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Los murales de Roberto Montenegro

Mauricio César Ramírez Sánchez*
mauriciorasa@yahoo.com.mx


Julieta Ortiz Gaitán: Entre dos mundos. Los murales de Roberto Montenegro,
México, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 2009. 277 pp.



La obra que Julieta Ortiz Gaitán dedicó a Roberto Montenegro salió a la luz, por primera vez, en 1994. Al  paso de los años esta edición se agotó y hoy vuelve a publicarse. Llama la atención esta segunda entrega impresa puesto que existen obras que tienen que esperar más tiempo para gozar de ésta o de incluso una reimpresión. Es evidente el interés que la obra ha suscitado.
           Al hablar de una segunda edición se sobreentiende que se trata de una obra a la que se le han hecho cambios, no obstante que la misma autora señala que “el texto ha quedado sin modificaciones sustanciales y, en todo caso, las opciones surgidas a la luz de nuevas reflexiones hubieran dado lugar a un material tan rico y abundante, suficiente para escribir otro libro”. Si bien es cierto que lo sustancial de la primera edición prevalece en la siguiente, también es cierto que hay algunas puntualizaciones y esclarecimientos en la información. De este modo, la autora precisa datos, incluye otros documentos, agrega nuevas imágenes y pone al día la bibliografía. En la portada, la imagen de la Fiesta de la Santa Cruz ha sido sustituida por Alegoría del viento.
           Julieta Ortiz Gaitán aprovecha el título de la obra, Entre dos mundos, para organizar el contenido de la misma manera: por una parte, ofrece el estudio de la obra muralista de Roberto Montenegro y por otra presenta con detalle el catálogo de los murales que el artista realizó. En la sustancia del estudio establece además otra división entre lo mexicano y lo europeo.
           La obra de Ortiz Gaitán resulta fundamental: la autora narra y analiza la vida del pintor desde su nacimiento en Guadalajara, el 19 de febrero de 1887, hasta su muerte en 1968. Envuelto en la atmósfera de la pasividad provincial, Montenegro desarrolla su sensibilidad artística, la cual lo conduce a conocer y practicar el óleo y la acuarela. Debe agregarse el hecho de que en su ciudad natal el artista entró en contacto con la pintura mural que ya practicaban “pintores tanto académicos como populares”.

Elemento que Ortiz Gaitán reconoce como fundamental en esta primera etapa de formación del artista será la relación que guarda con la Revista Moderna, en la que, incluso por recomendación de Amado Nervo, publica sus primeras ilustraciones y viñetas. El mismo Nervo lo alentó para que se trasladara a la Ciudad de México, a donde llega en 1904. Su paso por la capital del país puede considerarse fugaz, al igual que lo fue su estancia en la Academia, pues en 1905 gana un concurso para viajar a Europa. No obstante, Ortiz Gaitán considera que a pesar de que a Roberto Montenegro le toca vivir en la Academia una etapa de conflictos y cambios convive con la misma estética modernista que se manifiesta en su obra posterior.
           Su formación europea se divide en dos etapas: la primera, becado por la Escuela Nacional de Bellas Artes, de 1905 a 1909, y la segunda, manteniéndose con sus propios medios, de 1912 a 1920. En la primera conocerá la pintura académica, representada por su paso por España; posteriormente entrará en contacto con las vanguardias, en París.


           Después de un breve regreso a México, Roberto Montenegro retorna a Europa. En un principio se establece en París, donde se relaciona con Hermenegildo Anglada Camarasa, quien tendrá sobre él una fuerte influencia y que Ortiz Gaitán plantea y analiza en el libro. Al estallido de la segunda Guerra Mundial, al igual que otros artistas de la época, Montenegro abandona París y busca un nuevo sitio de residencia. El lugar elegido es Mallorca. En esta isla continúa su convivencia con Hermenegildo Anglada, así como con otros compañeros de París. Un factor importante de esta época será su reencuentro con el color. Tras el recorrido de Roberto Montenegro por estos lugares y vicisitudes, Ortiz Gaitán sigue al pintor, señala los múltiples elementos y habilidades que va adquiriendo como artista y que desembocan en el punto medular del libro: los murales.
           En Palma de Mallorca Roberto Montenegro realizará su primera obra mural. Ésta será ejecutada en el Círculo Mallorquín en 1919, aunque la autora señala que el interés por la decoración mural del sitio se había iniciado desde 1881, cuando se contrató al pintor Ricardo Anckermann para decorar el salón de bailes y conciertos. En cuanto al trabajo de Montenegro, se centró en “la geografía de Mallorca, las actividades productivas, los recursos naturales, la arquitectura vernácula y, por supuesto, los seres humanos que la habitan”. En otras palabras, el entorno que, para el pintor, en aquel momento, simbolizaba el mundo. El amor puesto por el artista en esta obra era, al mismo tiempo, el anuncio de su despedida de Europa, continente que, como lo señala la autora, permanecería presente en su pensamiento.
           A su regreso de Europa Roberto Montenegro se encontró con un país que emerge tras una guerra civil, de la que sólo tuvo noticias a través de terceros, pero que el artista no llegó a comprender. Así, halla una nación en reconstrucción, la cual no tiene nada que ver con la que había conocido en su época de formación. Ortiz Gaitán afirma: “pese a la buena disposición con la que regresó de Europa, el México posrevolucionario debió haber sido de cierta manera hostil, en todo caso era muy distinto al México que guardaba en su memoria”. No obstante, ese nuevo país con el que se encuentra le abre las puertas, integrándolo al proceso de reconstrucción.


           Será José Vasconcelos quien invite a Roberto Montenegro a participar en la decoración del ex Colegio de San Pedro y San Pablo. A partir de este momento, el artista iniciará una fructífera carrera como muralista, ejercicio creativo que practicó hasta su muerte. Pero no sólo centró sus trabajos en los muros: Montenegro se desempeñó también como escenógrafo, vitralista, ilustrador de libros, museógrafo y estudioso de las artesanías.
           A partir del seguimiento que Ortiz Gaitán va haciendo de cada uno de los murales, se desarrolla la segunda parte del libro: un Catálogo razonado de la obra mural de Roberto Montenegro. Cada obra se acompaña de una ficha en la que se incluye el título, fecha de realización, ubicación y técnica. De igual manera, se inserta un comentario tras cuya lectura los interesados en el tema obtienen la información fundamental, la cual abre los caminos por los que pueden conducirse otras investigaciones. El Catálogo da fe asimismo de las restauraciones de las que han sido objeto los murales e incluso se ofrece la información de aquellos murales desaparecidos. Cada ficha se halla acompañada de fotografías que ofrecen una idea clara de las obras.

Esta segunda edición de Entre dos mundos: los murales de Roberto Montenegro muestra el interés que sigue existiendo por la pintura mural y por los artistas que la practicaron, lo cual no resulta extraño si consideramos que el muralismo mexicano colocó en el ámbito internacional al arte mexicano. Por otro lado, esperemos que Julieta Ortiz Gaitán se decida algún día a extenderse en otro estudio en torno a las variadas vertientes en las que se involucró Roberto Montenegro; las que en este libro anuncia motivan la curiosidad del lector. Por ahora nos conformamos con una obra mural que se desarrolla entre dos mundos, unidos en un sólo universo: Roberto Montenegro.


* Estudió la maestría en Historia del Arte, UNAM.

Inserción en Imágenes: 26.11.10.

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