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efemerides

Ha muerto Stockhausen

Consuelo Carredano*
ccarredano@infosel.net.mx

stockhausen

Karlheinz Stockhausen dejó de existir la mañana del 5 de diciembre de 2007. Compositor influyente y controvertido, capaz de despertar por igual admiración y animadversión, fue una presencia imprescindible en la música del siglo XX.  Había nacido en 1928 cerca de Colonia, en Mödrath, y después de una infancia difícil, su biografía da fe de una estricta preparación: estudió piano, oboe y violín, armonía, contrapunto, pedagogía musical, musicología y filosofía. Más tarde viajó a París para consolidar sus estudios con Olivier Messiaen y Darius Milhaud. Al despuntar los años cincuenta, entró en contacto con los músicos que integraban la vanguardia alemana. A partir de 1953 compuso obras electrónicas e inició su colaboración con el Estudio de Música Electrónica de la Radio Oeste de Colonia, una institución clave para el desarrollo de esta tendencia y que él mismo llegaría a dirigir. Autor de más de 350 obras –entre ellas el Cuarteto para cuerdas y helicópteros, célebre sobre todo por su espectacularidad–, Stockhausen vino a ser, con el tiempo, una auténtica figura de culto.

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            La obra de Stockhausen se convirtió en un símbolo de ruptura: pionero en nuevas tecnologías y conceptos estéticos, su irradiación rebasó la esfera de la música “culta” (hasta Stravinski le prestó cierta atención si bien no le ahorró sus críticas). Artistas del jazz, pop, rock y hasta las bandas psicodélicas de San Francisco se declararon sus deudores. Se dice que sus obras atrajeron la atención de aficionados que superaban en mucho el número habitualmente reducido del público de música contemporánea. Cuando a mediados de los años setenta su estética desembocó en un sospechoso misticismo, también se granjeó una nutrida estela de seguidores. Junto con John Cage, Stockhausen es uno de los escasos compositores de vanguardia que consiguieron calar en la conciencia popular. Él mismo se encargó de difundir su música al crear su propia compañía discográfica que asimismo administraba sus derechos de autor.

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            Su carrera como maestro y conferenciante, investigador de laboratorio, editor y autor de textos musicales fue larga y provechosa. Recorrió Europa, Asia y Estados Unidos antes de establecerse como profesor de un conservatorio en Alemania; más tarde inauguró sus atractivos cursos anuales y se recluyó en un semi-retiro. Su gran momento de gloria, coinciden los analistas, fue en la década de los setenta, cuando impulsó conceptos como el indeterminismo, la aleatoriedad y el azar, que detonaron la creatividad de numerosos jóvenes compositores en buena parte del mundo occidental. Durante los años en que él mismo se iniciaba en el serialismo integral, comenzaba a asignársele al intérprete un papel diferente: el de improvisador (aunque existían antecedentes claros en la tradición hindú, el jazz e incluso en el barroco). Una sola obra ofrecía así no una, sino varias interpretaciones: de ahí la importancia de la figura del compositor-intérprete. Las nuevas tendencias exigían músicos bien dotados y con suficiente criterio para fijar el rumbo en el transcurso mismo de la ejecución. Más allá de la destreza técnica, la obra ganaba mucho cuando contaba con una mente musicalmente estructurada desde el punto de vista del proceso creativo, sus variaciones y posibilidades.

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            Tal era el caso de Gerhart Muench y de compositores como Manuel Enríquez, Alicia Urreta, Mario Lavista, Federico Ibarra quienes, en México, promovieron las obras de la vanguardia local y europea (Krenek, Boulez, Berio, Messiaen). En 1965, Muench hizo escuchar por primera vez en este país una obra de Stockhausen: el Klavierstuk XI, la primera incursión del creador alemán en el mundo del azar y, según quiere la tradición, la primera obra plenamente aleatoria junto con la Primera sonata para piano de Pierre Boulez. Relata Juan Vicente Melo que el público mexicano “no pudo contener su asombro al contemplar la enorme partitura (una sola inmensa hoja rectangular fijada a un atril de madera) que Muench leía en forma desacostumbrada”. Como se sabe, esta forma de grafía musical requiere que queden a un solo golpe de vista del intérprete y del director todas las posibilidades de la obra.

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            En febrero de 1968, Stockhausen visitó México para dictar una serie de conferencias en el Conservatorio Nacional de Música y asistir a un concierto con obras suyas en el Auditorio Nacional. Sin duda, su presencia contribuyó a robustecer más de una vocación vanguardista; la peculiar personalidad de Stockhausen, fuertemente aderezada de egocentrismo, no pasó inadvertida, incluso para sus más obsequiosos admiradores. El compositor y crítico Raúl Cosío se tomó el cuidado de consignar las enseñanzas de Stockhausen en una serie de artículos que documentan minuciosamente sus cursos en el inolvidable año olímpico.

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            A juicio de la mayoría, las conferencias resultaron más bien desconcertantes. El discurso anecdótico y colmado de digresiones enturbió, según se dijo, la comunicación con el público y restó relevancia a los conceptos estrictamente musicales y estéticos de su obra. Federico Ibarra se referió en entrevista a la actitud “petulante, presumida” que Stockhausen adoptó en el curso, impidiendo así que los asistentes se abrieran “a su pensamiento musical avanzado y lleno de búsquedas novedosas”. Otros músicos mexicanos también tuvieron oportunidad de conocer de cerca sus propuestas. A finales de los sesenta, Julio Estrada y Mario Lavista viajaron hasta Colonia para asistir a sus clases. En la Reinische Musikschule se analizaban entonces las últimas obras de Stockhausen, basadas en la improvisación. En buena medida, la experiencia animó a los mexicanos a formar en París, donde perfeccionaban sus estudios, un efímero grupo de improvisación musical. De regreso a México, Mario Lavista repetería la aventura al crear, con otros artistas, el legendario Grupo Quanta. ¿Todas estas experiencias justificarían un estudio musicológico más amplio para ceñir la verdadera influencia de Stockhausen en la vanguardia mexicana? La respuesta queda en el aire. Lo cierto es que, desde ahora y aquí, Stockhausen bien se merece una señal de despedida.

Para escuchar algunos fragmentos de la música de Karlheinz Stockhausen acceda a www.medienkunstnetz.de/werke/studie1/

* Consuelo Carredano es Investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es autora, entre otros libros, de Cuerdas revueltas. Cuarteto Latinoamericano. Veinte años de música (FCE, 2003), Joaquín Gutiérrez Heras: la poética de la libertad (Cenidim-INBA, 2000), Ediciones Mexicanas de Música. Historia y catálogo (Cenidim, 1994), además de múltiples artículos de investigación especializada y semblanzas de músicos mexicanos.

Inserción en Imágenes: 20.02.08
Foto de portal: portada de disco Kommunion intensität aus den sieben lagen de Stockhausen.



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO