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dialogos

La Máscara, talento que promete ser más que un luchador

Sara Carolina Cruz Mendoza
carimme_20@hotmail.com

 

El recorrido de la mayoría de los luchadores no sólo es del vestuario al rombo de batalla, sino de arena en arena, pidiendo que se les abran la puertas, que se le dé una oportunidad para que una vez aprovechándola, ellos se encarguen de mantenerla. Ese también fue el caso de La Máscara.
En esta ocasión fue la Arena Neza la que lo acogió y le aplaudió hasta que, combinados frío y euforia, las manos de los asistentes quedaron rojas y adoloridas. Los otros dos luchadores que completaron la tercia fueron Volador y Místico, quienes se enfrentaron a Averno, Mephisto y Rey Bucanero.
La Máscara salió a la entrevista con una playera sin mangas color naranja, sus pantaloncillos de licra blancos y unas botas del mismo color del número siete. Sus 85 kilogramos de peso se reparten proporcionalmente en un metro con 65 centímetros de estatura. Sin embargo, por la estructura de la Arena Neza (pequeña y un poco hundida) parece que a La Máscara el ring le queda chico y que las cuerdas están muy juntas.
¿Hace cuanto tiempo que estás inmerso en la lucha libre?
Tengo cinco años como profesional. Antes de ello me dediqué a entrenar: tengo bases en lucha grecorromana, olímpica e intercolegial. Estuve entrenando en el gimnasio Ham Lee y después en la Arena México.  En ese trayecto mis entrenadores fueron Shadito Cruz, Skayde, Robin Hood, Memo Díaz —con él estuve bajo tutela—, el Satánico y Tony Salazar.
Más allá de los entrenamientos, ¿cómo fueron tus inicios como luchador profesional?
Difíciles.  Se sufre mucho.  Me tocó ser burlado por promotores. En una ocasión me llevaron a Oaxaca. Yo cumplí: luché como estaba acordado; pero cuando me bajé del ring, me di cuenta de que el promotor ya no estaba; entonces ni me pagaron, mucho menos me dieron (dinero) para el regreso a México.
¿Buscas seguir los pasos de algún luchador al que admires?
Siempre admiras a alguien y buscas elementos que te identifique con él y no por imitarlo, sino para preservar en ti lo que te hizo admirarlo. Por ejemplo, cuando era niño, cuando iba a las arenas, admiraba mucho a Canek y a Villano III; claro, también al Santo por las películas.

Un rey sin corona

A pesar de sus magníficas presentaciones, ya sea en arenas pequeñas o en las grandes, La Máscara no ha podido exhibirse con regularidad en la lucha estelar de las carteleras en la Arena México, recinto importante en la vida de cualquier luchador.
¿Qué pasó después de salir victorioso en el “Torneo de la Gran Alternativa”? Se supone que el premio era ser luchador estelar de las carteleras.
Después del torneo me he presentado en las luchas estelares de las arenas en provincia; en la Plaza México es complicado por los piques que van surgiendo. El público se enfoca más sobre el desarrollo de las rivalidades y son ellas las (que acaparan las funciones) estelares.

Los aficionados gritan y aplauden, el vendedor de cerveza corre entre las filas y salta de grada en grada —sin derramar una sola gota— para llevar un vaso de cebada fermentada o refresco de cola hasta el aficionado que por antojo o sed lo solicitó.
A sus 23 años de edad ostenta el Campeonato Nacional Welter y espera seguir creciendo.

¿Tienes algún reto en puerta?

Reté a Misterioso por la tapa (máscara), pero no acepta. Pienso que lo que posees es para exponerlo y así demostrar de lo que estás hecho, por eso le acepté la lucha por el campeonato; sin embargo, él no quiere la lucha de máscara contra máscara. También Místico y yo retamos a Averno y Mephisto por el Campeonato Mundial de Parejas, pero la oportunidad tampoco se ha generado y cuando se logre estaremos listos para asumir el reto que significa esa oportunidad.
Las mancuernas que La Máscara ha formando a lado de Atlantis, Místico o Volador Jr. son importantes para él; sin embargo, su tercia interna, espiritual, la forma a partir de un Padre Nuestro y un Ave María, “para que me cuiden arriba del ring”, dice.
El carisma que posee, la sinceridad de sus palabras, la emotividad con la que se refiere a la lucha libre, aunados al talento y profesionalismo que presenta en cada función, han logrado que la revista Box y lucha lo nombre como el novato del año.

La disciplina y el carisma, elementos importantes para ser profesional

Los esfuerzos de La Máscara para cuidar su cuerpo son varios: entrenar todos los días, dedicar exclusivamente una hora para el levantamiento de pesas: “entreno para la lucha libre de siete a nueve de la mañana y las pesas de once a doce”. En cuanto a la alimentación, le da prioridad a las proteínas para cuidar y ayudar al desarrollo de su musculatura
¿Y cuando se te antoja un helado o un chocolate...?
La Máscara ríe; después responde: “Pues... me lo como; pero no es del diario.  Por ejemplo, los tacos están fuera de mi dieta aunque, a veces, un fin de semana, si se me llegan a antojar, pues me los como.”
El apoyo incondicional por parte de su familia es uno de los factores que, sumados al amor por la lucha libre, lo hacen permanecer arriba del encordado y, aunque en un principio se les dificultó asimilar que él dejara la escuela, terminaron por entenderlo.
“En un principio (mis padres) me decían que mejor estudiara, les daba miedo que me fuera a lastimar; pero cuando me decidí a dejar la preparatoria y entrené en serio, entonces me apoyaron. Dejé la escuela porque no podía atender (ambas actividades) al mismo tiempo: si entrenaba me iba mal en la escuela y viceversa, entonces me decidí por la lucha libre.”

Su nombre, un tributo a todos los enmascarados

La Máscara y Místico han demostrado hacer una buena mancuerna, y eso se demostró en los movimientos coordinados que ejecutaban para dominar al bando de los rudos.
La contienda estaba marcada con una caída a favor de cada bando; la tercera tenía que desempatar y otorgar la victoria a una de las tercias.
El uniforme de La Máscara está fabricado con telas japonesas dado que la resistencia de algunas mexicanas es casi nula dentro del oficio de la lucha libre; es por ello que las tiene que importar. Dependiendo del material de la tapa es el costo que deben pagar. “Tenemos máscaras de 500 u 800 pesos, otras te cuestan un poco más de mil pesos”, declaró.
Su tapa es verdaderamente hermosa: negra, con vivos en dorado. Para enmarcar sus ojos la máscara tiene un acojinamiento debajo de la tela color plateada que, haciendo juego con los otros colores, la hace lucir esplendorosa.
¿Siempre has utilizado el nombre de La Máscara?
Sí, desde siempre. La idea me surgió del amor que le tengo a este deporte y de lo importante que es la incógnita para los que estamos en él.
Perder la máscara no significa para él un cambio de nombre o de personalidad: “Creo que si pierdes la máscara debes demostrar que eres un buen luchador con ella o sin ella.  Si algún día pierdo la mía no creo que cambie de nombre o de bando; bueno, a menos de que la gente ya no me acepte con los técnicos. Lo que no haría es usar otra máscara y cambiar de nombre. Si perdiste la tapa pues... la perdiste, y ya.”

La Máscara y su público

Sin lesiones graves y con hambre de triunfo, La Máscara sale a dar todo de sí en cualquier ring; la gente lo sabe.
¿Cómo es tu relación con le público?
Pues gracias a Dios, bien.  Los niños son fundamentalmente los que se te acercan y te piden el autógrafo.
No hizo falta que dijera más.  Los niños comenzaron a reunirse a su alrededor y le tocaban los brazos; otros tantos estaban esperando ansiosos el momento de tocarlo y extenderle papel y pluma para que pusiera una dedicatoria además de su firma.
“Yo de niño iba a las arenas y me gustaba lo que hacían los luchadores, tanto que en una ocasión me subí a la tercera cuerda y me aventé —según yo, como lo hacen los luchadores—, pero sentí que el corazón se me salía, me quedé sin aire y muy sofocado”, relata.
¿Por qué hablar de La Máscara obliga a hablar de “la campana”?
Pues el público ya me identifica con ese castigo, a donde quiera que me pare la gente me grita “ríndelo con la campana, la campana”; entonces es un castigo que aparte de ser de mis favoritos logra un vínculo con la afición.
El castigo que lleva por nombre “la campana”, y que identifica a La Máscara, rinde al contrincante cuando, tendido bocabajo, flexiona las piernas y “atora” los empeines con los bíceps, después lo sujeta de las muñecas y lo levanta en vilo; la víctima queda suspendido, separado de la lona con la columna encorvada hacia adentro y las extremidades sumamente flexionadas (piernas) o tiradas (brazos). Es entonces cuando el luchador balancea al rival como si se tratara de una campana, con el rictus de dolor en el rostro.

Al final de su contienda, La Máscara salió victorioso junto con sus compañeros.  Los luchadores se bajan del ring rumbo al vestuario, un pequeño cuarto custodiado por un empleado de la Arena Neza. De la profusión de luces sólo quedaron las de color amarillo, ansiosas de iluminar el próximo jueves, día de la función, para recibir los cuerpos de los gladiadores que logran atraer nuestra atención, gladiadores que pueden ser técnicos o rudos; gladiadores como La Máscara, jugador amateur de fútbol y básquetbol,  quien busca un lugar importante dentro del gusto de la afición.

Inserción en Imágenes: 29.03.06.



   
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