Clarissa Benci
beltmondi@yahoo.com.mx
Clara Bargellini, La
Catedral de Saltillo y sus imágenes, Instituto de Investigaciones
Estéticas, Gobierno del Estado de Coahuila,
Instituto
Coahuilense de Cultura, Universidad Autónoma de
Coahuila,
2005, 100 ils. (95 c., 5 b/n), 171 pp.
En lo que a la historia del arte se refiere,
el registro del norte del país debe quedar incorporado
porque también es México. Ésa es una
de las contribuciones más importantes de la historiadora
del arte Clara Bargellini (Premio Universidad Nacional
en Investigación en Artes 2005), quien ha dedicado
buena parte de sus indagaciones a estudiar y rescatar el
patrimonio artístico virreinal (arquitectura, retablos,
esculturas, pinturas) de los estados del norte de nuestro
país -especialmente Chihuahua-. Catedrales como
las de Zacatecas, Saltillo, Durango, San Luis Potosí,
Chihuahua y muchas parroquias y misiones jesuitas y franciscanas -así como
las obras de arte que contienen- han logrado registrar
su esplendor y trascendencia gracias a los estudios emprendidos
por Bargellini. Se trata de un nicho artístico-religioso,
si no abiertamente desdeñado por otros especialistas,
sí, por lo menos, pasado por alto.
La
especialista en arte virreinal parte de una premisa fundamental
contenida en el corpus de toda su obra: sin el
arte no es posible comprender nuestro pasado. A través
de él es factible explorar y profundizar en la historia
de los pueblos. En La Catedral de Saltillo y sus imágenes (edición
muy atractiva coeditada por el Instituto de Investigaciones
Estéticas de la UNAM, el Instituto Coahuilense de
Cultura y la Universidad Autónoma de Coahuila, 2004),
Bargellini emprende el recorrido histórico, documental
e iconográfico de ese templo -y de sus imágenes
y objetos, escasamente investigados- que ocupa un sitio
propio no sólo en el periodo novohispano y en la
historia del arte en México, sino también
en el desarrollo de las comunidades española y tlaxcalteca -como
parte integral de la historia de la villa de Saltillo- en
el siglo XVIII.
La construcción de la Catedral de Saltillo
(se le otorgó esta categoría hasta el año
de 1891) tardó poco más de medio siglo: comenzó en
1745 y fue dedicada hasta 1800. En cuanto a los
estilos artísticos que refleja es necesario considerar
que la construcción de la obra comenzó cuando
en el virreinato de la Nueva España imperaba el
gusto por las portadas-retablo cubiertas de ornamentación,
y concluyó cuando en la Academia de San Carlos de
la Ciudad de México se decidió reemplazar
el barroco novohispano por formas neoclásicas. De
acuerdo con la autora, la Catedral de Saltillo es el resultado
de los nuevos aires estilísticos que soplaban en
el virreinato: "los estilos conviven, expresan y actúan
sobre las distintas realidades y aspiraciones que se van
entretejiendo en cualquier sociedad". La riqueza estilística
que conservan las portadas y retablos también era
una expresión del poder del clero secular. De hecho
las alusiones apostólicas (Santiago, santos Andrés
y José) en portadas y retablos corresponden a la
autoridad de la iglesia como institución. La importancia
que adquirió la arquitectura de la parroquia de
Saltillo le permitió ser considerada para acoger
a un nuevo obispado; además de lograr un impacto
positivo en la economía y el desarrollo local.
Las
imágenes que decoran la Catedral de Saltillo se
hallan inmersas en los postulados que estableció el
Concilio de Trento, a mediados del siglo XVI, respecto
de "la invocación, veneración y reliquias
de los santos, y de las sagradas imágenes" y su
específica función didáctica. Se trata
de enseñar a través de la mirada; la conjunción
que se alcanza entre devoción y gusto estético
será resultado de ello. Pero en el caso del programa
iconográfico de la Catedral de Saltillo, será más
importante el uso y "adaptación" locales que se
le dará a las imágenes de los santos.
La
imagen devocional más antigua e importante del acervo
catedralicio de Saltillo es el llamado Santo Cristo (un
Jesús crucificado de tamaño natural), figura
que -como asevera la autora- motivó una auténtica
renovación arquitectónica, amén de
auge y prosperidad entre la población. "Tanto la
historiografía local como las prácticas religiosas
se volcaron en él, especialmente en el siglo XVIII,
y no es una exageración decir que por él,
el templo de Saltillo alcanzó su monumentalidad." La
pieza (elaborada mediante una técnica de origen
prehispánico, la caña de maíz), como
muchas otras esculturas y pinturas, llegó a la parroquia
por donación de un particular. De hecho los documentos
consultados por la autora corroboran que la Catedral de
Saltillo se erigió con base en frecuentes contribuciones
y donaciones (económicas, en especie o en trabajo)
que los curas y administradores pusieron especial e insistente
cuidado en conseguir. Incluso el acervo de objetos religiosos
se incrementó porque el clero consideró oportuno
requisar imágenes que se utilizaban en cultos particulares,
resultado, a su vez, de los privilegios que adquirían
los donantes.
La investigación de Bargellini permite establecer
semejanzas o correspondencias entre la arquitectura de
Saltillo y otras catedrales anteriores como la de Zacatecas
o San Luis Potosí. Las comparaciones y similitudes
no se limitan al aspecto iconográfico, evidente
en muchos sentidos como logra demostrarlo la investigadora,
sino a los maestros -arquitectos y artesanos varios- quienes
contribuyeron en su edificación, debido a que algunos
de ellos se contrataban en la construcción de otras
iglesias de la región centro-norte de México.
La información documental que la autora rescató le
permite nombrar a los maestros artesanos quienes participaron -de
diversas maneras, en el diseño arquitectónico
o con trabajos de albañilería y carpintería- en
la construcción de la Catedral de Saltillo. Lo mismo
se puede decir de las esculturas y pinturas. Se hallan
piezas estéticamente destacadas como un lienzo guadalupano
firmado por José de Alcíbar, discípulo
del célebre artista Miguel Cabrera. Otras piezas
(sobre todo ornamentos) provienen directamente de la Ciudad
de México (por razones de prestigio artístico)
e incluso de Guatemala. Posiblemente un rasgo local definitorio
de la Catedral de Saltillo sean los bellos frontales de
plata sobredorada que ocupan el altar, así como
otros objetos litúrgicos del mismo metal, extraído
seguramente de las regiones mineras cercanas y que hablan
de la rica producción regional en lo que a minería
se refiere. Los ornamentos de plata son trabajos artísticos
que exhiben la notable factura de la platería novohispana.
Es notable el vasto conocimiento que Bargellini despliega
en cuanto a orfebrería de plata. Así pues,
respecto de las obras artísticas que decoran la
Catedral de Saltillo, se conjugan importaciones con producción
local.
Bargellini recuerda que "no es suficiente conocer la iconografía
para entender la presencia de las imágenes; también
hay que tomar en cuanta la calidad expresiva y la relación
con otras imágenes del entorno". En este sentido
es importante destacar que en el caso de la Catedral de
Saltillo no existe una narración, una lectura secuencial
de las imágenes, sino que se trata de piezas aisladas
que no guardan relación unas con otras.
Para
la historia de la arquitectura novohispana en general,
Bargellini aporta -con base en el cúmulo de investigaciones
realizadas en las edificaciones religiosas del norte del
país, conjugado en libros como La Catedral de
Chihuahua y La arquitectura de la plata: iglesias
monumentales del centro norte de México, 1640-1750- dos
datos importantes: 1) la confirmación precisa, en
el caso de la Catedral de Saltillo, de que las portadas
se hicieron al final de la obra; y 2) aun más relevante,
la demostración de que los maestros que diseñaban
los retablos también ideaban las portadas, es decir, "que
el retablo mayor repite la iconografía fundamental
de la portada", una característica de las iglesias
novohispanas del siglo XVIII, que en el caso de la parroquia
de Saltillo correspondió al artífice catalán Ángel
Galín Anglino: "es fácil observar que todas
las obras de Galín para el interior del templo tienen
rasgos formales en común y recuerdan las portadas...".
Aunque de origen europeo, el estilo de Galín -asegura
la autora- no provenía del viejo continente sino
que era novohispano.
Resulta curioso mencionar que la investigadora se basó en
una fotografía de circa 1860 como documento
histórico-iconográfico para reconstruir la
ubicación de las imágenes y el retablo en
esa época, con la disposición que muchas
de esas mismas imágenes conservan en la actualidad
en las distintas capillas de la Catedral.
Precisamente uno de los cometidos principales de Clara Bargellini
(investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas
de la UNAM) ha sido establecer las relaciones precisas entre
las imágenes y objetos y la arquitectura de la iglesia.
Sin duda logra su cometido. Indagaciones como la de Bargellini
en La Catedral de Saltillo y sus imágenes permiten
rescatar y conservar el patrimonio artístico del norte
de México.