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de archivos

Mario Pani Darqui*

Francisco Covarrubias Gaitán**
fcocovarrubiasg@hotmail.com



Louise Noelle (comp.), Mario Pani, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 2008, 400 pp.

“En estos tiempos en los que el aumento constante de las posibilidades materiales del hombre, el progreso alcanzado, nos da la sensación de que empieza para el mundo una nueva época. ¡Ahora que nos sentimos tan diferentes de las generaciones más cercanas; que todo es movimiento y velocidad; que aceleramos locamente el paso…! ¿A dónde vamos?”

Así iniciaba Mario Pani el prefacio de su traducción a Eupalinos o el arquitecto, con licencia de Paul Valéry, en 1938. Fue don Mario una figura central de la arquitectura mexicana del siglo XX. Además fue fundador y primer presidente de la Academia Nacional de Arquitectura. Su visión, actividad promotora y ejecutora de relevantes obras arquitectónicas, urbanísticas e instituciones correspondientes a su tiempo y a su espacio, fueron proyectos que dejaron su impronta en la ciudad, mientras que para el país se han vuelto referente cotidiano. Pani no dudó en realizar sus proyectos con técnicas y criterios innovadores, sustentados en una visión que consideraba lo internacional, pero finalmente mexicana, con gran fuerza expresiva y compromiso con el México de su tiempo, al que su obra ubicaba en los países de avanzada.

El libro que refleja la exposición de 1997, como lo señala Louise Noelle en su introducción, busca una relación dialéctica entre su vida, acciones y pensamiento en torno a la arquitectura, en relación con el momento histórico de su vida y de la construcción del futuro, que él esperaba para su país en el marco del progreso y la modernidad.

Para valorar la figura y obra de Pani, Louise Noelle integra una antología con ensayos de sus contemporáneos, quienes igual se detienen en su infancia, formación, trayectoria como profesor, en su práctica de la arquitectura, en la concepción de sus proyectos como visionario y en sus soluciones que aportaban un sentido de   permanencia en su personalidad y carácter.

A Louise Noelle le debemos un gran reconocimiento. Es hoy en día la crítica más destacada y productiva de la arquitectura mexicana contemporánea, quien más se ha preocupado por la difusión de los valores y características singulares de la obra de los arquitectos que han sido objeto de su cuidadoso análisis. Al mismo tiempo, su visión de conjunto y su labor de difusión a lo largo de su trayectoria la convierten en referente obligado de nuestra arquitectura.

En el libro desfilan personajes de la cultura, la arquitectura y la crítica. Salvador Elizondo se refiere a la traducción, por Pani, de Eupalinos o el arquitecto de Paul Valéry, donde están contenidas las ideas de la arquitectura como la más temporal de las artes. Esta obra, con el apoyo de Héctor Azar, Luis Ortiz Macedo y Francisco Treviño, se dio a conocer a diversos públicos en la fundación de los capítulos de la Academia Nacional de Arquitectura. Elizondo enlaza la arquitectura y la poesía, así como la función de la crítica como aquella capaz de “esclarecer, hacer visible y explícito” el valor de la obra de un artista. Sin duda, estos elementos se presentan en el binomio de Mario Pani y Louise Noelle.

Sobre “El hombre”, Alejandro Caso nos transmite el desbordado talento de Pani y la pasión con que se entrega a cada actividad que emprende, cómo responde a situaciones adversas con nuevos proyectos, ideas y concepciones optimistas de gran visión, desde sus antecedentes y sus gustos. En particular se refiere a la cultura y cómo funda en 1978 la Academia Nacional de Arquitectura, cuyo objetivo es valorar la arquitectura como una de las máximas expresiones de México, a lo largo de treinta siglos de cultura.

Asimismo instauró el Premio Alberto J. Pani para el mejor pasante en la disciplina de la composición arquitectónica, del que recientemente celebramos la entrega de reconocimientos en su vigésima cuarta edición en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, nuestra alma mater, con participantes de 30 escuelas de todo el país.

Recordamos el Centro Urbano Miguel Alemán, proyecto de Pani en 1947; inició la obra de la Dirección de Pensiones Civiles (hoy el ISSSTE), con las ideas de Le Corbusier, de altas densidades, en multifamiliares, constituyendo una súpermanzana cuyo principio era incrementar en conjunto las áreas verdes y tener servicios autosuficientes, con soluciones de dos departamentos en tres niveles, en concreto aparente, martelinado y ladrillo prensado. Todo ello con base en las ideas de la Ville Radieuse (Sol, espacio y vegetación).

Su taller de urbanismo realizó importantes aportaciones, asociado con el arquitecto José Luis Cuevas y la que colaboración de Domingo García Ramos, cuyas enseñanzas y su libro Iniciación al urbanismo, fueron elementos fundamentales en nuestra formación. Colaboraron, además, Miguel de la Torre Garbo, Vicente Vila y Homero Martínez de Hoyos; en otras etapas el arquitecto Félix Sánchez B., Luis Ramos e Hilario Galguera. El taller de urbanismo de Pani era la más importante escuela de urbanismo en su tiempo.

Sus principales preocupaciones se referían a la zonificación, la densidad, el sistema vial, los circuitos viales fluidos, los circuitos periféricos y sus conexiones con las carreteras, la circulación sin interferencia, las agrupaciones y sus centros con servicios para uso peatonal, las normas de edificación, las normas de dotación de servicios, el respeto de los cascos urbanos existentes, el crecimiento modular… Fueron modelos que no llegaron a generalizarse, confrontados, como lo comenta Manuel Sánchez de Carmona, con la tradición urbana, con la variedad de funciones y usos que lleva consigo una vida colectiva conforme a nuestra cultura. Sin embargo, las aportaciones de Pani quedan como muestras relevantes de nuestra evolución urbanística. 

Hoy hablamos de “Hacer Ciudad”. Sin duda, la arquitectura de Pani tuvo ese propósito. Lo enmarcó con su obra urbanística desde el Centro Urbano Miguel Alemán, la Unidad Modelo, el Multifamiliar Juárez, el Nonoalco–Tlatelolco, la Unidad Santa Fe, la Unidad John F. Kennedy, Lindavista o Vallejo.

Asimismo con la planeación de la zona henequenera de Yucatán, el Programa Nacional Fronterizo, los planes reguladores de Campeche, Acapulco, Nogales, San Luís Río Colorado, Reynosa, Piedras Negras, Mexicali, Tijuana, Mérida –con propuesta de poblados satélites–, Culiacán, Guaymas, Mazatlán, Ciudad Juárez, Matamoros, Ciudad PEMEX, Ciudad Satélite, el planteamiento de 1988 de la Ciudad Concertada, con criterios vigentes para el desarrollo de la Ciudad de México actual, del que nos ilustra Maya Dávalos: estimular la inversión privada, organizar el territorio y densificarlo, detener la expansión horizontal, intensificar las construcción en las márgenes de vialidades, reducir al mínimo el agua de cuencas externas, abatir la contaminación, reducir la necesidad de excesiva movilidad, incrementar la superficie verde por habitante, propiciar la seguridad pública, fomentar los usos mezclados del suelo, entre otros.

Particular importancia tiene el proyecto del campus de Ciudad Universitaria –reconocido como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO– con Enrique del Moral (después de un azaroso proceso y la lamentable muerte de Mauricio M. Campos) y las aportaciones de un grupo de alumnos entre los que se incluían Enrique Molinar, Teodoro González de León y Armando Franco. De esta obra pueden destacarse su concepto; su trazo con un sistema perimetral de circulación continua; la espina con vialidad con doble sentido, perpendicular a Insurgentes, que divide el campus académico del área dedicada a campos deportivos, a partir del sistema de Herman Herrey, a mi manera de ver superado; la unidad espacial del campus; el aprovechamiento y la solución de las plataformas y desniveles, pórticos y pasos a cubierto; la inserción de los estacionamientos y la integración de los edificios, la incorporación de la plástica y armonía del conjunto.

Mario Pani nos dejó un enorme legado arquitectónico, como los espacios sorprendentes del Conservatorio Nacional de Música, proyecto de 1946. Su amplio legado urbanístico y la creación de la Academia Nacional de Arquitectura, que surge como fruto y producto de la situación que enfrentaba la arquitectura y que hoy mantiene su vigencia. Francisco J. Treviño comenta en el libro Mario Pani el trabajo arduo e intenso, estimulante y compartido para establecer los objetivos, integrar la membresía, definir la estructura y redactar los estatutos que se sintetizan en el principio de “Crear para la Arquitectura mexicana el ámbito apropiado en la cultura nacional, que permita a nuestras comunidades entenderla, valorarla y ubicarla, como el elemento indispensable para hacer el país al que aspiramos.”

Hoy se complementan con principios para mejorar la habitabilidad, hacer ciudad, poner en valor el patrimonio con la divisa que él propusiera: “Conocer, reconocer y dar a conocer la Arquitectura.”

 

 

 

 

Inserción en Imágenes: 18.11.08

Foto de portal: portada de libro, Mario Pani Darqui y edificio de apartamentos en Balsas 37 en foto de Guillermo Zamora, Archivo Mario Pani. 

 



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO