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rastros


Juan Correa en la Catedral de la Almudena

 

Martha Fernández
marfer@servidor.unam.mx

 

A la doctora Elisa Vargaslugo.

A mis compañeros, presentes y ausentes, de aquél famoso seminario.

 

 

 

Inmaculada fue el título de una estupenda exposición que se llevó a cabo en la Catedral de la Almudena de Madrid, frente al Palacio Real, de mayo a octubre del 2005. Fue organizada por la Conferencia Episcopal Española en colaboración con la fundación Las Edades del Hombre, para celebrar el 150 Aniversario de la Declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción, promulgada el 8 de diciembre de 1854 por el papa Pío IX. (1)

            Por la importancia de la celebración y del sitio donde se exhibieron las piezas, así como por el alto rango de los organizadores, la exposición estuvo constituida por piezas de primer orden en todos sentidos, procedentes de "40 diócesis españolas y de 17 instituciones y museos de todo el Estado, para contar, a través del desarrollo de las formas y estilos artísticos, cómo fue la evolución y maduración de la fe en la Concepción Inmaculada de la Virgen" en el arte español, tal como subraya Antonio Meléndez, autor de una de las Guías de la exposición. (2)

            La muestra se dividió en cuatro capítulos, antecedidos por un prólogo en el que se reunieron piezas relacionadas con la Declaración del Dogma, como el documento original de la Bula Ineffabilis Deus (Dios inefable), conservado normalmente en la Biblioteca del Vaticano. El primer capítulo fue titulado: "Para Gloria de la Madre de Dios", en el cual acentuaron la maternidad de María, preservada del pecado original. Para conseguir su objetivo, se seleccionaron piezas del arte románico y del gótico temprano; entre ellas, la imagen de Santa María de Toledo, escultura anónima del siglo XIII, procedente de la Catedral de aquella ciudad. Es una "Virgen trono" de madera chapeada en plata y tiene una corona decorada con gemas, rubíes, esmeraldas y zafiros.

            Al segundo capítulo de la exposición lo titularon "Los Balbuceos", es decir, las representaciones que de algún modo anunciaban la creencia en la Inmaculada Concepción de María. Lo dividieron en cuatro temas: "La Nueva Eva o la contraposición de María con Eva", "El árbol de Jesé o la genealogía de la Virgen", "El abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada" del Templo de Jerusalén, y "Santa Ana Trina o las tres Generaciones: la abuela, la madre y el Hijo". Temas todos desarrollados principalmente en el arte gótico, pero que tuvo resonancias todavía en el siglo XVI. Es de resaltar la importancia concedida a temas procedentes de los Evangelios Apócrifos , como "el abrazo" de los padres de María. Entre las obras que fueron exhibidas puede mencionarse un relieve de Juan de Juni, del periodo que comprende entre 1550 y 1554, procedente de la Catedral de El Burgo de Osma, en Soria, que representa precisamente El abrazo de San Joaquín y Santa Ana , con los cuerpos contorsionados por la alegría que les había causado el embarazo de la santa, anunciado por el arcángel San Gabriel. En esa sección de la exposición, se abrió un paréntesis dedicado a la Virgen de la Almudena, anfitriona del evento, cuya imagen es una escultura de finales del siglo XV.

            Al capítulo tercero de la exposición lo llamaron "A la búsqueda de su identidad", en el cual se desarrollaron las tres etapas de la iconografía inmaculista, a saber: la "Tota Pulchra" , la Inmaculada y la Virgen del Apocalipsis, todas basadas en el relato bíblico de San Juan. Sería prolijo enumerar las obras que se presentaron en esa sección, algunas de pintores tan reconocidos como Juan de Juanes ( Inmaculada Concepción con Dios Padre , que hoy pertenece al Museo de Bellas Artes de Valencia), Pedro Roldán ( Visión de San Juan en Patmos , del convento de Santa Clara de Montilla, en Córdoba) y Juan de Juni ( Inmaculada Concepción o Virgen de la Antigua , de la Catedral de Valladolid). Esta "búsqueda de la identidad" comienza con el Concilio de Trento, cuando se perfila ya la definición del Dogma. Por ello, de acuerdo con la lógica de la cronología seleccionada por los organizadores, el capítulo cuarto fue denominado "Del esplendor a la definición del Dogma".

