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rastros

Natalia Chacón de Calles y sus hijas “cinemáticas”


Aurelio de los Reyes*
audelosreyes@hotmail.com


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Doña Natalia, esposa del general Plutarco Elías Calles, primera dama, en su vestir era más discreta que Virginia Salinas de Carranza, esposa del Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo y luego presidente del país. A doña Virginia le tocó vivir una etapa inestable, mientras que doña Natalia se desenvolvió en un ambiente de relativa tranquilidad. Por lo menos la guerra entre hermanos no la separó mientras gobernó su esposo, tal como la rebelión delahuertista separó al general Obregón de María Tapia, su mujer, cuando tuvo que dirigir la campaña militar en el Bajío.
           Doña Natalia experimentó escasa participación social, menos aún que María Tapia de Obregón. Cierto que la nombraron socia honoraria de alguna sociedad feminista, pero éste y otros tantos cargos honoríficos no le merecieron mayor atención. Lejos estaban sus actividades de liberación de la mujer. Todo lo contrario, mujer de casa, atendía con esmero a su esposo y a sus nueve hijos, Rodolfo, Plutarco, Alfredo y Gustavo, Natalia, Hortensia, Ernestina, Alicia y Artemisa. Esta última y Gustavo eran los menores. Por primera vez después de la Revolución un presidente llegaba al poder con una familia tan numerosa. Pese a que los mayores estaban en la edad de la tentación no asumieron actitudes de juniors; las hijas tuvieron más actividades sociales, lo cual era natural por ser guapas.

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Rodolfo partió para Nuevo León poco después de la toma de posesión de Calles; en General Terán, Nuevo León, escribió a Soledad González, secretaria particular de su papá, para que comunicara a éste sus deseos de formarse un porvenir lejos del gobierno, “con mis propios esfuerzos y lejos del calorcito paternal”.1 Semanas después, doña Natalia viajó a Nogales, Sonora, para asistir al bautizo de su nieto, hijo de Hortensia y Fernando Torreblanca, secretario particular de su esposo. También para ver a su hijo Rodolfo, convertido en tesorero del estado a los pocos días de su regreso del Distrito Federal, pasar unos días de vacaciones y después asistir al matrimonio de su hijo Plutarco, en Monterrey. Luego de estas visitas, a los seis meses viajó a San Diego a comprar muebles para la mansión presidencial.2

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Su hija Natalia puso en movimiento una máquina de ensartar cargadores inventada por un obrero mexicano; “la distinguida dama la estuvo manejando varios minutos”.3 Alicia estudiaba en San Diego, usaba el pelo a la bob, “porque era el mejor estilo”; declaró su inquietud por filmar.4 El deseo fue concedido al participar en Sporting Life con un papel menor, tras ser invitada durante una visita que realizaba a los estudios en Hollywood acompañada de su mamá y algunas amigas.5 En septiembre de 1928 la coronaron reina de la aviación nacional. 6
           El 2 de diciembre de 1924 la celebración del onomástico de doña Natalia y de su hija no trascendió a la prensa porque el general acababa de tomar posesión de la Presidencia; seguramente lo festejaron en la intimidad. En cambio, al año siguiente lo celebraron con “té, pastas y champaña” en el Castillo de Chapultepec, rodeadas de la familia y de algunas amistades.7 Doña Natalia presidió un festival con el que agasajaron a los alumnos de las escuelas de la beneficencia pública.


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           El sábado 20 de febrero de 1927 la hija Natalia contrajo matrimonio con Carlos Herrera en el salón de embajadores de un Castillo de Chapultepec profusamente iluminado y adornado con flores en los salones y terrazas. Sólo el general acompañó a la novia porque doña Natalia estaba enferma desde hacía unos días; hubo baile y cena en el gran salón comedor del alcázar.8
           Ernestina tuvo una participación social más activa, según la prensa. El 16 de diciembre de 1925 festejó su onomástico con un baile en el castillo de Chapultepec.9 El Club Smart Set organizó un baile en su honor para manifestarle su simpatía.10 En febrero de 1926 la eligieron reina del carnaval, que trataban de resucitar.11 Habló por la estación de radio de la Secretaría de Educación.12

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 El cine Olimpia exhibió la película Carnaval de 1926 con “todas las fiestas que hubo en México”13 en las que lucía Ernestina. En ese mes la muerte de Fernando Torreblanca, de un año y veintiún días de nacido, entristeció a la familia presidencial.14 Ernestina viajó a Nueva York; en las calles lució “sus vestidos parisinos, sus maneras garbosas y su pelo cortado a la bob”, ofreciendo la imagen “de una joven perfectamente modernizada”. En spanglish dijo a los periodistas que en México la mujer juega, fuma, baila charlestón, maneja automóvil “y se moderniza en otras formas. Las doncellas mexicanas de otros tiempos se asustaban de todo.”15 Intentaba estudiar aviación en el Campo Roosevelt en Long Island y realizó su primer vuelo,16 pero su papá no parece haber consentido que continuara. En Filadelfia estuvo a punto de sufrir un grave accidente. Finalmente, el 17 de mayo de 1927 contrajo matrimonio con Thomas Arnold Robinson, de Massachusetts, en Nogales, Sonora, acompañada de su madre y de sus hermanas Hortensia y Natalia, sin la presencia de su papá.17

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Cine en Chapultepec

La familia Calles disfrutaba el cine. Alquilaba las películas a las distribuidoras a un precio promedio de veinte pesos. Las funciones solían ser diarias, cada tercer día o semanarias. No había regularidad en la variada programación; veía comedias norteamericanas, Dormitorio para dos (1927, de Clyde Bruckman con Monty Banks, “el más popular de los cómicos”, “despampanante enredo con un raudal de gracia y humorismo que lo matará de risa”);18 alemanas, como El Danubio Azul (1926-1927, de Hanns Schwartz, “comedia que encierra todo el encanto de la capital más alegre de la vieja Europa: Viena”,19 Amanecer (1927, de Murnau); cine soviético, La madre de Pudovkin; mexicanas, El pasado con Ligia dy Golconda, El indio yaqui (1926, de Guillermo Calles); francesas, El hombre que se vendió (Naplas, 1924, de E. B. Donatien, basada en la novela homónima de Emilio Zolá: “recuerde nuestro convenio: separación completa de vida, libertad absoluta”).20

Muerte de doņa Natalia

Los novios partieron a Nueva York mientras que los demás viajaron a Los Ángeles en carro especial agregado al tren ordinario en viaje de recreo, pero el 28 de mayo hubieron de internar a doña Natalia en el Hospital Luterano por un padecimiento de la vesícula; la operaron de emergencia. El 2 de junio un ataque de asma, viejo padecimiento, complicó la situación. La acompañaban su hija Hortensia y Fernando Torreblanca. Éste dirigió un telegrama al general Calles para comunicarle que la señora había pasado mala noche porque el asma le impedía respirar: “en estos momentos pulso sigue bajando y doctor Wallace está alarmado, lo mismo que nosotros”.21 Poco después el doctor le informó a Calles de la muerte de su esposa, ocurrida a las 15:15 horas: “Créame, se hizo absolutamente todo lo que se pudo por salvarla y no le faltó atención.”22

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El general se encontraba en Chapultepec, sabía el estado delicado de su esposa. La noticia se la comunicaron al terminar de comer. De inmediato telegrafió a Torreblanca: “Desgracia inmensa. Haga presente a mis hijos que mi dolor los acompaña. Prepare debidamente cadáver y véngase; ya se giran todas las órdenes necesarias frontera y tren.”23 Los encontraría en Tepic. A su vez sus hijos le telegrafiaron: “No hayamos cómo expresarte nuestro dolor, pero por él nos damos cuenta cómo debe ser el tuyo. Nuestra querida madre murió muy resignada por sus padecimientos y nos encargó despedirla de ti y todos nuestros demás hermanos. ¡Qué desgracia tan grande para todos nosotros! Recibe nuestro amor. Hortensia, Natalia, Alicia, Fernando y Carlos.”24 Tenía cuarenta y siete años de edad y veintisiete de casada. Había contraído matrimonio el 24 de agosto de 1899.

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           El cadáver llegó el miércoles 8 de junio en la mañana, en un vagón del viejo tren amarillo transformado en capilla ardiente, agregado al nuevo tren, al “Olivo”, que había recibido el general Calles un mes antes. Tuvo un costo de casi medio millón de dólares: las maderas de la decoración procedían de las selvas de Tabasco; el interior, estilo azteca “purísimo, verdadero, sin estilizaciones”; “palacio ambulante” con vajilla de cristal y servicio de plata con el escudo nacional; lo componían cinco carros pintados en el exterior de verde olivo.25

Los disparos de cañón anunciaron que el jefe del Estado había llegado a la capital. Entre la multitud que llenaba el andén se hizo un silencio profundo. Únicamente se escuchaba el redoble de los parches de guerra mezclado con el canglor (sic) de los clarines que lanzaba al aire las notas de la “marcha de honor”, en tanto que la banda del Estado Mayor ejecutaba nuestro Himno patrio.

Se extinguieron los acordes de nuestro canto guerrero. Acallaron las detonaciones de los cañonazos y el silencio imponente y solemne volvió; […] se procedió a hacer el descenso del féretro,26

 

           transportado en hombros por el Estado Mayor Presidencial hasta el automóvil que lo condujo a Chapultepec; lo siguió el presidente acompañado de sus hijos Plutarco y Rodolfo.

 

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           La capilla ardiente se instaló en el salón de embajadores, donde recién se había casado Alicia, la hija del general, y donde se había expuesto el cuerpo del nieto fallecido no hacía mucho.

Una vez que el cadáver quedó colocado en el catafalco, el presidente […] se acercó al féretro y levantó la cubierta, contemplando durante algunos minutos el cuerpo inanimado de la que fuera su compañera […]. Algunos de sus familiares le invitaron a que se retirara de aquel lugar y le condujeron a sus habitaciones con el objeto de que reposara en tanto que llegaba la hora de emprender nuevamente la marcha con destino al Panteón de Dolores.


           La prensa pudo captar el lamentable suceso: “En medio del más completo silencio se cubrieron todas las guardias frente al féretro que descansaba bajo el negro dosel del túmulo. Severo era el aspecto de la capilla ardiente. Frente al catafalco, el señor presidente de la República.” A las 10:45 se desalojó la sala. “En medio de la mayor intimidad transcurrió aquel acto, que sólo pertenecía a la familia y que sólo presenció el dolor. Luego supimos que durante aquellos cinco minutos, el señor presidente descorrió nuevamente el cristal que cubría el rostro de la esposa y de la madre muerta, y depositó el último beso, siguiéndole sus hijos.” Enseguida, al panteón. El cuerpo fue depositado en la fosa a las 12:45, una lágrima corrió por la mejilla del general.27 Por supuesto, varios camarógrafos registraron las escenas.
           Los obituarios tenían escasa información sobre doña Natalia: la fecha de su matrimonio, no la de su nacimiento, y nada más. Significativo si se compara con la hoja de servicios de su esposo, la cual comprendía desde sus tiempos de profesor de primaria hasta su llegada a la Presidencia del país, de soldado a general. La vida de doña Natalia transcurrió en el hogar, e incluyó la educación de los hijos. No hizo ostentación de su posición política y social; los vientos de la Presidencia parecen haber alterado poco su vida. Preocupada por la educación de los dos hijos menores, Artemisa y Gustavo, no acompañó a su esposo a Alemania.

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Cuando el general hacía preparativos, se movía tanto que doña Natalia perdió el itinerario y preguntó a Fernando Torreblanca cuánto tiempo permanecería el general en la hacienda Soledad de la Mota, “para mandar muchachos hoy mismo colegio”, pues estudiaban en Hermosillo, Sonora; estaría sólo cuatro días, “para continuar viaje a Europa”.28 En otra ocasión, el 20 de mayo de 1926, de descanso en Tehuacán con sus muchachos, telegrafió al general: “hazme favor de mandarme diccionario que me prometiste y una pluma fuente. Todos bien, cariñosos recuerdos.” Y a los ocho días: “favor de traerme a Normita, el glicerofosfato y para mí un frasco de magnesia de Phillips”.29 Preocupaciones de una madre dedicada a su familia.

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No gratuitamente el antiguo estandarte de la Escuela Industrial de Huérfanos cubrió el féretro de su “protectora y amiga”. Esta escuela fue uno de los pocos establecimientos que había patrocinado; ese mayo de 1927 la había nombrado “primera madre mexicana”. La oración fúnebre de Puig Casauranc ofreció una acertada semblanza:

El aquilatamiento de sus altas virtudes y el devoto y agradecido recuerdo de una vida de humildad y renunciación y de cariño corresponden sólo a quienes fueron muy suyos y nos parecería alarde indebido y hasta profanación, en cierto modo, hacer brillar hechos y virtudes que ella lució cálidamente en el sagrado del hogar.30


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En términos generales, la familia del general Calles vivió con discreción durante el cuatrienio, pese a ser tan numerosa y encontrarse todos los hijos en plena juventud.



Inserción en Imágenes: 19.04.10.

Foto de portal: A doña Natalia Chacón de Calles la caracterizó vestir con sobriedad. Colección particular.

 

 



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO