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Cada quien su danza

Ernesto Palacios
ernestopalacios99@yahoo.com.mx

Alberto Dallal, Los elementos de la danza, Dirección de Danza/Fomento Editorial, UNAM, 2007, 145 pp.


La eterna polémica entre los investigadores, críticos y periodistas que cubren las acciones y obras artísticas, relativa a la asimilación, lectura e interpretación de estas experiencias, se esclarece, con respecto a la danza, en un nuevo libro de Dallal. Lleva por título Los elementos de la danza y está publicado por la Dirección de Danza/Fomento Editorial de la UNAM. De fácil acceso a sus conceptos, ideas y clasificaciones, la obra acaba por establecer los parámetros, difíciles, por cierto, para este arte, con el objeto de que cada espectador, asiduo o esporádico, cada “consumidor” o practicante o sencillamente contemplador de la danza, aprenda a sacar sus propias conclusiones (o a vivir sus muy personales experiencias) frente a cualquier género o tipo o modalidad de este cúmulo de “movimiento del cuerpo humano con significación”. Desafío inherente al plan de la obra que Dallal, con buena pluma e información acumulada, hace salir avante.

            Desde luego, el autor hace a un lado sus calificadas preferencias para aclarar que “todo arte se traduce en obras, y que los filósofos y críticos del arte no pueden arribar a certezas si no es contemplando y cercando, analizando e interpretando obras concretas. Son los creadores, los artistas de las distintas y variadas, originales y tradicionales manifestaciones y disciplinas artísticas los llamados a establecer las pautas para el desenvolvimiento del arte, sus consecuencias y derroteros…”


            No es “cura en salud” pues el libro mantiene la descripción y clasificación histórica, a lo largo de no muy extensas secciones que alcanzan, por momentos, exposiciones literarias sumamente operativas y de agradable lectura. Se entremezclan descripciones históricas, clasificaciones técnicas, premisas genéricas y explicaciones sintéticas que permiten a cualquier lector entrar en contacto con este arte que mantiene raíces antropológicas a toda prueba sin alejarse de los variados desarrollos históricos de las artes del espectáculo.
            La descripción de los ocho elementos que “concurren” para que sobrevenga (tal vez que “explote”) la experiencia dancística no detiene las reflexiones del autor: más adelante se refiere a las circunstancias históricas e incluso antropológicas que han hecho aparecer y asentarse a los géneros de las variadas y diferenciadas danzas del mundo, todo a lo largo de la historia. Además, aporta un texto en el que se va desgranando y exponiendo el origen de las artes del espectáculo: los espacios paulatinamente van dividiéndose en los que corresponden a los jerarcas y los súbditos, los sacerdotes y los feligreses, los actores y los espectadores; en última instancia, todos somos, hasta la fecha, espectadores de un fenómeno que, desde su espacio primigenio, nos muestra el desarrollo de la vida comunal, la evolución de la “tragedia” humana, el remedo o la “fotocopia” de las mil y una variaciones dramáticas de las relaciones humanas y, por ende, de sus formas de vida. Curiosamente, el término coreografía proviene del desplazamiento y de la ubicación continua y continuada de los coros en el escenario aireado del teatro griego: movimientos de un grupo de testigos-relatores de los acontecimientos religiosos e históricos que poco a poco van haciéndose partícipes y entes soberanos mediante sus desplazamientos en el espacio.


            El desarrollo de los géneros dancísticos da pie a ubicar la danza de países, como México y España, que han ido acumulando, a través de los siglos, sus propias dinámicas: en ambos países sobreviven (acumulados pero con sus propias características y formas) todos los géneros: danzas autóctonas, folklóricas (populares en el espacio agrícola), urbanas, ballet “clásico” (una reiteración del término) hasta que surgen las democráticas danza “moderna” y danza “contemporánea”. Dallal plantea que estamos viviendo y somos testigos del surgimiento de una universalización del manejo de los elementos de la danza y de sus formas y técnicas, al grado de que podríamos detectar danzas neta y auténticamente “internacionales”.
            El gran protagonista del fenómeno dancístico ha sido, a través de los siglos, el bailarín: protagonista, centro de atención, “hacedor” imprescindible de la “situación” de la danza, en todos los países y todos los tiempos. Las cualidades de este personaje a-histórico y determinante se encuentran, en todas las civilizaciones, en aptitudes y destrezas específicas que aparecen y se desarrollan profesionalmente, es decir, mediante rutinas y ejercicios que corresponden al desenvolvimiento de cualidades físicas que puede poseer el personaje desde que nace. Esta situación, que emparenta al bailarín con el deportista, va más allá de la mera proeza física pues, como se ha visto en el análisis de los elementos de la danza, las significaciones de las que el bailarín impregna a sus ejercicios son las que lo convierten literalmente en artista y, Dallal considera, en creador.


            Además de la ubicación histórica de los géneros de la danza, Dallal desarrolla una explicación funcional en lo que respecta a la ubicación de estos géneros en la cultura occidental por medio del concepto lenguaje dancístico. En todas las épocas, a través de la historia –explica este autor– la compaginación de las posibilidades “técnicas” del cuerpo de los bailarines con los mitos, los temas y las fantasías de su propia subjetividad llegan a caracterizar a sus danzas. Esta noción radicalmente objetiva de las capacidades físicas y de los elementos inmateriales de cada generación y de cada pueblo, nacionalidad o civilización permite retrotraer de la antropología, la historia del arte, el desarrollo de la tecnología y las culturas locales, las características básicas de cada lenguaje dancístico, sus alcances, sus límites y, lo que es sumamente importante, su descripción comprensible. Mediante la entremezcla de este cúmulo de nociones y conceptos podemos entender la idea de Dallal de que la internacionalización o, como hoy se acostumbra afirmar, la globalización de los parámetros objetivos y subjetivos del fenómeno dancístico conlleva al “tratamiento” universal de todo tipo de danza, sus protagonistas y sus creadores, e incluso llega a proponer una nueva nomenclatura: “danza internacional”, la cual supera e incluye términos como “danza moderna” y “danza contemporánea”.


            En algunos apartados del libro (por ejemplo, “La danza que todos danzamos”, “Humanidad de la danza”, entre otros), el autor hace alarde de sus capacidades literarias y mediante ensayos y giros del lenguaje exalta de nueva cuenta el arte de la danza, revelándonoslo como el primigenio y el avanzado y ultimo gran arte que ha preservado al ser humano, vivo y pujante, como protagonista esencial.
            Los pies de las ilustraciones que incluye la publicación conforman en sí un libro paralelo o adjunto de la obra. Esta sección puede leerse “por separado”: de manera sintética se ejemplifican las ideas y conceptos que ya han sido vertidos en sus páginas.

Inserción en Imágenes: 26.06.08
Foto de portal: portada del libro Los elementos de la danza de Alberto Dallal.



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO