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Sobre el nuevo libro de Aurelio de los Reyes:
El nacimiento de ¡Que viva México!*

Carlos Martínez Assad**
assad@servidor.unam.mx

Aurelio de los Reyes, El nacimiento de ¡Que viva México!, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2007, pp. 392.

Cuando los estudiantes vieron allá por los años sesenta El acorazado Potemkin en el cineclub del auditorio Justo Sierra de Ciudad Universitaria, guardaron un profundo y respetuoso silencio. Quizás pensaban que así sería la revolución que aún soñaban para México. La huelga, Octubre, Alejandro Nevski y la trilogía de Iván el Terrible les amplió el panorama a los estudiantes sobre aquella tierra ignota con el añadido de escuchar los acordes de Prokofiev en las últimas. Fue después de ese recorrido por las estepas rusas y los zares misteriosos que vino Tormenta sobre México porque el mismo director que los enterados llamaban con extrema familiaridad Eisenstein, había realizado un retrato conmovedor de México, cuyas escenas resultaban entonces un fuerte golpe a causa del contraste entre lo urbano que se vivía con intensidad y lo rural que parecía ya tan lejano.
            En poco tiempo aprendieron que Eisenstein no era el mismo que Einstein, aunque algunos continuaron confundiéndolos. El primero se convirtió en un icono de las tertulias en los cafés estudiantiles, sobre todo porque Lenin era el otro lado de la referencia si uno de los filmes más famoso del cineasta estaba asociado a Los diez días que conmovieron al mundo, el reportaje que escribiera John Reed sobre los inicios de la Revolución soviética.
            Desde entonces los mismos estudiantes sabían que Upton Sinclair, el prolífico novelista gringo, era el malvado que le había robado la película a Eisenstein. No sé cómo se enteraron pero quizás la explicación estaba en la cantidad de revistas de la Academia de Lenguas Extranjeras de la URSS que entonces se regalaban.

            Esas vivencias inmaduras se aclaran sobradamente con la lectura del libro de Aurelio de los Reyes, El nacimiento de ¡Qué viva México!, la génesis de la idea que le dio origen y producto más que de una investigación, de una vida dedicada a la búsqueda de conocimiento, a la pesquisa paso a paso, día con día, de sus obsesiones. Sabíamos por muchos de sus títulos que el cine es una de ellas y ahora con ese pretexto se suma uno de los más apasionantes relatos sobre el cineasta soviético Sergei Eisenstein; pero va más allá porque, como si se tratara de un filme de Alain Resnais, el libro sigue el proceso de gestación y creación de una película mítica que unió a dos países que emergían de las primeras revoluciones del siglo XX.
            Cual moderno Sherlock Holmes, el autor –quien por eso lleva en ocasiones su cachucha a cuadros de lana escocesa–, lupa en mano nos lleva a descubrir y revisar meticulosamente los indicios para entender no la historia de un crimen sino la de las frustraciones de un proyecto fílmico. Viajes a Estados Unidos, Rusia y Alemania; archivos consultados en las lenguas más diversas; diarios, libros y revistas para buscar datos, confrontarlos y seleccionar lo necesario. A Aurelio de los Reyes se le puede aplicar la opinión que mereció de sir Arthur Conan Doyle el personaje que creó: “!Qué tipo: de la nada sacaba luz con su ver, observar y deducir; todo con la cabeza”.
            El libro puede leerse también como una suerte de thriller o verse como una película de Hitchcock cuando, con su famoso travelling, la cámara se mueve, dice Slavoj Zizek, desde “el plano general de la realidad al detalle que debe seguir siendo una mancha borrosa cuya verdadera forma sólo es accesible para una ‘visión desde el costado’, anamorfótica, es decir, que aísla lentamente, respecto de lo que lo rodea, el elemento que no puede integrarse a la realidad simbólica, que debe seguir siendo un cuerpo extraño para que la realidad descrita conserve su coherencia”.(1)

            Hay en esa intención algo tan subjetivo como la percepción de Eisenstein sobre México, no como quedó plasmado en su filme sino en su aproximación para filmar después de su fracaso en Estados Unidos. ¿De veras creyó Eisenstein que podría contra la fuerte cimentación del negocio cinematográfico que la fuerza del capitalismo entonces instalaba? ¿No adivinó que el mismo fenómeno alcanzaba a México y que no lograba desprenderse de su primera impresión, muy naif desde que se decepcionó porque Tijuana no era como los murales de Rivera? Algo que seguramente les pasa a muchos extranjeros todavía. Su inocencia se afirma con el hecho de venir acompañado de productores que, como De los Reyes nos demuestra, tenían muy acotados intereses sintetizados en la carta que Mary Craig, la esposa de Upton Sinclair, le hizo firmar para establecer: “Todos los negativos del film y los positivos impresos, y todas las ideas de la película mexicana serán propiedad de la señora Sinclair.” (p. 103)
            También resultaba increíble, como lo deja ver el autor, que no hubiera el deslinde político necesario respecto al visado y para que las autoridades, es decir, el aparato burocrático mexicano, le tratara como el famoso personaje que era en el plano internacional, pues sus películas habían tenido éxito. Es curioso que no hubiera percibido que la burocracia mexicana no estaba tan alejada de la de Stalin. Resultaba tan singular como sospechoso que un comunista, apoyado por supuestos simpatizantes estadounidenses, quisiera recorrer diferentes regiones de México para hacer una película en la que necesariamente aparecerían los problemas de un país atrasado, pobre y que estaba pasando por momentos muy difíciles en la transición de la institucionalización revolucionaria.

            Cuando el 11 de diciembre de 1930 la Secretaría de Relaciones Exteriores otorgó los permisos para que Eisenstein filmara en México, el director acompañado por Eduardo Tissé y Grigori Alexandroff  gozaba de un fuerte reconocimiento en el país porque sus películas ya se habían visto en corridas comerciales. En una nota de El Universal del 10 de julio de 1929 destacaba el éxito que se había obtenido con la exhibición de la cinta Octubre y, aunque parezca increíble, ya se decía que la recepción del público metropolitano había reaccionado al “afán de mostrar un nuevo sendero, que se alejara de las rutas eternas de Hollywood”… (¡Increíble porque han transcurrido casi ochenta años y se sigue escuchando esa frase!) La nota agregaba: “Elemento de cultura y no de simple pasatiempo, es claro que el cinematógrafo ruso, controlado por el Estado, no se limita a contar fábulas, más o menos ingeniosas y con su eterno final sonriente, sino que desea llegar hasta el corazón o el cerebro de los espectadores… Y a la larga todos los públicos habrán de pedir las películas rusas con verdadera ansiedad, ya que habrán unido, dentro de ellos, tanto el sentido puramente recreativo, al artístico o al científico.”
            Así, cuando se instalaba la Rusia Film México para exhibir en el Teatro Nacional sus películas (en efecto, se refería al Palacio de Bellas Artes, aunque por obra y gracia del oficialismo se inauguraría hasta 1934), el país se recuperaba apenas del asesinato de Álvaro Obregón y los caciques se sumaban a la dinámica centralizadora del Partido Nacional Revolucionario. El 5 de febrero de 1931 ya estaba Eisenstein en México cuando el presidente Pascual Ortiz Rubio sufrió un atentado después de la toma de posesión y el Jefe Máximo le hacía la vida imposible para gobernar. Esos eran signos de las dificultades que tendría para filmar, a lo que se sumaba que no eran nada buenas las relaciones entre México y la Unión Soviética, desde que la embajadora de ese país en México había tenido que abandonarlo acusada de alebrestar los ánimos entre los trabajadores sindicalizados y era proscrito el Partido Comunista de México.

            Había también algo que se adelantaba a la definición del México surrealista en la carta que desde Estados Unidos le enviara José Clemente Orozco al cineasta, cuando ya se encontraba en el país el 12 de julio de 1931. Al terminar le decía: “Le deseo que su permanencia en México sea de lo más agradable y fecunda para usted y que si lo asaltan en un camino, no sólo no sufra daño alguno, sino que pueda, cómodamente, filmar el episodio con todo y muertos.” (p. 282)   
             No obstante, al mes de su llegada Eisenstein y su equipo reaccionaron con rapidez y viajaron en avión hacia Oaxaca, inmediatamente después del destructivo sismo del 14 de enero de 1931. Gracias al DVD sobre Oaxaca realizado por Aurelio de los Reyes para la Filmoteca de la UNAM (2005), se puede ver el material que filmó en esa ocasión como una muestra de lo que le interesaba para lo que todavía llamada su Mexican Picture. Hay ya un tratamiento excepcional en el corto que realizó y que llamó “El desastre de Oaxaca 1931”. La gente contra el paisaje desolado de la destrucción, mujeres enrebozadas y campesinos con sombrero de ala ancha en una fotografía que recuerda la dimensión que les dio Hugo Brehme para luego enfocarlos como agrupamiento en los planos que le caracterizaron con el impecable contraste del blanco y el negro que sabía imprimir el fotógrafo Alexandroff.
            Precisamente, su camarógrafo resultó pieza clave en toda la concepción del filme ¡Qué viva México!; le ayudó a delimitar el perfil de un periodo, de sus movimiento y de su ritmo porque finalmente, según Gilles Deleuze, montaje y tiempo definen la obra cinematográfica: “el propio montaje constituye el todo, y nos da así la imagen ‘del’ tiempo. Es, por tanto, el acto principal del cine. El tiempo es necesariamente una representación indirecta porque emana del montaje que liga una imagen-movimiento a otra”. (2)

            El montaje, como se sabe, fue la preocupación central del cineasta en todos sus filmes. Por eso Aurelio de los Reyes otorga tanta importancia al guión y lo considera un enigma, es decir, lleno de símbolos, de señales con una concepción sinfónica para dividir los capítulos a partir del libro Ídolos atrás de los altares de Anita Brenner, situado en el origen de la aventura del cineasta en México, apoyado en México y su herencia de Ernest Gruening. En él encontró la posible multiplicidad de paisajes de un país con gran riqueza regional, contrastante en clima y tradiciones. Por eso quiso filmar en el centro del país y en el alejado sureste las novelas que componen el conjunto.
            Hay una propuesta de película que Eisenstein reelaboró día a día para librar la censura y vigilancia que desde entonces se impuso en México para dejar filmar a los extranjeros. La técnica del montaje era su mayor preocupación con la idea de un filme sincronizado. A dicha propuesta hay que añadir la que Aurelio de los Reyes considera técnicamente posible cuando, en la quinta versión del guión, partía del texto narrado con voz en off sobre las imágenes (p. 308). El autor hace otra propuesta de película, la de la elaboración, en un juego de espejos que frecuentó Eisenstein del modo en que lo hicieron posteriormente otros cineastas como Hitchcock o Visconti. Y se podrían añadir más ejemplos como la pieza de teatro que montó Robert Hossein en Paris para festejar los 50 años del estreno del  El acorazado Potemkin en 1975, con todo y Escalinata de Odesa en el foro de un teatro rebosante de actores; la misma cita que hizo Brian de Palma en Los intocables (1987) y el carrito de bebé cayendo por las escaleras de la estación de ferrocarril, no en medio de la policía del zar matando a los disidentes, sino entre la lluvia de balazos entre gangsters de Chicago.
            En el filme que propone Aurelio de los Reyes sería estupendo ver al cineasta soviético burlar con humor los obstáculos de la burocracia mexicana, los libros que traía consigo desde que nació su interés por México a cuyos pobladores les gustaba jugar con la muerte, la desastrosa política que se vivía en los primeros años treinta, la cara que puso al entender lo que era Hollywood, cuando vio su película en las ediciones de 1932 y 1946 (“es lo más triste”, dijo), de lo cual era responsable en parte por no haber logrado definir con precisión en un guión lo que realmente quería, y aun pudiendo terminar la edición, es decir, el montaje que le importaba tanto; no lo hizo..

            Alguna de esas versiones que no autorizó Eisenstein fue la que vieron aquellos estudiantes que frecuentaban los cineclubs de la UNAM en los años sesenta con el título de Tormenta sobre México. Sólo tiempo después pudieron conocer, gracias a la venta del DVD, la que podría ser la autorizada por Eisenstein ¡Qué viva México!, cuyo montaje fue realizado por Alexandroff al final de su vida en 1979. El autor sumó cinco tratamientos y había, además, un séptimo que iniciaba con algo que todavía me parece extremadamente vigente acerca de lo que es nuestro país, y que con toda seguridad está en el origen de las dificultades del equipo soviético en México. Se trata del escrito de Vera Kuteischikova con el título Camino tan largo como la vida, alusivo a la propuesta de investigación en la que se ha empeñado Aurelio de los Reyes, y que conserva el acierto de que Eisenstein lo utilizara como preámbulo:

“¿De dónde se puede saber…
a quién se puede preguntar…
En qué libro se puede leer…
Qué significa México?”

 

¡Que viva México!

Índice del libro El nacimiento de ¡Que viva México!
Introducción

“…My loved Mexico…”
“…el país se me presentó con todas sus contradicciones…” / El tema, México / “…fue esto, el Día de Muertos…” / Recuerdos y notas

“Una frenética combinación de circunstancias”
Rumbo a los Estados Unidos / Eisenstein y la prensa / Hollywood y la vanguardia / Eisenstein, curiosidad insaciable / Llegada a Hollywood / “No hará falta ningún Sansón…” / Encunado-desencuentro con México / Los fascistas versus Eisenstein / Una tragedia americana / Fin del contrato con Paramount / Rumbo a Japón

¡Que viva México!
“Relieve me, Once in a lifetime / México, otra vez en el camino / Decide hacer la película / Eisenstein y Flaherty / Mediación de Chaplin / Eisenstein y Upton Sinclair / Crónica de una visa / Eisenstein y Diego Rivera / El gran negocio / La visa mexicana / “There is one embarrassing matter…” / Los primeros gastos / The Mexican Picture / Eisenstein y Maximiliano de Hamburgo (presentimientos) / Rumbo a México

¿Qué sabía de aquel remoto país?
Primera etapa de acercamiento al tema / Revisión historiográfica / Marie Seton / Geduld y Gottesman / Yon Barna / Inga Karentnikova / Eduardo de la Vega Alfaro / Conclusiones / Fuentes indirectas / Las revistas alemanas / Arbeiter Illustrierte Zeitung / Kölnische Illustrierte Zeitung / México y Alemania / Doctor Alphons Goldschmidt / Hugo Veme / México y Rusia / Segunda etapa de acercamiento al tema / Lecturas / Mexican Folkways / Idols Behind Altars / Edward Weston / Tina Modotti / Otros libros / Idols Behind Altars, un libro para el camino / Más libros

Bienvenido al paraíso
Inicio de la película / Infierno en el paraíso / En la cárcel / La miel se fue de la luna / La censura / Pese a todo, el paraíso

El argumento de la película
El borrador / Miguel Covarrubias / Orozco y Soldadera / José Guadalupe Posada / Encuentro con los toros / Primer tratamiento / Un terremoto en Oaxaca / Tehuantepec / Segundo tratamiento / Tercer tratamiento / Una relación de mutua admiración: Eisenstein y Orozco / “En algún lugar de los Campos Elíseos del éxtasis / Los Ángeles / Nueva York / México / Nos encontramos / Cuarto tratamiento / Quinto tratamiento

Técnica y título
¿Una película de color, y no en color? / Una película sincronizada / ¿Cómo se llamará la criatura? / a. Hemerografía contemporánea / b. Diversos autores / The Mexican Picture / c. Documentos generados por Eisenstein / ¡Viva México! / ¡Que viva México!

Epílogo
Todo por un papel

Apéndice
El archivo de Eisenstein

Bibliohemerografía
Archivos / Periódicos / Revistas / Filmografías / Otras películas / Videos / Bibliografía

Abreviaturas

Para ver un recorrido iconográfico hacer click en la siguiente dirección electrónica: http://www.quevivamexico.com/still05.html.

1. Slavoj Zizek, “El corte hitchcokiano: pornografía, nostalgia, montaje”, en Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock, Manantial, Argentina, 1994, pp. 42-43.
2. Gilles Deleuze, La imagen y el tiempo. Estudios sobre cine 2, Paidós, Barcelona, 1986, p.56.

* Texto leído durante la presentación del libro El nacimiento de ¡Que viva México! de Aurelio de los Reyes el 11 de febrero de 2008 en la Cineteca Nacional. Agradecemos al autor su autorización para reproducirlo.

** Carlos Martínez Assad es investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Es autor, entre otros libros, de El laboratorio de la Revolución. El tabasco garridista (Siglo XXI, 2004), además de innumerables artículos de investigación publicados en revistas especializadas.


Inserción en Imágenes: 21.02.08
Fotos de portal: imágenes de la película ¡Que viva México!



   
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