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La Ciudad Universitaria y sus arquitectos

Louise Noelle*
noelle@servidor.unam.mx


Una de las acciones más audaces y visionarias de la Universidad Nacional Autónoma de México ha sido la de edificar la Ciudad Universitaria, misma que en la actualidad ha sido reconocida como un hito dentro de la arquitectura mexicana del siglo XX. El campus de la Ciudad Universitaria fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, por la UNESCO, el 29 de junio de 2007. Gracias a la visión de los promotores, diseñadores y constructores este conjunto ha podido enfrentar, en los últimos cincuenta y siete años, el enorme crecimiento al que se ha visto sometida la construcción original. Proyectada para albergar las actividades de treinta mil alumnos, en la actualidad su población estudiantil se ha visto cuadruplicada. También han recibido un sensible desarrollo las áreas de investigación en ciencias y humanidades, así como en el terreno de la cultura.

            Ya desde principios del siglo pasado existía una preocupación por establecer una sede definitiva que agrupara a las diversas escuelas, a la vez que ofreciera espacios adecuados a las labores docentes; sin embargo, hubo que esperar a mediados de siglo para que se conjuntaran una serie de factores históricos, económicos y culturales que propiciaron el nacimiento de tan esperada casa de estudios. Dentro de los antecedentes directos de la magna empresa que significa construir una ciudad universitaria, cabe destacar, en 1928, la tesis profesional de Mauricio M. Campos y Marcial Gutiérrez Camarena, quienes planteaban este desarrollo académico en la zona de Huipulco. (1) Años después, siendo rector Salvador Subirán, el 11 de septiembre de 1946 concluyó la expropiación del amplio predio que hoy ocupa la UNAM. El origen volcánico del suelo había impedido la urbanización de la zona, ya que ofrecía características muy especiales de vegetación y fauna. Sin embargo, el interés que por ese entonces despertaba el nuevo fraccionamiento Jardines del Pedregal de San Ángel, proyectado por Luis Barragán, (2) propició la aceptación del emplazamiento para la nueva Ciudad Universitaria, (3) un terreno de grandes dimensiones cruzado por una de las principales arterias de la ciudad, la Avenida de los Insurgentes.

            En el proceso inicial para la realización del proyecto del inédito conjunto, (4) es preciso recordar que en 1947 los dirigentes de la Escuela de Arquitectura de la UNAM optaron por realizar un concurso interno de ideas entre los profesores: Augusto H. Álvarez, Mauricio M. Campos, Enrique del Moral, Javier García Lascuráin, Marcial Gutiérrez Camarena, Vladimir Kaspé, Alonso Mariscal, Mario Pani y Augusto Pérez Palacios. El jurado lo constituyeron los propios participantes, quienes designaron a Pani y a Del Moral como triunfadores; asimismo, decidieron que ambos, acompañados por Mauricio M. Campos, realizaran no sólo un anteproyecto de conjunto, sino que en él se integrara el diseño de cada uno de los edificios programados, realizado por equipos de profesores y alumnos, para presentarlo a un concurso que convocaba la Universidad, del cual resultaron ganadores. De manera paralela los estudiantes Enrique Molinar de quinto año y Teodoro González de León y Armando Franco de cuarto, propusieron un croquis del conjunto que se consideró para que los directores del proyecto lo integraran a la propuesta final. Con el fallecimiento poco tiempo después de Mauricio M. Campos, Pani y Del Moral se encargaron de la adecuación del citado anteproyecto así como de una maqueta que fue presentada al Presidente de la República, Miguel Alemán, con lo que oficialmente, en 1949, les fue encargado el proyecto final y la coordinación de los equipos de arquitectos que se responsabilizaron de cada uno de los treinta proyectos, ejecutados por casi un centenar de profesionistas. Aquí resulta interesante anotar que María Stella Flores tuvo a su cargo la Jefatura del Taller del Proyecto de Conjunto, lo que le otorga un sitio relevante en la realización y coordinación de los proyectos, siendo una de las primeras mujeres que destacaron en el campo de la arquitectura en México.

            Finalmente, resultó de fundamental importancia la designación de Carlos Lazo como Gerente General para administrar e impulsar la construcción de la Ciudad Universitaria, por su entusiasmo y energía. Efectivamente, la primera piedra fue colocada el 5 de junio de 1950 y la obra fue inaugurada el 20 de noviembre de 1952, a escasos dos años de su inicio; sin embargo, sólo fue en febrero de 1954, para el principio del año lectivo, cuando iniciaron las labores docentes en el nuevo conjunto.
            Volviendo a los arquitectos autores del proyecto de conjunto, podemos señalar que el carácter distintivo de la obra de Enrique del Moral se encuentra en la fusión de sus conceptos e ideales en materia arquitectónica con sus intervenciones en el campo de la construcción. Las enseñanzas de José Villagrán García en la Escuela de Arquitectura, así como una temprana colaboración en el taller de su maestro, le abrieron a Del Moral las puertas del funcionalismo y de las nuevas tendencias contemporáneas. Sin embargo, este arquitecto juzgó importante revestir los huesos de las estructuras con elementos sustentados en los factores climáticos, socioeconómicos y culturales, rehusándose a copiar servilmente los modelos erigidos en otras regiones y otras circunstancias. Desde sus primeras realizaciones, se propuso expresar las características privativas de México dentro del contexto internacional. Para superar el funcionalismo radical, Del Moral logró expresar sus inquietudes personales; así, su obra se aprecia actual, moderna y enfatiza un arraigo local y una preocupación social. Paralelamente, realiza una fecunda labor docente al sumar una serie de publicaciones donde expresa su posición ante su oficio. Su principal interés estuvo siempre en una adecuada integración de la expresión nacional profunda, proponiendo la adaptación al entorno y a las necesidades de las mayorías, donde destacan ejemplos como el Mercado de la Merced de 1975, y un buen número de hospitales en la década de los años sesenta; en estos casos se abocó a resolver problemas específicos dentro del campo del abastecimiento o de la salud, sin abandonar su preocupación socioeconómica ni claudicar en sus ideales estéticos.


            Dentro de las vertientes del trabajo de Mario Pani, sobresale su labor en el campo de la planificación y la urbanización, al frente del Taller de Urbanismo, donde José Luis Cuevas y Domingo García Ramos tuvieron un papel destacado. Se inicia con una propuesta audaz que se vio coartada por la falta de visión de gobernantes e inversionistas: la magna glorieta Reforma-Insurgentes, de 1945. Una variante de estos planes para un sector de la ciudad es la de las unidades habitacionales, donde se establece el concepto de la “supermanzana”. Aquí se dejan de lado las pequeñas calles que siguen la traza virreinal, para retomar las ideas proféticas de Le Corbusier en la “Ville Contemporaine” o la “Ville Radieuse”, que proponen una visión urbanística en armonía con la nueva forma de construir y de vivir.
            Por otra parte se debe de tomar en cuenta que el plan maestro de la Ciudad Universitaria fue concebido para una zona aún sin urbanizar. (5) Aquí los autores se basaron en una serie de conceptos similares a algunos anteriores, especialmente las supermazanzanas, además de plantear nuevas nociones como las vialidades, tomadas estas últimas de las propuestas del Sistema Herrey; (6) se trata de “un sistema vial giratorio continuo que por su simpleza, economía y adaptabilidad a los sistemas de habitación en las (...) supermanazanas, nos ha servido, seguramente en México más que en otros países, para resolver (...) los problemas viales de las últimas realizaciones... La Teoría se basa en la supresión del crucero, encauzando las corrientes viales en un solo sentido”. (7) Estas propuestas otorgan al plano de conjunto un aspecto singular, donde desaparece la línea recta del primer anteproyecto para privilegiar un sentido orgánico en calles y avenidas; además resulta fundamental destacar que este tipo de vialidad incrementa la seguridad de los automovilistas a la vez que favorece una circulación expedita, evitando los congestionamientos.


            Por otra parte, se puede decir que Mario Pani tuvo buen número de vinculaciones con otros colegas en las cuales, en la mayoría de los casos, prevaleció su estilo y personalidad; se trata de una expresión contemporánea de visos europeizantes, siempre basado en los principios inflexibles del funcionalismo y en la búsqueda de los adelantos tecnológicos y de materiales. También se puede agregar que su propia evolución es notoria en cuanto a los resultados plásticos, transitando de un estilo académico hacia una expresión más contemporánea e internacional, donde la influencia de arquitectos de Norteamérica, como Ludwig Mies van der Rohe o Richard Neutra, (8) se hace patente.

            De sus diversas asociaciones profesionales, tal vez la más prolongada y prolífica fue la que mantuvo con Enrique del Moral. (9) Prueba de su afinidad son los edificios de la Secretaría de Recursos Hidráulicos y la Torre de la Rectoría de la Ciudad Universitaria, 1950-1952, de gran modernidad y fuerte presencia urbana, y a la que volveremos más adelante. Un capítulo importante de esta sociedad se escribió en el puerto de Acapulco donde realizaron, a principios de la década de los cincuenta, el Aeropuerto, la Plaza de Toros, diversos hoteles y varias residencias vacacionales; en estas obras cabe destacar lo acertado de las propuestas al tomar en cuenta el clima y las condiciones locales, logrando un nuevo lenguaje que se adecua a este tipo de entorno. 

            Retomando el tema de la arquitectura de la Ciudad Universitaria, es preciso mencionar que la Torre de la Rectoría estuvo a cargo de Pani, Del Moral y de Salvador Ortega; consta de estacionamiento subterráneo, planta baja con la sala de trámites escolares anexa, mezanine y doce niveles; tanto por su localización como por su elevación, se presenta como la estructura más notoria del conjunto, tal y como corresponde a la dignidad de su destino. Como el resto de los edificios de la CU, se trata de una obra que se inscribe claramente dentro del estilo conocido como arquitectura internacional pero con una clara inclinación hacia los presupuestos lecorbusianos. Sin embargo, en este caso en particular, encontramos una búsqueda dentro de la identidad nacional, tanto por utilizar algunos materiales como el onix para algunas ventanas como, muy especialmente, por apostar a la integración plástica en colaboración con David Alfaro Siqueiros. (10)


            Además, Pani participó con Del Moral en el proyecto de los Campos Deportivos de entrenamiento, los Vestidores para varones y algunas casetas aisladas, y con Salvador Ortega en el Multifamiliar para Maestros. (11) En este último caso se trata de lo que podríamos considerar como prototipo de unidad habitacional para los profesores de la Magna Casa de Estudios; un interesante edificio de ocho pisos retoma la propuesta del Conjunto Urbano Miguel Alemán, presentando departamentos en dos niveles.

