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La ciudad es un museo

Urgente incluir a la arquitectura en el debate cultural: expertos. Concientizar a ciudadanos y autoridades, la prioridad.


24 de enero. Se requieren 29 pasos para atravesar el fugaz pasillo de El Eco y desembocar en la galería central del museo construido por Mathias Goeritz. Allí aguardan estudiantes de arquitectura. Los reúne el interés por insertar su disciplina en el debate cultural contemporáneo. Y es que el investigador Peter Krieger fue contundente en su intervención: “salvo excepciones, la arquitectura está marginada de los debates en los periódicos y en la televisión, además de la ausencia de materias de urbanismo y arquitectura en la formación escolar”.

El 7 de septiembre de 1953 fue inaugurado el Museo Experimental El Eco; antes y durante su edificación contó con la asesoría de Luis Barragán y el auspicio económico de Daniel Mont. El inmueble original tuvo una vida efímera hasta que 50 años después la UNAM lo rescató y encargó su restauración al arquitecto Víctor Jiménez.
    En su disertación, la arquitecta Sara Topelson relató que ella recibió la solicitud de demolición de El Eco durante su gestión en la Dirección de Arquitectura y Preservación del Patrimonio Artístico Inmueble del INBA. Su reciente reapertura (7 de septiembre de 2005) fue “un pretexto idóneo para fomentar el debate público sobre nuestro ambiente construido”, aseguró Krieger.
    En la galería central de El Eco se presentó el número 85 de la revista Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, publicación que desde los años 30 se ha avocado a documentar los avances en la investigación en historia del arte. El arquitecto Alberto González Pozo describió el contenido de la revista que en esta ocasión dedicó un número monográfico a la arquitectura contemporánea.
    Peter Krieger propició la discusión. Expuso tres aspectos claves en el debate arquitectónico: el potencial de la investigación, el estado de la docencia y las estrategias de difusión de la arquitectura en México. Sara Topelson, presidenta del grupo Documentación y Conservación del Movimiento Moderno (DOCOMOMO), en su capítulo México, planteó que la investigación debe ser estimulada desde la docencia por las instituciones académicas y generar alicientes para los futuros investigadores.
El arquitecto Iván San Martín explicó que los monumentos históricos en México están amparados por una ley que prevé su conservación; pero eso mismo no ocurre con muchos espacios arquitectónicos modernos que no están debidamente catalogados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y, por lo tanto, resultan vulnerables.

San Martín advirtió que en México no existe la cultura de considerar a los espacios arquitectónicos del siglo 20 como patrimonio histórico. En su intervención abordó a la arquitectura desde el punto de vista estético y resaltó –salvo excepciones como el campus de la Ciudad Universitaria- la fealdad del espacio urbano en la Ciudad de México, donde los ciudadanos experimentan una vivencia estético-urbanística displacentera.
    El artista de origen alemán Mathias Goeritz ideó con El Eco un edificio a manera de escultura habitable de múltiples posibilidades simbólicas y utilitarias. Construyó muros altos para que las casas colindantes no se alcanzaran a ver y el interior gozara de total autonomía. La principal función del inmueble era la emoción.
    Dentro de la galería y a través de un ventanal en forma de cruz, se observa el patio en el que sólo existe vacío; solamente se levanta una torre amarilla de doce metros de alto. No hay vista al exterior, sólo se vislumbran algunas ramas de los árboles de la calle de Sullivan y el cielo nocturno. Estela, una estudiante de arquitectura, dijo sentir soledad en medio de ese patio de altas tapias, como una sensación que posiblemente el autor buscó despertar a través de su arquitectura emocional.
    Peter Krieger aseguró que “la difusión de la producción e investigación de la arquitectura es deficiente”, salvo algunas iniciativas como el programa de Radio UNAM que conduce Felipe Leal, exdirector de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Krieger propuso la creación en México de un “Centro de Arquitectura para debates, capacitación y exposiciones” como los existentes en Canadá, Holanda o Austria, “para crear conciencia colectiva” en torno a la arquitectura y el urbanismo.
    Sara Topelson consideró que la difusión de la arquitectura debe dirigirse hacia el público en general y no sólo a los especialistas o estudiantes de arquitectura. “En México a las personas de todos los niveles sociales les interesa menos la arquitectura en comparación con otras artes como la pintura, la música, el teatro o la literatura.” Consideró necesario involucrar a los ciudadanos y a las autoridades para crear mejores ciudades y entornos urbanos. Indicó que los artículos de investigación son la base para realizar otros materiales de difusión que involucren al gran público, tales como guías, mapas con monumentos arquitectónicos de todas las épocas, trayectos en bicicleta para conocer edificios, etcétera.
    En su momento, González Pozo destacó el papel de la Internet para consultar materiales de investigación sobre arquitectura y alcanzar a públicos más vastos en América Latina y Europa. Además de las publicaciones, es necesario recurrir a otros medios como la radio, la televisión, los cortos cinematográficos y diversos materiales audiovisuales. González Pozo resaltó, además, los espacios museográficos para difundir el arte arquitectónico, además de las ciudades que en sí mismas son un gran museo que hay que recorrer.
    Iván San Martín propuso la “despartidización de la arquitectura”, pero no su despolitización porque la arquitectura como objeto cultural se halla en la polis. Y agregó: “la arquitectura siempre tiene una postura ideológica. Hay que retirar el velo partidista que obnubila el conocimiento y nos hace descalificar obras públicas” por el hecho de ser promovidas por alguna figura del ámbito público.

Por último, estimó necesario “abrir el concepto de patrimonio arquitectónico”: es tan valiosa una iglesia en un barrio como un mercado o la obra de un arquitecto destacado. San Martín insistió: “el valor de un edificio no es por ser arquitectónico sino por constituir parte del patrimonio cultural”.
Para Peter Krieger el Museo Experimental El Eco “es una herencia valiosa que demuestra físicamente la necesidad de definir la ciudad como proyecto cultural y no reducirla a un campo brutal de la especulación inmobiliaria”.

    Posiblemente la importancia más notable en el hecho de reunir a cuatro especialistas en la investigación de los espacios urbanos en México (en medio de jóvenes futuros arquitectos, todos congregados en el emocional recinto creado por Goeritz) se centró en el debate para preservar el patrimonio cultural arquitectónico de nuestro país. Esperamos que el evento obtenga el eco suficiente y prolongado que llegue a los oídos de ciudadanos y autoridades para que la población adquiera conciencia en torno a un espacio, hábitat urbano donde todos confluimos y convivimos.




   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO