esto se hace patente en los museos que prácticamente habían dominado la escena arquitectónica en las últimas décadas. Legorreta lo inicia en la Expo-Hannover de Alemania con el Pabellón de México (2000), cinco grandes cajas acristaladas sobre un basamento de piedra que conforman una estructura sin alardes con una adecuada circulación entre las salas de exhibición y los espacios abiertos, misma que posteriormente fue reconstruida como biblioteca en la Technical University de Brunswick, en Braunschweig. Un caso especial es el del museo, taller y casa para Zandra Rhodes (2001), adaptando un edificio preexistente en Londres. Concluye esta década con el Museo Interactivo Laberinto de las Ciencias y las Artes, en San Luis Potosí (2008), y el Museo de Ciencia e Historia, en Forth Worth (2010), Texas, que comparten el giro tecnológico enfocado a la jóvenes generaciones y se organizan en inmuebles de volúmenes acusados recubiertos de piedra y ladrillo.
            Ricardo Legorreta, al frente de su taller, propuso, alcanzó y realizó soluciones arquitectónicas para diversas entidades educativas y culturales mediante proyectos individualizados que responden, en cada caso, a los requerimientos de las instituciones que los auspician. En todos los casos tomó particularmente en cuenta el bienestar de los usuarios y favoreció los lazos de la comunidad con su arquitectura, misma que, por su relación con el entorno, adquiere una presencia y un valor especiales. La preocupación central de Legorreta consistió en la idea de arribar a una expresión arquitectónica que fuera a la vez mexicana y contemporánea, dentro de la difícil tarea de enlazar lo regional y lo tradicional con los aspectos más modernos de la creación arquitectónica.

Inserción en Imágenes: 02.02.12.
Foto: Louise Noelle.

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