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Diez
años sin Edmundo O'Gorman*
Conrado Hernández
López**
chlopez@colmich.edu.mx
El próximo año se cumple un centenario del natalicio
de Edmundo O'Gorman (1906-1995). Como un reconocimiento anticipado,
ofrecemos una breve reflexión sobre este historiador mexicano
y su forma de concebir la Historia; autor -entre otras importantes
obras- de La invención de América y México:
el trauma de su historia.
Pensaba que concebir a la historia como un proceso de la
libertad, como el proceso de las mutaciones del querer
ser del hombre, hacía necesario comprenderlo
en las condiciones y las posibilidades reales de su existencia
(es decir, concediendo el peso a sus acciones y a sus decisiones)
y, sobre todo, requería develar la íntima conexión
de su pensamiento con los acontecimientos que imprimen el
carácter específico a una época. De
este modo, el conocimiento histórico cobra significación
y sentido al hacer inteligible la actividad del ser humano
en su tránsito hacia un futuro siempre incierto y
amenazante.
Apoyado en una perspectiva historicista derivada principalmente
de las filosofías de Wilhem Dilthey, José Ortega
y Gasset y Martin Heidegger, O'Gorman rechazó tanto
los postulados científicos de una verdad imparcial
y objetiva como la mera historia narrativa, es decir, los
relatos que privilegian la descripción (por más
exhaustiva o entretenida que ésta pueda ser) y que
sacrifican la significación, pues mostrar el significado
de un proceso histórico es precisamente lo que justifica
el trabajo de investigación. Esto es porque la vida
misma se desenvuelve en imaginar, o en inventar, las respuestas
significativas para nuestras preguntas fundamentales. Si
la razón humana ha sido un instrumento al servicio
de la vida, ¿por qué la verdad histórica
no iba a responder a otra necesidad vital? Por eso la operación
que consiste en poner el conocimiento del pasado como un
proceso significativo al servicio del presente supone que éste
es el lugar donde dicho conocimiento cobra el sentido de
autorreflexión; de este modo, le corresponde al historiador
asumir la doble responsabilidad: frente a los otros (sus
contemporáneos) y por los otros (sus antepasados).
Para
O'Gorman la utilidad del conocimiento histórico se
expresa en una actitud ética ante la vida. Como no
hay una instancia extrahumana responsable de lo que acontece
en la historia, el ser humano debe asumir su vida como "responsabilidad" permanente
(porque es imposible achacar la falta propia a la fuerza
divina o algo similar) y "autolimitación" (no hay
ninguna norma extrahistórica que regule nuestro actuar
que, sin embargo, debe ser normado). Esto supone el cuestionamiento
permanente, una exigencia de dar cuenta y razón, que
es el supuesto previo de la filosofía y de la política.
Finalmente, dentro de las necesidades vitales del presente,
no hay privilegios para la realidad pasada porque ésta
es sólo una masa de hechos brutos o de materiales
empíricos que sólo cobran sentido al ser avalados
por el estudioso. Contra
lo necesario, lo previsible y lo irremediable del estudio
objetivo del pasado, O'Gorman reivindicó la relatividad
de la historia efectiva con la reflexión sobre otras
historias que en su momento fueron efectivamente posibles
sin haberse realizado o que quedaron a medio camino. En este
sentido, en el "perfil general de cómo quiero que
se escriba la historia", O'Gorman propuso una historia tan "imprevisible
como el curso de nuestras mortales vidas", "tejida de sucesos
que así como acontecieron pudieron no acontecer";
una historia sin la "mortaja del esencialismo y liberada
de la camisa de fuerza de una supuestamente necesaria causalidad".
En fin, de
(...) una historia espejo de las
mudanzas, en la manera de ser del hombre, reflejo, pues, de
la impronta de su libre albedrío
para que en el foco de la comprensión del pasado no
se opere la degradante metamorfosis del hombre en mero juguete
del destino inexorable.
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