            También resulta importante anotar los nombres de los arquitectos que participaron en los diversos proyectos, a manera de un reconocimiento a su labor, así sea sumario. Dentro de los edificios escolares, además de los ya mencionados, se cuentan, para la Biblioteca Central, Juan O’Gorman, Gustavo M. Saavedra y Juan Martínez de Velasco; Museo, Instituto de Arte y Escuela de Arquitectura: José Villagrán García, Alfonso Liceaga y Xavier García Lascuráin; Facultad de Ciencias e Institutos: Raúl Cacho, Eugenio Peschard y Félix Sánchez Baylón; Facultad de Filosofía y Letras e Institutos: Enrique de la Mora, Enrique Landa y Manuel de la Colina; Escuela de Jurisprudencia: Alonso Mariscal y Ernesto Gómez Gallardo; Escuela de Economía: Vladimir Kaspé y José Hanhausen; Escuela de Comercio y Administración: Augusto H. Álvarez y Ramón Marcos; Escuela de Ciencias Políticas y Sociales: Max Amábilis, Francisco Calderón y David Muñoz; Escuelas de Ciencias Químicas: Enrique Yánez, Enrique Guerrero y Guillermo Rossell; Escuela de Ingeniería, Instituto de Biología: Francisco J. Serrano, Luis MacGregor Krieger y Fernando Pineda; Escuela de Medicina: Domingo García Ramos, Homero Martínez de Hoyos; Roberto Álvarez Espinoza, Pedro Ramírez Vázquez, Ramón Torres y Héctor Velázquez; Escuela de Odontología: Carlos Reygadas, Silvio Margáin Gleason y Jesús Aguilar; Escuela de Veterinaria: Félix Tena, Fernando Bárbara Zetina y Carlos Solórzano; y Pabellones de Física Nuclear, Rayos Cósmicos y Gravitación: Jorge González Reyna y Félix Candela. En el terreno deportivo o de esparcimiento: Jorge Rubio, Eugenio Urquiza y Carlos B. Zetina, Club Central; Baños y Vestidores de mujeres y piscina de natación: Félix T. Nuncio M., Ignacio López Bancalari y Enrique Molinar; Estadio Olímpico: Augusto Pérez Palacios, Jorge Bravo y Raúl Salinas; Frontones: Alberto T. Arai. Sin olvidar que los puentes y pasos a desnivel estuvieron a cargo de Santiago Greenham y Samuel Ruiz García. (12)

            Además hubo una serie de obras que no se llegaron a realizar, tanto por la premura del tiempo con que se debió construir el conjunto, como por los consabidos problemas económicos: Aula Magna de Carlos Obregón Santacilia y Mauricio Gómez Mayorga; Unidad Tipo Habitación para estudiantes de Enrique Carral y Manuel Martínez Páez; Edificio del Departamento del Distrito Federal para habitaciones de estudiantes de Jorge L. Medellín, Antonio Serrato, J. Martín Cadena y Roberto Medellín; Centro de Higiene de Emilio Méndez Llinas y César Novoa; Iglesia de Ricardo de Robina; Servicios Generales de Marcial Gutiérrez Camarena, Panuel Pizarro y Rolando Gutiérrez; Casino y Gimnasio de Antonio Pastrana y Raúl Fernández; y Jardinería de Luis Barragán y Alfonso Cuevas Alemán.

            En suma, la Ciudad Universitaria de la UNAM es uno de los conjuntos más significativos de nuestro país, debido a sus aportaciones tanto arquitectónicas como urbanas; efectivamente, buen número de historiadores de la arquitectura coinciden en reconocerla como la obra más importantes del siglo XX, ya que en ella coinciden tanto las principales aportaciones de la primera mitad del siglo pasado como los gérmenes de las propuestas por venir, en especial dentro de la búsqueda de una identidad nacional. En su diseño y construcción empeñaron lo mejor de sus conocimientos los principales arquitectos e ingenieros de esa época, para lograr un ejemplo singular de arquitectura mexicana, mismo que puso a nuestra nación a la cabeza de América Latina, tanto en lo que se refiere a la creación arquitectónica como en el terreno de los estudios superiores y la cultura.

 

Inserción en Imágenes: 06.07.07.
Foto de portal: Archivo Fotográfico “Manuel Toussaint” del IIE.
Colección Construcción de la Ciudad Universitaria. Foto: Saúl Molina.

 



   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO