Luces del Caravaggio
Edvige Abete
eabete@interfree.it
Traducción de Olga Sáenz
18 de julio de 1610. Sobre la playa toscana de Puerto Hércules, un hombre vaga desesperado. Constantemente dirige la mirada en dirección del horizonte, padece una intensa fiebre y delira. Tiene en el bolsillo un salvoconducto firmado por el cardenal Gonzaga y se halla en espera del perdón y la gracia papales que le permitan regresar finalmente a Roma, tras cuatro años de exilio. En tal espera le sorprende la muerte, a solas, alejado de todo y de todos, a semejanza de la manera que siempre eligió para vivir. Este hombre es Michelangelo Merisi, conocido como el Caravaggio, el “genio de las luces”, el más grande pintor del seiscientos.
A cuatrocientos años de su muerte, en la penumbra de la muestra preparada en las salas de exposición de la Escudería del Palacio del Quirinale, en Roma, sus figuras destacan en la oscuridad y aparecen en escena delante de los ojos de los espectadores. Animados de vida y de luz propia, rostros y cuerpos recuperan volumen y movimiento como si fuesen de carne y hueso. Algunas obras como la Canasta de frutas abandonan por primera vez sus sedes de exposición permanente: frutas de formas y colores diversos sobresalen mediante un espléndido equilibrio de luces y materia. Sirve de contraste a la muestra toda la ciudad de Roma, que concentra en el interior de las capillas gentilicias de sus iglesias y en las colecciones de diversos museos, como la Galería Borghese, la más elevada cantidad de obras del artista en el mundo.
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En 1571, en el mismo año en que Michelangelo Merisi nace en Milán, Europa detiene de manera definitiva la invasión turca en el Mediterráneo, con la victoria naval en aguas del Lepanto. Marco Antonio Colonna fue el almirante de la flota victoriosa; pertenecía a una de las más antiguas y poderosas familias de la aristocracia romana, cuyo destino se cruzaría varias veces con el del artista.(1)
Caravaggio tenía veintiún años cuando se traslada a Roma, ya con una gran experiencia a sus espaldas. Fue aprendiz en el taller milanés de Simón de Peterzano, de quien asimiló las lecciones del realismo lombardo y de los maestros venecianos como Giorgione y Tiziano, entre las figuras más relevantes.
Para un artista que se revelaba desencantado del realismo, Roma ofrece los mejores ejemplos de cuantos se podían desear. La vida en las calles, con sus talleres y tabernas, cuyos parroquianos son artesanos, gente común y prostitutas, le proporcionaría los primeros personajes y éstos serán los modelos que posarían para Caravaggio, cuyo interés por representar al vulgo no decayó no obstante haber alcanzado la fama. Esta turbulencia de la vida romana al final del Cinquecento se confirma ante la reacción del papa Clemente VIII: apenas electo en 1592 decidió limpiar las calles de la ciudad de armas, duelos callejeros y prostitutas.
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Las pinturas de Caravaggio que representan con absoluta fidelidad la vida en la calle son la Buona Ventura y los Bari, obras que le abrieron las puertas de los palacios de la aristocracia romana y lo liberaron de la indigencia. El cardenal Federico Maria del Monte, poderoso diplomático de la vida intelectual y política de su tiempo, lo toma bajo su protección y lo invita a vivir en su palacio. El cardenal es un coleccionista de instrumentos y partituras musicales, los cuales entran por primera vez en el repertorio de Michelangelo Merisi, permitiéndole además incorporar las representaciones realistas con vestimenta moderna. Como ejemplo: los Músicos, prestado por el Metropolitan de Nueva York, y el Tañedor de laúd, del Hermitage; los jóvenes protagonistas visten suaves ropajes blancos de corte clásico.
La búsqueda pictórica de Caravaggio se sustenta cada vez más en sus emociones y sentimientos. Construye las escenas a la manera teatral, seleccionando el instante de mayor tensión. Con un juego sabio de claroscuro en el famoso episodio bíblico de Judit y Holofernes, condensa las luces en las manos, brazos y movimientos del torso de la protagonista; con ello logra representar el instante supremo del grito de Holofernes, cuando Judit decapita al rey de los Asirios.(2) Una vez más la realidad lo auxilia: el pintor ha visto la sangre brotando durante la decapitación de Beatriz Cenci, condenada y ajusticiada en 1599 por parricidio. Asimismo, utiliza una escena de la vida cotidiana ocurrida en una de las tantas tabernas que frecuenta entre el Trastevere y Campo Marzio, a fin de representar la Vocación de San Mateo. Recurre a una concentración de luces que corta oblicuamente e ilumina a los personajes principales, pasando como un flujo magnético del brazo de Cristo a un asombrado e incrédulo Mateo.
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Escenas alejadas de toda retórica, captadas en el momento culminante de la acción, son las dos versiones (de Brera y de Londres) de la Cena de Emaús. En la pintura proveniente de la Pinacoteca de Brera, Caravaggio había abierto una amplia ventana al lado del mesonero, la cual fue cancelada con la intención de anular toda luz física proveniente del exterior.
Asiduo visitante de tabernas y burdeles a lo largo de los años, Caravaggio sufre una larga secuela de problemas judiciarios y arrestos por violencia y prepotencia debido a su temperamento irascible. Influyentes personajes siempre lo sacan de cualquier problema. En 1602 pinta para la iglesia de Santa Maria en Vallicella un enorme retablo representando la Deposición de Cristo: para la gloria de sus detractores la construye según un esquema clásico que recuerda la deposición de Rafael. La composición se inicia en el brazo palidecido de Cristo descendiendo sobre la piedra tumbal y concluye con los brazos en alto de Cleofa que eleva hacia el cielo su dolor. Si el cuerpo lívido de Cristo muerto impresiona por su verismo (su abandono recuerda la Piedad de Miguel Ángel), se hace más intenso el efecto en el rostro de Nicodemo (parecido al de Miguel Ángel Buonarroti), un rostro común en las calles de Roma. Asimismo, la Magdalena, la Judit de Holofernes y numerosas vírgenes tienen el rostro y la apariencia de la cortesana romana Fillide Melandroni, circunstancia que provocará continuamente el escándalo y convencerá a las autoridades de remover los cuadros. En efecto, vírgenes similares a las mujeres del pueblo no habían sido representadas jamás. Será quizá por esto que la figura que aparece en Muerte de la Virgen, con el cuerpo hinchado y las piernas descubiertas, no fue aceptada por los carmelitas de la iglesia de Santa María de la Scala. Sin embargo, todas las obras rechazadas por el clero fueron adquiridas por los coleccionistas privados.(3)
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El 28 de mayo de 1606, durante otra de sus frecuentes reyertas, Caravaggio hiere en la pierna, con un golpe de espada, a Ranuccio Tomassoni, prepotente y pendenciero hijo de una influyente familia filo española. Tomassoni muere desangrado poco después. El papa Paolo V Borghese de inmediato condena a muerte al asesino. Por esta razón Caravaggio se pone a salvo en los feudos laziales de los Colonna. Inicia así una exitosa fuga por medio de ininterrumpidos desplazamientos y de muchos misterios. No obstante de que todos sabían dónde se encontraba, no es arrestado. Nadie lo quería muerto, pero sobre todo nadie deseaba que dejara de pintar. Pasa de Nápoles a Malta, entra en la orden de los Caballeros Jerosolimitanos, después escapa de un nuevo arresto cuyas razones se desconocen. Se resguarda en Siracusa y más tarde parte a Mesina, donde permanece por algunos meses; posteriormente va a Palermo y al fin regresa de nuevo a Nápoles. En su huida espera el perdón papal. Su fama lo acompaña y continúa pintando grandes y monumentales lienzos, que fueron adquiridos mediante pagos exorbitantes.
En Nápoles, en la casa de la marquesa Costanza Colonna Sforza, Caravaggio encuentra protección al recobrar sus relaciones de juventud, gracias a las cuales pinta la monumental y conmovedora tela de La flagelación para la iglesia de San Domenico Maggiore: mientras el blanquísimo torso de Cristo, no obstante estar amarrado a la columna, parece rotar, los cuerpos de los tiranos, a pesar del esfuerzo de la acción, dan la apariencia de permanecer inmóviles.
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Cuando finalmente todo indica que la gracia papal está por llegar, el artista se embarca en Nápoles con ruta hacia el puerto de la Toscana, cercano a Roma.(4) Una segunda embarcación lo sigue con sus pertenencias y las pinturas que donaría al Papa, entre las cuales se halla el David con la cabeza de Goliat: un jovenzuelo del cual aparece en la composición sólo la mitad de su cuerpo sostiene con una mirada plena de compasión una cabeza trunca y sangrante con la boca aún abierta y mostrando la dentadura. En una toma de conciencia de su propia existencia, Caravaggio se representa en el rostro de Goliat, ofreciéndose penitente a quien debe concederle la gracia. Es el último cuadro que pinta: su testamento espiritual.
El 18 de julio de 1610, esperará inútilmente la embarcación, en aquella playa maldita.(5)
Luce da Caravaggio
Edvige Abete
18 luglio 1610. Sulla spiaggia toscana di Porto Ercole un uomo vaga disperatamente
scrutando il mare all’orizzonte. E’ in preda a forte febbre
e delira. Ha in tasca un salvacondotto firmato dal cardinale Gonzaga e
attende di lì a poco il perdono e la grazia papale che gli permetteranno
di tornare finalmente a Roma dopo 4 anni di esilio. Muore, invece, solo
e lontano da tutti non diversamente da come ha vissuto. E’ Michelangelo
Merisi detto Caravaggio, il “genio della luce”, il più grande
pittore del ‘600.
A 400 anni
dalla sua morte, dalla penombra della mostra allestita nelle
sale espositive delle Scuderie del Palazzo del Quirinale
di Roma, le sue figure squarciano prepotentemente il buio
per irrompere sulla scena davanti agli occhi dello spettatore.
Animati di vita e di luce propria, volti e corpi acquistano
volume e movimento come se fossero di carne ed ossa.
Alcune opere, come la Canestra di frutta, escono per
la prima volta dalla loro sede espositiva: frutti di
forma e colore diverso risaltano in uno splendido bilanciamento
di luce e materia. Fa da contraltare alla mostra, l’intera
città di Roma che conserva all’interno delle cappelle
gentilizie delle sue chiese e nelle collezioni di musei come
la Galleria Borghese, il numero più alto di opere dell’artista.
Nel 1571, nel medesimo anno in cui Michelangelo Merisi nasce
a Milano, l’Europa mette un freno definitivo all’avanzata
turca nel Mediterraneo con la vittoria navale nelle acque di
Lepanto. Ammiraglio della flotta vittoriosa è Marcantonio
Colonna esponente di una delle più antiche e potenti
famiglie dell’aristocrazia romana i cui destini
si incroceranno più volte con quelli di Caravaggio.(1)
Quando si trasferisce a Roma, Caravaggio ha 21 anni e alle
spalle l’apprendistato nella bottega milanese di Simone da
Peterzano, dove ha assimilato la lezione del realismo lombardo e dei maestri
veneti, primi fra tutti Giorgione e Tiziano.
Per un pittore che guarda con disincanto al realismo, Roma
offre quanto di meglio si possa desiderare. La vita della strada con botteghe
e osterie i cui avventori sono artigiani, gente comune e prostitute, saranno
i primi soggetti e i modelli che poseranno per Caravaggio anche in seguito,
una volta divenuto famoso. Quanto fosse turbolenta la vita di Roma alla
fine del ‘500 ce lo conferma la volontà del papa Clemente
VIII che appena eletto, nel 1592, decide di ripulire le strade della
città bandendone duelli, armi e prostituzione.
Proprio i dipinti in cui la vita della strada è raffigurata con
assoluta fedeltà, la Buona Ventura e i Bari, aprono
a Caravaggio le porte dei palazzi dell’aristocrazia romana togliendolo
dall’indigenza. Il cardinale Federico Maria Del Monte, potente diplomatico
al centro della vita intellettuale e politica del tempo, lo prende sotto
la sua protezione e lo invita a vivere nel suo palazzo. Il cardinale è un
collezionista di strumenti e spartiti musicali che entrano per la
prima volta nel repertorio di Michelangelo Merisi facendogli accantonare
le rappresentazioni realistiche in abiti “moderni” dei primi
dipinti: nei Musici, prestato dal Metropolitan di N. Y. e nel Suonatore
di liuto dell’Hermitage, i giovani protagonisti vestono morbidi
drappeggi bianchi di foggia classica.
La ricerca pittorica
di Caravaggio si concentra sempre di più su emozioni e sentimenti.
Costruisce le scene in maniera teatrale cogliendo l’attimo
di maggior tensione. Con un gioco sapiente di chiaroscuro nel
famoso episodio biblico di Giuditta e Oloferne condensa la luce
su mani, braccia e movimenti; coglie l’attimo supremo nell’urlo
di Oloferne, nello
sforzo con cui Giuditta taglia la testa al re degli Assiri. (2)
Ancora una volta la realtà gli viene in aiuto: ha visto il sangue
zampillare durante la decapitazione di Beatrice Cenci, condannata
e giustiziata nel 1599 per parricidio. Anche la Vocazione di San Matteo,
ambientata come una scena di vita quotidiana in una delle tante
osterie frequentate da Caravaggio tra Trastevere e Campo Marzio, è giocata
su un fascio di luce che taglia obliquamente e illumina i personaggi
principali, passando come un flusso magnetico dal braccio di
Cristo ad uno stupito e ignaro Matteo.
Scene lontane da ogni retorica,
colte nel momento in cui l’azione è al culmine, come nelle
due versioni (di Brera e di Londra) della Cena di Emmaus. In quella
proveniente dalla Pinacoteca di Brera a fianco dell'oste Caravaggio aveva
aperto un'ampia finestra, poi cancellata in un ripensamento in modo
da annullare ogni luce fisica dall'esterno.
Frequentatore di taverne e bordelli, Caravaggio colleziona negli anni una
lunga sequela di guai giudiziari e di arresti per violenze e prepotenze
dovute ad un temperamento irascibile. I suoi potenti committenti gli vengono
però sempre in aiuto. Nel 1602 dipinge per la chiesa di Santa Maria
in Vallicella una enorme pala d’altare raffigurante la Deposizione
di Cristo: per la gioia dei suoi detrattori la costruisce secondo
uno schema classico che ricorda la deposizione di Raffaello. La composizione
parte dal braccio pallido di Cristo calato sulla pietra tombale e si conclude
con le braccia sollevate di Maria di Cleofa che grida al cielo il suo dolore.
Se il corpo livido del Cristo morto colpisce per la sua veridicità (il
suo abbandono ricorda la Pietà di Michelangelo) è il volto
di Nicodemo (che ha le sembianze di Michelangelo Buonarroti) che avremmo
potuto incontrare per le vie di Roma. Così come la Maddalena,
la Giuditta di Oloferne e molte delle numerose madonne hanno il volto e
le sembianze della cortigiana romana Fillide Melandroni: ciò farà gridare
più volte allo scandalo e convincerà addirittura i committenti
a rimuovere i quadri. In effetti, vergini così simili alle donne
del popolo non si erano mai viste. Sarà forse per questo che La
Morte della Vergine, raffigurata con il corpo gonfio e le gambe scoperte,
non può essere accettata dai Carmelitani della chiesa di Santa Maria
della Scala! Puntualmente però, i quadri rifiutati vengono ricomprati
dai collezionisti privati.(3)
Il
28 maggio 1606 nell'ennesima rissa, Caravaggio ferisce con
un colpo di spada ad una gamba Ranuccio Tomassoni, prepotente
e rissoso rampollo di una influente famiglia filo-spagnola,
che muore dissanguato poco dopo. Immediata la condanna a morte
del papa Paolo V Borghese. Caravaggio si mette in salvo nei
feudi laziali dei Colonna. Inizia una fuga fatta di continui
spostamenti e di molti misteri. Nonostante tutti sappiano
dove si trovi, non viene arrestato. Nessuno lo vuole morto
e, soprattutto, nessuno vuole che smetta di dipingere. Passa
da Napoli a Malta, entra nell’ordine dei Cavalieri Gerosolimitani,
poi fugge di nuovo dopo un arresto di cui non si conoscono
le ragioni. Ripara a Siracusa poi a Messina per alcuni mesi,
a Palermo infine di nuovo a Napoli. Spera nel perdono papale.
La sua fama lo segue e continua così a dipingere, tele
grandi, monumentali che vengono pagate cifre esorbitanti.
A Napoli, nella casa di Costanza
Colonna Sforza marchesa di Caravaggio, ritrova la protezione e i legami della
giovinezza, grazie ai quali dipinge per la chiesa di San Domenico Maggiore, la
monumentale, commovente tela della Flagellazione.
Mentre il bianchissimo torso di Cristo pur immobilizzato alla colonna sembra
ruotare nel movimento, i corpi degli aguzzini, nonostante lo sforzo dell’azione,
restano immobili.
Quando
ha finalmente sentore che la grazia papale stia per giungere
si imbarca da Napoli diretto verso il porto della Toscana
più vicino a Roma(4).
Una seconda imbarcazione lo segue con gli effetti personali
e i dipinti da portare in dono al papa, tra cui il David
con la testa di Golia: un giovanetto a mezzo busto che
regge con uno sguardo carico di compassione una testa mozza e
sanguinante con la bocca ancora aperta a mostrare la dentatura.
In una suprema presa di coscienza della propria esistenza,
Caravaggio si raffigura nel volto di Golia, offrendosi
penitente a chi deve concedergli la grazia. E’ l’ultimo
quadro che dipinge, il suo testamento spirituale.
Il
18 luglio 1610 attenderà inutilmente l’imbarcazione,
su quella maledetta spiaggia.(5)
Inserción en Imágenes: 10.08.10
Imagen de portal: Tañedor de laúd, c.
1595, Museo del Hermitage, San Petersburgo.
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