            Ese capítulo también quedó dividido en tres partes: "La Inmaculada, reyes y donantes", "La fe del pueblo" y "El esplendor artístico". En la primera se resaltó la importancia de la monarquía, la nobleza y, en general, del gobierno español en la defensa de la idea de la Inmaculada Concepción de María; por ello se incluyeron textos de María de Aragón e Isabel la Católica y obras artísticas como Felipe IV jurando defender la doctrina de la Inmaculada Concepción , de Pedro de Valpuesta, que custodia el Museo Municipal de Madrid y la Inmaculada con Mateo Vázquez de Leca , del pincel de Francisco Pacheco, perteneciente a una colección particular de Sevilla.

Quizá una de las etapas del recorrido más interesantes, desde el punto de vista iconográfico, fue la que correspondió a "La fe del Pueblo", pues en ella se reflejó la expresión popular respecto al tema de la Inmaculada, aunque las firmas de las obras fueron tan relevantes como la de Francisco Pacheco, quien hacia el año de 1630 precisó la iconografía de la Inmaculada. De su paleta es una Inmaculada con Miguel del Cid , (poeta que vivió entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII), hoy en la Catedral de Sevilla. En esa obra resaltan un retrato del escritor y dos edificios emblemáticos de la ciudad de Sevilla: la Torre del Oro y, por supuesto, la Giralda; al centro, en la transparencia de la luna que pisa la Virgen, una especie de mar con una barca, que bien podría tratarse del río Guadalquivir, otro elemento característico de la ciudad andaluza. Estos símbolos iconográficos se vinculan con los que también tiene la Inmaculada Niña que pintó Francisco de Zurbarán, hoy en el Museo Diocesano de Sigüenza, en Guadalajara. De ellos, Antonio Meléndez piensa que la Giralda puede ser la Torre de David; la Torre del Oro, la Torre de Marfil y el galeón que navega en medio de la Luna, el Socorro de navegantes; (3) tal interpretación vincula a la ciudad de Sevilla con la Virgen del Apocalipsis descrita por San Juan.

Desde el punto de vista plástico, la sección más rica (si puede calificársele así) de la exposición, fue la titulada precisamente "El esplendor artístico". En ella se encontraban las obras de los más famosos artistas españoles o que trabajaron en la península ibérica durante los siglos XVI, XVII y XVIII: Gregorio Fernández, Francisco de Zurbarán, Juan Martínez Montañés, Alonso Cano, Claudio Coello, Antonio Herrera Barnuevo, Juan de Valdés Leal, Pedro de Mena, Luca Giordano, Luisa Roldán La Roldana , Antonio Palomino, Pedro Duque Cornejo y, claro está, El Greco y Bartolomé Esteban Murillo, entre otros. No tengo que subrayar que las obras de estos maestros expuestas en la Catedral de la Almudena son excepcionales en lo que se refiere a calidad artística; para no extender demasiado esta reseña, selecciono tres: la Inmaculada Concepción , considerada por los especialistas como la obra maestra de Gregorio Fernández, perteneciente a la Catedral de Astorga; se trata de una escultura de tamaño natural que representa a la Virgen doncella pisando al dragón y que luce una vistosa corona imperial.

La Inmaculada Oballe , de la colorida paleta de El Greco , procedente de la parroquia de San Nicolás de Toledo, cuya composición diagonal ayuda a la Virgen en su camino ascendente hacia el Espíritu Santo. Y La Inmaculada Concepción de El Escorial , pintada por Murillo, hoy en el Museo del Prado; es una Virgen niña posada sobre la media luna e impulsada hacia el cielo por angelitos que portan algunos símbolos de la letanía Lauretana.

       

En ese excepcional contexto artístico se exhibió una obra de un pintor novohispano del siglo XVII: La Encarnación de Juan Correa; esta obra que forma parte de una serie sobre la Vida de la Virgen que se encuentra en el Museo Municipal de la ciudad de Antequera, en Málaga. Por la interpretación museográfica que le otorgaron a su iconografía, le correspondió estar ubicada en el capítulo tercero de la exposición, o sea, el de la "búsqueda de la identidad" iconográfica de la Virgen Inmaculada.

Juan Correa nació en la ciudad de México, al parecer hacia el año de 1646 (4) y murió en la misma capital virreinal, en 1716. (5) Fue hijo del barbero y cirujano Juan Correa, aparentemente mulato, y de Pascuala de Santoyo, "morena libre", lo que quiere decir que el propio pintor fue mulato; hecho que no constituyó ningún obstáculo para que fundara uno de los talleres más importantes de la Nueva España, de ahí que su obra pictórica haya sido muy amplia, la mayor parte de la cual se encuentra recogida en la obra titulada: Juan Correa, su vida y su obra , dirigida por la doctora Elisa Vargaslugo y realizada dentro de un seminario de investigación que ella fundó en dos dependencias de la Universidad Nacional Autónoma de México: la Facultad de Filosofía y Letras y el Instituto de Investigaciones Estéticas. De ese inmenso trabajo han sido publicados, con el pie de imprenta de la UNAM, los siguientes volúmenes: el Catálogo (primera y segunda partes, tomo II, en dos volúmenes), Cuerpo de Documentos (tomo III) y Repertorio pictórico (primera y segunda partes, tomo IV, en dos volúmenes). Todas las pinturas de Correa registradas en esos libros son importantes, pero quizá las más famosas sean las que realizó para la Sacristía de la Catedral Metropolitana de México: La entrada de Jesús a Jerusalén y La Asunción de la Virgen .

            Acerca de la pintura expuesta en la Catedral de la Almudena, la ficha técnica publicada en la primera parte del mencionado Catálogo informa que se trata de un óleo sobre tela, firmado Juan Correa Ft. , en el ángulo inferior derecho. Mide 2.08 x 1.46 m. y, como he dicho, se encuentra en el Museo de la ciudad de Antequera. Respecto a su interpretación iconográfica, tiene elementos que la identifican con la Inmaculada Concepción, como la presencia de elementos de la letanía Lauretana "que ayudan a la exaltación de la pureza y virtudes virginales" (6) de quien, de acuerdo con el dogma, nació limpia del pecado original, lo que justifica su presencia en la exposición que he reseñado. Pero al analizar con mayor cuidado el cuadro, Elisa Vargaslugo llegó a la conclusión de que en realidad se trata de otra imagen implícita -igual que las etapas iconográficas de la Inmaculada- en las visiones apocalípticas de San Juan: la Encarnación : "Apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas, y estando encinta, gritaba con los dolores de parto y las ansias de parir." ( Apocalipsis : XII, 1-2). Así, el análisis de esa pintura que realiza la doctora Vargaslugo es el siguiente:

La imagen de la Virgen, erguida sobre un grupo de querubines, de manera semejante a la representación de la Purísima Concepción , está vestida de blanco y los paños de su manto tienen los vuelos que corresponden a las vestiduras de las imágenes de categoría divina, en la pintura de Correa... La raíz apocalíptica está presente en la imagen del sol que la ilumina a sus espaldas. A semejanza de la Virgen Tota Pulchra , se le acompañó de algunos símbolos de la Letanía Lauretana: el lirio de pureza, el espejo sin mancha, la torre davídica, entre otros, que son llevados por angelitos voladores. Naturalmente el Espíritu Santo -en figura de paloma- y el Padre Eterno están presentes, ya que con el Verbo Encarnado se forma la Trinidad." (7)

            Con respecto a la colocación de la imagen de Dios Padre, fuera de centro y relativamente lejos de la cúspide, la doctora Vargaslugo explica que tal situación puede deberse a que se trató de interpretar fielmente el texto de San Lucas (1:34) que dice: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la Virtud del Altísimo te cubrirá con sus sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, se llamará Hijo de Dios." (8)

            A casi tres siglos de su fallecimiento, un pintor novohispano "de color quebrado", nacido en la Muy Noble, Leal e Imperial Ciudad de México, ha llegado a formar parte de una importante exposición en la Catedral de la Almudena, la "capilla palatina" del Palacio Real de Madrid, a lado de los más relevantes y famosos artistas del mundo hispánico, con una obra de gran calidad artística y originalidad iconográfica, gracias, en gran medida, a las investigaciones llevadas a cabo por la doctora Elisa Vargaslugo y su seminario, que rescataron del polvo, de las bodegas y del olvido la obra de ese pintor, ahora reconocido "en la Corte", allende el mar, allende las fronteras de lo que, en vida de Juan Correa, era el Virreinato de la Nueva España.



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO