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Lúcida y objetiva mirada sobre el futurismo

Emely Baché*
eboart@yahoo.com.mx


Olga Sáenz: El futurismo italiano, trad. de los manifiestos: María Pía Lamberti, José Luis Bernal y Sara Bolaños, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM, 2010, 485 pp. + ils.


Un excelente ensayo precede a la publicación de setenta textos que por primera vez son traducidos íntegramente del italiano al español. Se trata de los manifiestos futuristas sobre poesía, pintura, escultura, dramaturgia, política, danza, cine, literatura, ciencia, etcétera, así como de discursos y otros textos de temas varios, que dan cuenta de la intención de los futuristas por abarcar todas las esferas de la vida del hombre y la mujer modernos.
           Olga Sáenz, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, con estudios de especialización en Historia del Arte por la Universidad La Sapienza de Roma, centra nuevamente su mirada en el arte italiano, aunque previamente El Colegio Nacional publicó su extenso estudio en torno a las ideas, la vida y el arte del Dr. Atl. Después de la publicación de Giorgio de Chirico y la pintura metafísica, nos ofrece ahora su nuevo libro: El futurismo italiano, un estudio lúcido y reflexivo sobre el primer movimiento vanguardista europeo del siglo XX, que sin duda será fuente obligada para especialistas, académicos, estudiantes y público interesado en este movimiento artístico.
          En el ensayo que se extiende a lo largo de las primeras 86 páginas del libro, la autora examina la gestación del movimiento futurista; revisa  concienzudamente sus antecedentes históricos, así como su estructura ideológica y artística. Explica que el origen del futurismo se encuentra en la respuesta a la perniciosa idea europea de que Italia se había quedado a la zaga de la revolución industrial y de “que se consumía en las ruinas de su pasado glorioso”. La respuesta a este señalamiento la dio el poeta Filippo Tommaso Marinetti al publicar las premisas futuristas en la primera década del siglo XX.
          De acuerdo con Sáenz, Marinetti no sólo se propuso devolver a Italia el protagonismo que en materia de arte había conquistado desde la época de la Roma imperial y que mantuvo hasta el Barroco (sin dejar de mencionar el papel importante que jugó Italia en el desarrollo del neoclasicismo, tras los descubrimientos arqueológicos de Pompeya y Herculano); pretendió asimismo forjar una revolución cultural que condujera al nacimiento de una nueva sociedad, más acorde a la propuesta de la modernidad, que con el desarrollo de la ciencia, la industria y la tecnología, suscitaba transformaciones económicas, políticas y sociales. En este sentido, se adelanta un tanto a esas mismas actitudes, repetidas en varias ocasiones y en varios países durante el siglo XX.

           En su vasto estudio, la doctora Sáenz explica en forma clara y compendiada los textos futuristas; de esta manera los vuelve más accesibles al lector. Además, complementa sus descripciones y análisis con datos históricos, acotaciones y notas biográficas referentes a los protagonistas del movimiento. Con ello brinda una información integral relativa a cada manifiesto y su contexto político-social. El ensayo presenta un orden temático y cronológico, aunque no de modo riguroso, en 34 apartados elocuentemente titulados: “El poeta y la imaginación sin hilos”, “La declamación revolucionaria”, “El sexo andrógino futurista”, “El ejército de la locura en su viaje de iniciación”, entre otros. En este último hace un análisis del manifiesto marinettiano  ¡Matemos el claro de luna!, en que alegóricamente los futuristas, acompañados de locos (los verdaderos vivos), viajan por Asia hasta Persia donde encuentran al asno docto del que Nietzsche hace referencia en Así habló Zaratustra. Asno sacro –dice la autora– que cuestiona el mundo de la razón y los valores establecidos.
           En el apartado de título “El manifiesto futurista: nueva arma política” se explica cómo Marinetti se valió de este medio de expresión para transmitir sus principios estéticos y políticos. Con esta práctica creó un nuevo género literario. El poeta aprovechó las imágenes visuales de propaganda y publicidad, así como el auge de la prensa, la radio y el cine, para difundir sus manifiestos. El tono de éstos fue siempre enérgico, transgresor, crítico, sensacionalista, revolucionario, desacralizador, contundente y provocador. Su intención era motivar acciones que cimbraran los convencionalismos culturales y sociales persistentes. Fueron varios los autores de los manifiestos futuristas pero todos los textos eran revisados, corregidos o censurados por el mismo Marinetti. Olga Sáenz da cuenta también del uso de novedosos diseños tipográficos (semejantes a los caligramas) en los manifiestos, así como de la combinación de distintos tamaños y tipos de letra, entre ellos las cursivas, para dar la sensación de velocidad, y las bastardillas redondas, para expresar “la onomatopeya violenta”. En este sentido, las artes tipográficas adquieren una nueva vitalidad que en muchos casos se verá multiplicada en carteles, libros, volantes y hojas sueltas durante todo el siglo XX. Igualmente hace referencia al empleo de términos como: palabras en libertad, pasadismo (lo atado al pasado), Parálisis y Podagra (donde habitaban los defensores de la burguesía capitalista), etcétera.
           En el apartado “Heroísmo y clarividencia” Sáenz analiza el texto Fundación y manifiesto del futurismo, publicado en el periódico francés Le Figaro el 20 de febrero de 1909. Este hecho marcó el inicio de la vanguardia artística que proclamaba que la guerra era la única higiene del mundo. Sus preceptos nacionalistas y libertarios dieron sustento al fascismo. En este documento –subraya la autora– Marinetti se considera a sí mismo y a su grupo como clarividentes en heroica vigilia para vencer las fuerzas del pasado. El poeta muestra a la máquina como símbolo de vitalidad; junto a los grandes avances y descubrimientos científicos se convierte en impulsora del hombre moderno hacia una nueva sensibilidad revolucionaria, contraria a la tradición cultural de Occidente.


           La autora encuentra en el texto ideas filosóficas, políticas y estéticas que sustentan los principios del futurismo. Se trata de ideas inspiradas en Schopenhauer, Nietzsche, Gramsci, Saint-Georges de Bouhélier y Jules Romains. Marinetti exaltó el amor al peligro, a la temeridad, al patriotismo, a la actitud destructora. Asimismo, apoyó el anarquismo. Al respecto, Sáenz advierte que tras las catastróficas consecuencias de la gran guerra, los futuristas tuvieron que hacer una revisión crítica de la actitud beligerante que adoptaron en su manifiesto fundacional. También rectificaron la actitud antifeminista con la que combatieron en el mismo documento: aceptaron a la poetisa francesa Valentine de Saint-Point con su brillante Manifiesto de la mujer futurista, publicado en París el 25 de marzo de 1912.
           En los apartados subsiguientes la autora va explicando e interpretando distintos textos futuristas. Así, en “La cloaca máxima del conservadurismo” revisa el manifiesto Contra Venecia pasadista, publicado el 27 de abril de 1910. Olga Sáenz anota que, tanto en este texto como en el Discurso futurista de Marinetti a los venecianos, el poeta considera a dicha sociedad como la cloaca del conservadurismo y propone una Venecia industrializada y fuerte. Algo parecido manifiesta en el caso de España en el documento Contra España pasadista, de junio de 1911, analizado en “Expulsen a puntapiés al Dios que no temen”, título acertadamente elegido por la autora para expresar que el poeta consideró al oscurantismo eclesiástico como el responsable de la enajenación sufrida por el pueblo español.

            Los manifiestos de los pintores futuristas que sucedieron a los primeros documentos (arriba mencionados) de los poetas del movimiento son analizados en apartados como "La resurrección estética con tintes divinos" y "Las analogías plásticas del universo". Dentro de estas secciones, la reproducción de los documentos futuristas que incluyen referencias científicas se ven enriquecidos con observaciones sobre los conceptos de simultaneidad, materia y energía, espacio-tiempo o cuarta dimensión (universo en el que Einstein sustenta su teoría de la relatividad). Las notas permiten al lector no especializado una mejor comprensión del interés de los pintores futuristas por captar la sensación de movimiento mediante imágenes sucesivas que se presentan simultáneamente en el espacio-tiempo. La simultaneidad es abordada también desde las perspectiva bergsoniana como propiedad de la memoria humana, idea que sirve a Boccioni para definir "la simultaneidad de los estados de ánimo" expresada en la pintura futurista, así como la "simultaneidad de ambiente" que se muestra en el cuadro por medio de una multiplicidad de focos visuales. La preocupación de los pintores futuristas –dice la autora– "por captar el dinamismo universal, se fundamentaba en el principio de unión de todos los objetos del mundo real, tanto en el tiempo como en el espacio".
           En su libro, Olga Sáenz estudia también de manera reflexiva los manifiestos que sobre música, teatro, danza, fotografía, cinematografía, radio, etcétera, publicaron los artistas del futurismo italiano, y termina exponiendo sus comentarios referentes al fuerte carácter político de este movimiento de vanguardia en "Futurismo y fascismo". En este último apartado, de modo inteligente y fluido anlaza los acontecimientos históricos en los que se perfilan dialécticamente las proclamas políticas, desde el manifiesto fundacional de 1909 hasta el Manifiesto del Partido Futurista Italiano de 1918, incluyendo La democracia futurista de 1919 y Más allá del comunismo de 1920. La autora expone cómo Marinetti y su grupo concibieron un partido político nacionalista, anticlerical, republicano, con carácter libertario y anarquista, que defendía el sufragio universal, incluyendo a la mujer, un parlamento y un senado técnicos, además de consideraciones novedosas sobre la propiedad de la tierra, la educación, la asistencia y previsión social, etcétera. Comenta acerca de la relación Marinetti-Mussolini a partir de 1915, de cómo el fascismo debe al futurismo sus principios libertarios, anárquicos y utópicos, además del impulso de tomar las plazas por asalto y hablar fuerte. Pero la mayor deuda –dice Sáenz– está en la configuración de los grupos de "castigadores" que Mussolini organizó contra sus enemigos políticos: los fasci de combate mussolinianos, inspirados en los fasci futuristas que Marinetti había generado tras su propuesta de abolir paulatinamente el ejército. El lector conocerá también pormenores de los desencuentros entre fascistas y futuristas, mismos que se iniciaron en 1920 y que llevaron a los vanguardistas a alejarse del estatismo nacionalista de la ultraderecha y a confrontarse con ésta.
           El libro de Sáenz brinda una amplia panorámica del futurismo. Esta obra permite una valoración más objetiva del movimiento: tanto en lo que respecta a su evolución, pues con el tiempo modificó el carácter radical de algunas de sus primeras propuestas, como en lo referente a sus aportaciones en lo propiamente estético.


           Altamente recomendable es la lectura de El futurismo italiano de Olga Sáenz. Además de su excelente impresión, es también un compendio que reúne, en un solo volumen, una vasta selección de documentos futuristas y un profundo ensayo que los explica y sitúa históricamente.

* Licenciada en Química y profesora de la asignatura Ciencia y arte, Facultad de Química; maestra en Historia del Arte, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

Inserción en Imágenes: 01.07.11.
Imagen del portal: Gino Severino, Bailarina azul, 1912, óleo/tela con lentejuelas, 61 x 46 cm.
Foto: Scala.
Ilustraciones: Páginas del libro El futurismo italiano de Olga Sáenz.

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