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Iberoamérica en su arquitectura*

Louise Noelle**
noelle@servidor.unam.mx


El vasto territorio iberoamericano ha ofrecido a lo largo del tiempo una amplia gama de expresiones arquitectónicas que provienen tanto de su diversidad geográfica como de las variadas culturas que lo integran. No obstante, también se puede hablar de una unidad derivada de las condiciones históricas que conformaron sus orígenes. En este sentido, puede afirmarse que en la actualidad existe un interés creciente por parte de los moradores de la región iberoamericana por vincularse dentro del campo arquitectónico y sus estudios.
      A principios del siglo XX la gran mayoría de los países se regían por los preceptos académicos del neoclásico, sin escapar a la pujanza finisecular del eclecticismo, donde la influencia francesa fue particularmente poderosa. Sin embargo, por ese entonces la aparición de nuevos sistemas y materiales constructivos, así como de una serie de propuestas teóricas contestatarias, permitieron la realización de novedosas edificaciones, auspiciando los cambios que en este terreno se anunciaban con el nuevo siglo.
       Cuando se inician los diversos movimientos que promueven una arquitectura moderna o, como se llamaba por entonces, funcionalista, resulta interesante ver cómo la figura de Le Corbusier asumió un papel preponderante en esta parte del continente. Los iberoamericanos siempre han mantenido una cierta condición de dependencia. Lo anterior los ha hecho estar al día en cuanto a las vanguardias y los avances en Estados Unidos y los países europeos; por lo tanto, no resulta extraño que recibieran las principales publicaciones teóricas y gráficas de la época.(1) Sin embargo, diversas circunstancias hicieron que las ideas del arquitecto suizo tuvieran mayor presencia, tanto por el conocimiento generalizado del francés por parte de los sectores acomodados, como por el hecho de que algunos arquitectos estudiaron en ese país y conocieron de primera mano sus provocadores preceptos. De este modo, encontramos que Lucio Costa y Affonso Eduardo Reidy nacieron en Francia, mientras que jóvenes como Carlos Raúl Villanueva o Mario Pani se graduaron de la Escuela de Bellas Artes de París.
       Por ello no sorprende la presencia de Le Corbusier, primero en Argentina, Uruguay y Brasil en 1929, y años después nuevamente en Río de Janeiro, invitado por el propio Costa para participar junto con él en el proyecto del Ministerio de Educación y Salud.(2) Asimismo, resulta interesante constatar que tanto Reidy como Pani y Villanueva tuvieron un interés temprano por el tema de la vivienda colectiva que, a pesar de ofrecer variantes locales, tomó su inspiración de los proyectos lecorbusianos.(3) Algunos años después, otros arquitectos como Rogelio Salmona o Teodoro González de León se trasladarán a París para trabajar con “el maestro”.
       Otro tema importante dentro de la arquitectura de los “años heroicos” es el del pensamiento teórico en torno a las nuevas tendencias: la presencia en las aulas universitarias y los escritos de estos arquitectos sembrarán las bases para un desarrollo que si bien se inspira en los textos de los teóricos decimonónicos, (4) logra finalmente una expresión local. Entre otros, podemos mencionar a José Villagrán García y su Teoría de la arquitectura, (5) a Lucio Costa al frente de la Escuela de Bellas Artes de Río de Janeiro en 1930, y a Carlos Raúl Villanueva como fundador de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela en 1944.(6) Lo anterior nos conduce a hablar de lo importante que resultó para Iberoamérica la construcción de las ciudades universitarias de sus principales centros educativos.
       Lo anterior nos conduce a hablar de lo importante que resultó para Iberoamérica la construcción de las ciudades universitarias de sus principales centros educativos.(7) Baste recordar la Universidad Central de Venezuela (1944-75), por parte de un equipo encabezado por Villanueva, la cual ha sido declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO; la de México (1950-52), con un Plan Maestro de Enrique del Moral y Mario Pani; la de Bogotá (1937), con un proyecto inicial de Leopoldo Rother, entre otras que les siguieron.
       Como consecuencia de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, llegaron a Iberoamérica calificados profesionales europeos. Entre otros, Antonio Bonet, quien formó el Grupo Austral en Argentina; Félix Candela, precursor de innovadoras estructuras en México; o bien Lina Bo Bardi, autora del Museo de Arte de San Pablo. El contacto de Bonet con Eladio Dieste abrió el camino para el desarrollo de nuevas soluciones en bóvedas de ladrillo de doble curvatura. Por otra parte, la vinculación lecorbusiana potenció la creatividad de diseño del argentino Amancio Williams y del mexicano Juan O´Gorman.
       Un sitio especial merece la aportación que esta región del mundo hizo en el campo del paisajismo, lo que hoy llamamos Arquitectura del Paisaje, con las obras deslumbrantes de Roberto Burle Marx en Brasil, fundamentales para comprender, por ejemplo, el urbanismo de Lucio Costa en Brasilia. Asimismo, vale la pena mencionar el desarrollo urbano del Pedregal mexicano por Luis Barragán como otro hito importante en este terreno.
       Por otra parte, es preciso señalar a una generación de arquitectos, atentos a las diversas tendencias de la arquitectura, como el expresionismo formal de Ricardo Porro en las escuelas de Arte de Cuba; el gesto monumental y rotundo de Abraham Zabludovsky y Alejandro Zohn en diversas obras relacionadas con la cultura en México; o las propuestas cariocas de Luiz Paulo Conde. Un camino marcado por las preocupaciones tecnológicas es el de Fernando Salinas en Cuba, el cual compartieron otros arquitectos de Iberoamérica como Julio Vilamajó en Uruguay, Sergio Larraín en Chile, Augusto H. Álvarez en México y Joao Vilanova Artigas en Brasil. Una postura opuesta es la búsqueda ambientalista o regionalista de arquitectos como los chilenos Christian Fernández Cox, Edward Rojas y Enrique Browne; el Brasileño Severiano Porto o el puertorriqueño Jorge Rigau. Por su parte, Carlos Mijares de México y Jesús Tenreiro Degwitz de Venezuela han aplicado el uso del ladrillo visto con resultados particularmente interesantes en el campo de la arquitectura eclesiástica. Por su parte, José Ignacio Togo Díaz levantó un número elevado de edificios en su natal Córdoba, Argentina, al igual que Óscar Mesa y Carlos Morales Hendry continuaron con la tradición colombiana al emplear ese material.

      Un género que ha tenido una capacidad integradora de conceptos y ha sido promotor de ideas de vanguardia es el de la arquitectura doméstica. Por lo tanto, la revisión de los espacios domésticos iberoamericanos, a partir del nacimiento del movimiento moderno, pueden ofrecernos una idea clara del desarrollo de la arquitectura en esta parte del mundo.(8)Sin embargo, la producción de vivienda en el siglo XX es cuantiosa, por lo que difícilmente se le puede aquilatar cabalmente en este breve estudio. Desgranar algunos nombres reconocidos como Joaquim Guedes en Brasil, Guillermo Bermúdez en Colombia, Antonio Attolini en México o Christian de Groote en Chile, junto con los de algunos arquitectos arriba mencionados, probablemente sólo logre ahondar la injusticia hacia todos aquellos quienes no se señalan particularmente, haciendo énfasis sobre las cualidades de cada una de sus creaciones. En la mayoría de los casos la riqueza compositiva y la libertad en el diseño merecen evocarse con obras que conjugan acertadamente los materiales tradicionales con formas novedosas, y donde el diseño de los interiores llega hasta sus últimas consecuencias, incluyendo el mobiliario y otros enseres; en otros casos, prevalece la sencillez y hasta el ascetismo, o bien las búsquedas en la adecuación, tanto al entorno geográfico como climático, proponiendo una congruencia ambiental y el bienestar del usuario.
      Asimismo, se observan propuestas de un claro corte contemporáneo: ocasionalmente permeadas por las lecciones de la sabiduría popular, buscando en última instancia la satisfacción del usuario tanto a nivel estético como funcional, como un gesto enfático para llamar la atención del mundo de la alta tecnología sobre este tema fundamental para los países en desarrollo. Además, algunos arquitectos dentro de una singular modestia, han puesto todo su interés por la recuperación de la calidad de las moradas y diversos sectores de la ciudad, ocupándose especialmente de los barrios en decadencia; este tipo de acciones ha tenido una amplia presencia, como sucedió en México después del sismo de 1985 con el programa “Renovación Habitacional Popular”, en el cual participaron numerosos profesionales; o bien, en países como Colombia, con las acciones puntuales de Benjamín Barney.
      De manera paralela, desde el periodo heroico de los inicios del movimiento moderno, ha existido un sostenido interés hacia el campo de la vivienda para los niveles de escasos recursos. (9) En épocas recientes se ha ampliado el espectro, tanto de las propuestas arquitectónicas y del espectro financiero de los usuarios, como de la ingerencia de las entidades que coadyuvan a esta formidable empresa. Si revisamos las aportaciones, observamos cómo los arquitectos están siempre atentos a los aspectos de inserción urbana y del resultado formal, sin olvidar el contexto cultural y geográfico, para lograr edificaciones que respondan a las demandas locales.

      En cuanto a otros géneros, en el ámbito mundial se puede afirmar que el levantamiento de museos ha predominado en el último cuarto de siglo. Desde la construcción del reconocido Museo Nacional de Antropología en México (1964) por Pedro Ramírez Vázquez, Carlos Campuzano y Rafael Mijares,(10) a creación de museos de nueva planta se ha incrementado exponencialmente. Encontramos un buen número de edificios especializados que se proyectaron específicamente para un cierto tipo de exhibiciones, arte o ciencia, resolviendo no sólo los requerimientos de la museografía, sino una nueva serie de demandas del público: desde tiendas y cafeterías hasta espacios interactivos y para exposiciones temporales. Del mismo modo encontramos museos para niños, para el ingreso a una zona arqueológica, o bien los que versan sobre algún tópico como escultura, arte popular o medicina.

      Numerosos son los ejemplos, desde el radical proyecto de Lina Bo Bardi para el Museo de Arte de San Pablo (1957-68), hasta el futurista platívolo de Óscar Niemeyer (1991-96), el cual sobrevuela la Bahía de Guanabara en Brasil. También sorprende en el paisaje quiteño la masividad el Museo del Hombre (2002-4), creado por Handel Guayasamín, y la exuberancia de formas que propuso Abraham Zabludovsky para el Museo “Papagayo” (2003-05), en Villahermosa. En otros casos resulta propicio plantear un inmueble que logre fusionarse con el entorno a manera de un gesto respetuoso, como lo hizo Rogelio Salmona en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (1977-88), o Fernando González Gortázar en el Museo de Pueblo Maya en la zona arqueológica de Dzibichaltun (1993). En la mayoría de los casos, los resultados son edificaciones singularizadas: se señalan en el entorno sin violentarlo y ofrecen lo mejor de la creatividad de numerosos arquitectos y museógrafos. Además, en algunos casos se insertan estos ámbitos de exhibición en edificaciones preexistentes donde el arquitecto muestra su habilidad para el reciclaje y la adaptación, una cualidad cada vez más necesaria en aras de reutilizar inmuebles que, en mayor o menor medida, forman parte de nuestro patrimonio arquitectónico.

      En fechas recientes la estafeta de los inmuebles de índole cultural la han retomado las bibliotecas y las instituciones de educación superior, por la calidad y la creatividad arquitectónica de los profesionales. De cierta manera se puede señalar una cierta continuidad con las construcciones paradigmáticas de mediados del siglo XX, y en muchos casos con inserciones en esos mismos campus. Se trata de una actividad que va aparejada con un pensamiento teórico de gran envergadura y que se señala por una producción donde campea la mesura y la sobriedad, sin por ello deponer la creatividad y la búsqueda. Entre los numerosos ejemplos se pueden mencionar, a lo largo de una década, la obra de Miguel Ángel Roca en la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina;(11) los trabajos de Gorka Dorronsoro en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas; y la controvertida Biblioteca José Vasconcelos en México (2004-06) del audaz Alberto Kalach.

      Sin embargo, el hecho arquitectónico también se ha mostrado con regularidad en otros géneros, como en los edificios gubernamentales, donde a la voluntad oficial se suman las propuestas particulares. En estos casos es necesario tomar en cuenta que la situación urbana de dichos inmuebles es privilegiada, y que su aspecto debe mostrar la dignidad de las instituciones que alberga. Entre otros casos destacados, vale la pena mencionar el Palacio Municipal de Quito de Diego Banderas Vela y Juan Espinosa Páez (1968-73), el cual logra un conjunto público funcional y solemne, sin que su presencia desentone con las estructuras coloniales de la plaza mayor de la capital ecuatoriana.

      Lo mismo sucede con un número elevado de estructuras comerciales que van de los conjuntos de tiendas, las instalaciones bancarias o los edificios de oficinas, a toda una gama de edificios de usos mixtos; para estas obras lo deseable es que sean claramente reconocibles cuando se sitúan fuera de los ámbitos patrimoniales. Las propuestas tienen muy diversas expresiones; sin embargo, es posible rescatar algunos casos destacados en Santiago de Chile, como el Edificio Montolín (1989) de Cristián Fernández Cox y Cristián Fernández Eyzaguirre, o el Edificio Consorcio-Vida (1990-93) de  Enrique Browne y Borja Huidobro; en Venezuela destaca el Centro Fosforera (1990) de Helene de Garay; y en Quito los edificios de Ovidio Wappenstein. En cuanto a los centros comerciales (de los cuales México es pionero con las obras tempranas de Juan Sordo Madaleno), también es posible rescatar algunos ejemplos iberoamericanos que buscan ir más allá de la banalidad cotidiana que favorece el simple consumismo; tal es el logro del grupo de arquitectos Gramática-Guerrero-Morini-Pisani-Urtubey, con un Shopping (1998) en Córdoba, Argentina, el cual busca integrar la vida social de la población.
      De cierta manera los hoteles se pueden integrar a los géneros que dependen de la inversión privada y buscan generar una economía basada en la industria sin chimeneas y el turismo. Estos inmuebles nos hablan de sitios en los centros neurálgicos de las principales capitales económicas para solventar las demandas de habitaciones y diversos espacios de reunión, a la vez que evocan ámbitos para el solaz y el reposo –a la orilla del mar o en las cumbres montañosas–, donde los requerimientos de los huéspedes se dirigen hacia el confort. Iberoamérica ofrece albergues inolvidables como el singular Grande Hotel (1940) de Óscar Niemeyer en Ouro Preto, el cual forma parte integral del paisaje colonial del Aleijandinho. En la actualidad, las grandes cadenas hoteleras levantan edificios similares en todo el orbe, por ello resulta especialmente interesante cuando se logran ejemplos memorables a la orilla del mar como el Hotel Westin Regina (1990) en Los Cabos, Baja California, de Javier Sordo y José de Yturbe; el Club de Playa Caletón (2005) en Punta Cana, República Dominicana, de Óscar Imbert y Antonio Segundo; o el Hotel Four Seasons (2000) de Diego Villaseñor en Punta de Mita, Nayarit.

      Finalmente, es importante señalar que la arquitectura religiosa también ha tenido una presencia importante en la arquitectura del siglo XX. Probablemente este género sea el que ofrece una mayor reticencia en cuanto a la construcción de espacios novedosos, ya que por lo general están auspiciados por los sectores más conservadores de la sociedad. A lo anterior se suma el doble requerimiento de cumplir arquitectónicamente con los requisitos de la liturgia de los diversos credos, a la vez que lograr, en el terreno de lo espiritual, ámbitos que propicien la elevación mística. Resulta particularmente interesante destacar la presencia de dos arquitectos pertenecientes a la orden de los benedictinos, Gabriel Guarda en Chile y Gabriel Chávez de la Mora en México, quienes erigieron las capillas de sus respectivos monasterios, logrando obras notables tanto en lo plástico como en lo emocional. En otras latitudes, diversos creadores se han acercado con éxito a estas construcciones, por lo que podemos decir que en la actualidad continúa como una línea de proyectos con una presencia indiscutible que busca resolver la carencia de lo moral en un mundo materialista.
      No deja de sorprendernos cómo, dentro de este concierto de ideas y formas, cada país ofrece sus propias sonoridades, en una especie de disonancia armoniosa producto de las tradiciones y los entornos locales. El clima, los materiales, la urbanización, los programas de enseñanza, la cultura y la economía, por mencionar sólo algunos, son los factores que diferencian los lenguajes y las soluciones en las diversas regiones.
      En suma, la selección de arquitectos nos permite acotar ciertas tendencias tanto de forma como de contenido en las obras recientes. Resulta claro que en países como Chile, Uruguay o Colombia el tema de la arquitectura universitaria es primordial, aunque los resultados plásticos ofrecen una clara diversidad atenta a las condiciones materiales del sitio. En Perú, las casas resultan insustituibles para mostrar los diversos derroteros de las propuestas creativas, mientras que en el vecino Ecuador sorprende la preeminencia de la arquitectura ligada con el comercio. Para el caso de Argentina, el compromiso social se filtra en la mayoría de las realizaciones, lo cual también se recoge en Venezuela, donde el tema de una arquitectura apropiada al trópico tiene eco en Costa Rica. Para Brasil existe una clara tendencia hacia una arquitectura pública y de servicio, a la vez que se atienden demandas de orden doméstico. En otros países como México y Bolivia, coexisten las edificaciones oficiales con una buena dosis de iniciativa privada y preocupaciones educativas, a la vez que las expresiones plásticas ofrecen la misma diversidad. En el ámbito caribeño, a la presencia urbana de parques y estaciones de tren en Puerto Rico, se enfrenta una arquitectura dominicana pública, pero en edificaciones de corte administrativo.
      Iberoamérica y su arquitectura preocupan por igual a arquitectos y estudiosos, quienes buscan en la actualidad vías concretas para expresar sus inquietudes teóricas y plásticas, y mejorar cualitativamente el hábitat y los ambientes urbanos en este continente.

*El texto que presentamos es un fragmento de la Introducción al libro Arquitectos iberoamericanos, coordinado por Louise Noelle, y editado por Fomento Cultural Banamex, actualmente en prensa. Agradecemos a la autora su autorización para reproducirlo.
**Louise Noelle es investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.. Es autora, entre otros libros, de Teodoro González de León, la voluntad del creador (Somosu-Escala, 1994), Agustín Hernández (Gustavo Gili, 1995), Vladimir Kaspé, reflexión y compromiso (Universidad La Salle, 1995), Luis Barragán. Búsqueda y creatividad (UNAM, 1996).
1. Las publicaciones más influyentes fueron: Vers une architecture, 1923, de Le Corbusier; Manifiesto, 1919, del Bauhaus firmado por Walter Gropius y algunos artículos de Frank Lloyd Wright en la Architectural Review desde 1908. Cebe agregar que Le Corbusier también escribió para 1930 Precisions, donde recoge su viaje por América del Sur.

2.
Este edificio –realizado entre 1937 y 1943– también contó con la colaboración de Óscar Niemeyer, Jorge Machado Moreira y Affonso Eduardo Reidy.
3. Entre otros, Reidy realiza la Unidad de Habitación Pedreguhlo (1947-52), mientras que Villanueva erige el Conjunto Habitacional “El Silencio” (1941) y Pani el Centro Urbano “Presidente Alemán” (1949).
4. Los principales textos fueron Traité d'architecture (1890) de Leonce Reynaud; Entretiens sur l'architecture (1859) de Eugène Emanuel Viollet-le Duc y Elèments et théorie de l'architecture (1901-1904) de Julien Guadet.
5. José Villagrán García, Teoría de la Arquitectura, INBA, México, 1963.
6. De los numerosos escritos de Carlos Raúl Villanueva podemos señalar Caracas en tres tiempos, Comisión de Asuntos Culturales, Caracas, 1966; y Textos escogidos, FAU UCV, Caracas, 1980.
7. Silvia Arango ha escrito un importante libro sobre este tema: Historia de un itinerario, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2002. En él se acerca a los ejemplos de Caracas y Bogotá, así como a las Escuelas de Arte de La Habana.
8. Un ejemplo es el producido por Carlos Eduardo Dias Coma y Miquel Adrià, La casa iberoamericana moderna. 20 paradigmas de mediados del siglo XX, Gustavo Gili, Barcelona, 2003.

9. Entre otros, véaseÁlvaro Ortega, Prearquitectura del bienestar, Escala, Bogotá, 1989; y Carlos González Lobo, Vivienda y ciudad posibles, Escala-UNAM, Bogotá, 1998.
10. Véase Joseph Maria Montaner, Nuevos Museos. Espacios para el arte y la cultura, Gustavo Gili, Barcelona, 1990, y Ramón Vargas Salguero, Pabellones y museos de Pedro Ramírez Vázquez, Noriega-Limusa, México, 1995.
11. Véase Miguel Ángel Roca. University Works 1993-2002, L´Arca Edizioni, Bergamo, 2002.

 

Inserción en Imágenes: 16.11.06.
Foto de portal: Juan O´Gorman, Gustavo Saavedra y Juan Martínez de Velasco, Biblioteca Central de Ciudad Universitaria, UNAM, Ciudad de México.



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO