Eduardo
Matos Moctezuma **
ematosm@prodigy.net.mx
Varios
autores, Museo de Murales Teotihuacanos Beatriz de
la Fuente, Instituto de Investigaciones Estéticas,
México, 2007, 240 pp.
Dos intenciones nos convocan este día: por un lado, la apertura
hace algunos meses del Museo de la pintura mural teotihuacana que lleva
el nombre de Beatriz de la Fuente, y por el otro, el reconocimiento que
con ese motivo se le rinde a nuestra querida amiga y maestra en este libro
que quiso ser un catálogo y terminó siendo un merecido homenaje
en que muchos de sus discípulos participan de manera relevante.
Once
trabajos integran el libro. Unos ya eran conocidos; otros fueron modificados
y algunos más aportan nuevos datos al conocimiento de la pintura
mural de Teotihuacan. El primero de ellos fue escrito por Beatriz de la
Fuente hace algunos años para el catálogo de la exposición
Fragmentos
del pasado y lleva por título “En torno a la integración
plástica”. En él, Beatriz de la Fuente se muestra
como profunda conocedora del tema y la actualidad del mismo queda expresada
en las palabras de la autora. No deja de admirarme la amplitud de perspectivas
y el buen manejo que hace en las comparaciones con otras latitudes en
donde estas manifestaciones tuvieron cabida. Vale la pena recordar sus
palabras:
Cuando las civilizaciones
comenzaron a establecerse existía
una voluntad colectiva por expresar credos y costumbres
de modo integral, por lo que los artistas y artesanos
de entonces quizá sumaban esfuerzos en sus trabajos
sin separar sus acciones, como ocurre actualmente. Ejemplos
de esta unidad conceptual son, entre muchos otros, los
muros de Babilonia con representaciones figurativas de
azulejos coloreados; los templos de India cubiertos con
relieves y esculturas pintadas, las cuevas budistas de
Amanta, donde se alterna y combina el color y la proyección
volumétrica; las construcciones funerarias egipcias
cuyos muros pintados, relevados y grabados se funden
y se reconocen en el espacio de tiempo congelado; los
templos griegos concebidos y realizados como unidades
escultóricas; las edificaciones romanas que mezclan
de manera monumental las tres excelsas disciplinas tradicionales. |
|
Cuando
se refiere a la teoría,
la autora nos hace ver los orígenes
de la integración plástica
y sus consecuencias. Así leemos:
El uso de términos
para designar las disciplinas que hacen de las artes
visuales una contundente integración plástica
se inicio en los tiempos romanos quizá como intento
por distinguir las cualidades propias entre maestros
y artesanos. Así lo afirman Benedetto Croce en
su Estética y Lionello Ventura en su Historia
de la crítica de arte. Ciertamente, cada
disciplina tiene límites y alcances. La arquitectura,
la escultura y la pintura exhiben, cada una, su lenguaje
particular. Su integración es un fenómeno
cultural convergente y universal. |
Sobre
la universalidad del fenómeno, Beatriz de la Fuente hace alusión
a Mesoamérica y nos dice cómo, desde las primeras construcciones
prehispánicas, tenemos el mismo fenómeno integrador al igual
que en las otras culturas del mundo. “Como en otros sitios –nos
dice– también se alcanzó una sola actividad creadora,
una manera de comunicar inquietudes, creencias y modos de vida en una
sola expresión humana.”
Al
comparar el poder creativo mesoamericano con los de otras partes
del mundo, Beatriz de la Fuente actúa con enorme prudencia.
Es así como nos advierte que la comparación entre
obras maestras de otras latitudes y las de Mesoamérica
sólo tendrá validez si son reconocidas en sus
principios esenciales. Y nos aclara:
Es decir, que si se considera
una variable que unifica, las otras variables distinguen
y diferencian las obras en cuestión. Mi propósito
es mostrar que los pintores mesoamericanos estuvieron,
dentro de sus circunstancias culturales (ello implica
las técnicas), comprometidos con la representación
de su realidad visual (mágica, religiosa, idealista,
fiel a la naturaleza, etcétera) al igual que los
otros pueblos del mundo. Diferencias notables enmarcan
las características de diferentes culturas; el
universo renacentista no fue equiparable al del Clásico
maya, de ahí sus distinciones; pero es válido
afirmar que en cada uno, en su propio marco cultural,
se dieron soluciones significativas en el proceso creador
del desarrollo humano integral. |
Quizá he
abusado de las
citas, pero textos
como el de Beatriz
de la Fuente
enseñan,
ilustran y van
más allá de
la simple descripción
en la que caen
no pocos estudiosos
del arte que
no llegan al
análisis
estético
y se quedan en
los umbrales
de lo fenoménico…
|
Espacio
y tiempo
son las
categorías
fundamentales
de la arqueología.
Jesús
Galindo
Trejo nos
hace ver
la manera
como se
conjugaron
estos aspectos
para incidir
en la traza
urbana
de Teotihuacan
y en su
expresión
pictórica.
El hecho
de que
la pirámide
del Sol
fuera construida
sobre una
cueva con
determinada
orientación
obedece
a razones
diversas
entre las
que se
cuentan
motivos
astronómicos
y simbólicos.
Galindo
Trejo nos
dice de
las opiniones
de diversos
investigadores
acerca
de si la
cueva en
cuestión
es natural
o artificial.
Sobre el
particular,
siempre
he dicho
que no
importa
que fuera
una u otra –o
ambas–,
pues lo
importante
para el
teotihuacano
fue que
debajo
hubiese
una oquedad
que encierra
simbolismos
importantes
relacionados
con la
vida y
la muerte.
El autor
nos advierte
que la
traza urbana
de la ciudad
está marcada
por dos
ejes: la
avenida
de los
Muertos
y su línea
perpendicular,
aunque
pienso
que hay
que recordar
que en
los momentos
iniciales
de la ciudad
la pirámide
del Sol
tuvo el
papel de
centro
del universo
teotihuacano
hasta que éste
se desplazó a
la Ciudadela.
Las mediciones,
cálculos
y observaciones
que el
autor ha
efectuado
en diversos
monumentos,
así como
la de otros
investigadores,
nos llevan
a considerar
la importancia
que tuvo
el movimiento
solar y
su declinación
hacia el
poniente.
El movimiento
del astro
pudo ser
medido
en el interior
de algunas
cuevas
por los
antiguos
teotihuacanos.
Todo ello
permitía
conocer
los solsticios
y equinoccios,
los cambios
estacionales
y su relación
con los
dioses
y sus designios.
|
María Teresa Uriarte nos ofrece tres
trabajos. Los dos primeros atienden temas como
el del juego de pelota y en el otro habla de
ideología y religión. El tercero,
en coautoría con Verónica Hernández,
está dedicado a Beatriz de la Fuente
como ejemplo de una vida al servicio de la
comprensión del arte mesoamericano.
A él nos referiremos al final de este
texto. En relación al juego de pelota
pintado en Tepantitla, la autora pone énfasis
en su relación con el comienzo del tiempo,
y en las diferentes representaciones de juegos
de pelota en los murales y los marcadores muy
parecidos, por cierto, a los encontrados arqueológicamente.
También atiende la relación con
Tláloc, con alteradores de la conciencia
y el inframundo. Llama la atención acerca
de los dos personajes que acompañan
a cada marcador en la escena del muro noreste
a los que considera sacrificados. Si observamos
a estos individuos, veremos que se trata de
personajes enfermos, uno con las piernas extremadamente
delgadas y con posible pie Bot, y el otro puede
tratarse de un acondroplásico. Aquí se
juega con bastones y los personajes están
bien ataviados con faldellines, sandalias y
tocados. Hay una estructura arquitectónica
escalonada –lo que nos habla de un espacio
urbano– que nos recuerda el de la figura
5 que incluye Uriarte de un vaso maya con jugadores,
cultura con la que la autora analiza diversos
aspectos, entre ellos el glifo Pu. Por cierto
que en el mural sureste, separado por el anterior
por una puerta o vano, tenemos la conocida
escena del Tlalocan, en lo que a mi juicio
es una clara representación de una escena
rural con personajes del pueblo ataviados con
un simple maxtlatl y descalzos, en tanto que
el mural vecino los personajes visten ricamente,
como quedó dicho. Algo que no deja de
sorprendernos es cuando señala que al
no encontrarse canchas para el juego como las
muy conocidas, bien pudiera haberse practicado
en la Calle de los Muertos.
En su otro artículo se refiere a varios
tópicos como son la presencia de dioses
como Quetzalcóatl y Tláloc para,
inmediatamente después, hablarnos acerca
de las cuevas y su significado en el mundo
prehispánico. La importancia del sacrificio
humano, especialmente de niños, son
para bien de la comunidad, nos advierte, y
en general la práctica del sacrificio
se relaciona con la continuidad de la vida.
|
Bajo
el
título
de “temas
en
la
pintura
mural
teotihuacana”,
Lourdes
Navarijo
atiende
lo
relativo
a
la
flora
y
la
fauna
y
nos
explica
la
importancia
de
estas
presencias
en
buen
número
de
murales
teotihuacanos.
Felinos
como
el
puma
y
el
jaguar;
coyotes;
reptiles
y
peces
son
representados
en
los
murales
aunque
las
aves
están
más
abundantemente
pintadas:
pelícanos,
fragatas,
garzas, águilas,
zopilotes,
palomas,
guacamayas,
búhos
y
otras
más
que
tienen
sus
propios
simbolismos.
A
continuación
se
pregunta
la
autora: ¿cómo
se
averigua
qué especie
animal
está representada?
Para
esto
hay
que
seguir
dos
pasos:
reconocer
la
figura
del
animal
con
el
fin
de
establecer
su
identidad
taxonómica
e
indagar
el
papel
asignado
a
la
especie
representada.
Lamentablemente
poco
es
lo
que
se
dice
de
la
flora,
pero ésta,
al
igual
que
la
fauna,
fue
motivo
constante
en
las
expresiones
teotihuacanas.
Como
complemento
de
este
trabajo,
se
encuentra
el
de
Eric
Velásquez
García,
dedicado
al
sistema
de
escritura
teotihuacano
y
en
el
cual,
en
breves
palabras,
nos
habla
acerca
de
los
temas
identificados
que
pueden
ser
agrupados
en
fechas
(numerales
de
barras
y
puntos
acompañados
de
signos
de
días
dentro
de
bordes
circulares),
topónimos,
teónimos
y
antropónimos
acompañados
por
títulos
de
alto
rango
que
están
ubicados
frente
al
individuo
a
quien
corresponden.
También
hay
nombres
de
juegos
y
danzas
y “tal
vez
algunas
frases
cortas
ordenadas
de
manera
lineal” (p.
75).
Para
terminar,
nos
advierte
que
del
estudio
de
este
sistema
de
escritura
no
se
ha
podido
descifrar
cabalmente
ningún
signo
ni
determinar
qué lengua
representa
o
el
orden
de
lectura
que
le
es
propio.
|
Un
tema
interesante
es,
sin
lugar
a
dudas,
el
de
los
materiales
y
técnicas
empleadas
en
la
pintura
mural.
Tatiana
Falcón
y
Diana
Magaloni
se
dan
a
la
tarea
de
introducirnos
en
este
mundo
y
nos
hacen
ver
que
la
técnica
empleada
por
los
pintores
teotihuacanos
fue
el
fresco,
es
decir,
pintar
sobre
el
aplanado
antes
de
que éste
haya
secado.
Después
nos
dan
el
proceso
de
elaboración
de
un
mural,
desde
que
eran
recubiertos
de
un
aplanado
hecho
con
piedra
de
tezontle
molida
y
barro.
Sobre él
se
colocaba
un
aplanado
de
cal
y
arenas
de
cuarzo
volcánico
(enlucido),
el
cual
se
pulía
con
llanas
de
piedra
y
arcillas.
Más
de
cien
muestras
de
enlucido
analizadas
en
laboratorio
permitieron
elaborar
cuadros
en
los
que
se
ve
la
evolución
de
la
técnica
pictórica
a
lo
largo
de
las
fases
por
las
cuales
atravesó la
ciudad,
además
de
los
componentes
de
los
pigmentos
y
otras
características
que,
indudablemente,
mucho
nos
dicen
de
las
características
de
la
pintura
teotihuacana.
Para
Jorge
Angulo,
es
necesario
hacer
una
nueva
revisión
de
los
espacios
residenciales
que
forman
las
unidades
habitacionales,
para
lo
cual
parte
de
la
organización
sociopolítica
y
religiosa.
Un
buen
ejemplo
para
ello
es
el
conjunto
de
Tetitla,
del
que
nos
proporciona
las
diferentes
fases
de
la
manera
como
el
conjunto
fue
creciendo
y
las
diversas
modificaciones
que
sufrió a
lo
largo
del
tiempo.
|
La
arqueología
sigue
encontrando
gran
cantidad
de
nuevos
datos
que
enriquecen
el
conocimiento
de
la
antigua
ciudad
de
Teotihuacan.
Tal
es
el
caso
de
los
artículos
finales
del
libro
en
los
cuales
se
nos
proporciona
una
buena
información
con
estos
aportes.
Es
así como
Rubén
Cabrera
se
refiere
a
17
fragmentos
de
murales
de
la
sección
sureste
de
Atetelco,
descubiertos
en
1997,
en
los
que
se
ven
diferentes
motivos
que
el
autor
enumera:
felinos
en
posición
sedente;
figuras
humanas
miniaturas;
un
ave
con
alas
extendidas
y
otras
más;
procesiones
de
personajes
ricamente
ataviados
y
posibles
representaciones
de
montañas.
Todos
ellos
podemos
ubicarlos
en
fases
tardías
como
Xolalpan
y
Metepec.
De
estos
vestigios,
hay
que
destacar
el
del
ave
con
polluelos –nombre
asignado
por
Beatriz
de
la
Fuente– que
aparece
en
dos
ocasiones.
También
resulta
importante
mencionar
los
personajes
ataviados,
uno
de
los
cuales
identificado
como
el
dios
Xochipilli
por
los
atributos
con
los
cuales
aparece.
El
paisaje
que
acompaña
al
personaje
presenta
cerros
de
los
que
el
autor
hace
un
análisis
según
la
manera
en
que
se
les
representa.
Otros
murales
muestran
pequeños
personajes
que
recuerdan
a
los
de
Tepantitla.
Para
el
autor
se
trata
de
una
ceremonia
religiosa
asociada
con
el
fuego
sagrado.
Dice
Cabrera:
La ceremonia religiosa parece
estar relacionada con el fuego sagrado, con bebidas y
comida; los participantes en actitud relajada, cantan
o elevan oraciones según lo indican las volutas.
Tal vez el líquido que ingieren sea embriagante
o tóxico, ya que algunos personajes yacen en el
suelo, pero ninguno está muerto, por lo que no
parece tratarse de un acto de sacrificio como lo postula
Giral (p. 139). |
El último
trabajo
es
de
la
autoría
de
Sergio
Gómez
Chávez
y
Julie
Gazzola
y
trata
de
la
pintura
mural
del
templo
de
la
Serpiente
Emplumada.
Como
antecedente,
nos
relatan
los
trabajos
desarrollados
entre
2002
y
2004
que
dieron
como
resultado
el
poder
excavar
el
drenaje
original
que
permitía
desahogar
miles
de
metros
cúbicos
de
agua
del
interior
de
la
Ciudadela.
Fue
clausurado
hacia
el
año
300
después
de
nuestra
era
y,
en
su
interior,
se
detectaron
esqueletos
de
individuos
sacrificados
y
muchas
piezas
depositadas.
Sin
embargo,
un
dato
interesante
es
el
de
encontrar
vestigios
pre-ciudadela
posiblemente
de
la
fase
Tzacualli,
lo
que
hace
pensar
a
los
autores
que,
al
mismo
tiempo
en
que
estaban
en
funciones
las
fases
tempranas
de
la
pirámide
de
la
Luna,
también
en
la
Ciudadela
había
conjuntos
destinados
a
determinados
rituales.
En
cuanto
a
los
restos
de
pintura
mural,
los
tenemos
realizados
sobre
lodo
con
motivos
como
ganchos,
volutas
y
gotas,
y
otros
sobre
aplanado
de
cal,
polícromos
y
con
motivos
geométricos.
Como
comenté páginas
atrás,
he
dejado
para
el
final
la
semblanza
que
María
Teresa
Uriarte
y
Verónica
Hernández
escriben
sobre
Beatriz
de
la
Fuente.
Su
lectura
nos
permite
conocer
diversos
aspectos
de
la
prestigiada
historiadora
del
arte.
Tenemos
la
mención
de
algunos
de
sus
trabajos;
la
minuciosidad
de
sus
investigaciones;
los
principios
teóricos
que
las
regían;
la
riqueza
de
sus
aportaciones
y
muchas
otras
facetas
de
la
investigadora.
Lo
hago
así porque
pienso
que
empezar
este
libro
con
un
trabajo
de
Beatriz
de
la
Fuente
debería
concluir
con
esta
semblanza
de
la
persona
a
quien
está dedicado
el
museo
de
la
pintura
mural
teotihuacana.
Las
palabras
con
las
que
culmina
el
artículo
fueron
escritas
por
Beatriz
para
el
Catálogo
de
la
Pintura
Mural
de
Teotihuacan,
escrito
en
1995.
Dicen
así:
Las pinturas murales de
Teotihuacan son reveladoras de un modo particular y único
de expresión y elaboradas por una comunidad definida
e integrada; de ahí su carácter inconfundible.
El grupo crea un lenguaje pictórico –abstracto
y geométrico, no hay cabida para la narración
escénica naturalista– que funciona socialmente;
y de tal suerte es entendido por la misma sociedad que
lo engendró. |
Índice
Museo
de
Murales
Teotihuacanos
Beatriz
de
la
Fuente
En torno a la integración plástica
Beatriz
de
la
Fuente
Tiempo, orientación urbana y pintura
mural
Jesús
Galindo
Trejo
El juego de pelota en la pintura mural de
Tepantitla
y el inicio del tiempo
María Teresa Uriarte
Temas en la pintura mural teotihuacana
Ma.
de
Lourdes
Navarijo
Ornelas
y
Erik
Velásquez
García
Materiales y técnicas en la pintura
mural de Teotihuacán
Tatiana
Falcón
y
Diana
Magaloni
Los conjuntos departamentales en Teotihuacán
Jorge
Angulo
Ideología y religión
María
Teresa
Uriarte
Beatriz de la Fuente: una vida al servicio
de la comprensión del arte prehispánico
María
Teresa
Uriarte
y
Verónica
Hernández
Nuevos hallazgos de la pintura mural teotihuacana
Rubén
Cabrera
Castro,
Sergio
Gómez
Chávez
y
Julie
Gazzola
Ir a Museo de Murales Teotihuacanos
Beatriz de la Fuente por Arturo Pascual Soto >>
Inserción en Imágenes: 08.08.07.
Foto de portal: procesión de sacerdotes sembradores.