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INTRODUCCIÓN

Durante siglos los Ñäñhó han habitado una región ubicada entre el norte del estado de México y el sur de Querétaro, Guanajuato e Hidalgo. Un conjunto de paisajes, de muy variadas texturas, en donde edificaron santuarios y levantaron las cruces de piedra que les permiten reconocer las añosas sendas por las que procesionan, tratando de convencer a los númenes que habitan en las montañas de que completen los ciclos anuales de la naturaleza. En esta oportunidad Maricela González Cruz Manjarrez expone cinco de las series fotográficas que formó durante su estancia en la nación otomí. Imágenes que dan cuenta de largas caminatas bajo los encinares de San José Ithó, justo en el momento en que cae la bruma; o por los aljibes de la Cabecera Municipal, superficie liquida de la que se sirvió para reflejar el ocaso; el agua, don precioso, que luego de múltiples luchas en su defensa, sigue alimentando aquellas siempre sedientas sementeras.


El día de San Juan las mujeres mudan sus ropas de trabajo por coloridos atuendos de fiesta. Los rojos, los verdes, los amarillos y los morados penden de los elaborados tocados de Las Pastoras, ocultando sus rostros. Así el individuo conmemora una forma de vida que  sólo es posible desde la noción de grupo. La singularidad queda reducida a los mayordomos y se reparte entre aquellos afortunados que alcanzaron un papel en escenificaciones que transforman los campos de labor en inconmensurables escenarios. Los velos formados de listones están bien dispuestos para exaltar el movimiento en coreografías aprendidas desde la infancia. La fotógrafa inicia su labor justo desde la espera, cuando aún priva cierto nerviosismo entre los convocados a la fiesta, cuando los pifaneros afinan sus flautas de carrizo. Porque aquí, el medio provee también de los instrumentos para hacer música.


Consecuente con su formación como historiadora del arte, Maricela se detuvo ante las iglesias y los oratorios familiares. Considerando al tiempo en las composiciones, templos construidos centurias atrás, que nunca fueron concluidos o que quedaron abandonados, contrastan con interiores pletóricos de luces y de aromas; cuidadosamente dispuestas para cada una de las fechas que destaca el calendario litúrgico. Las plegarias han requerido siempre de un referente material que dé rostro y cuerpo a la divinidad. Desde la penumbra van emergiendo los crucificados que sostienen flores, un San José y un San Pedro, ataviados con collares de caramelos, ya que para este pueblo el culto a los Santos y a los ancestros es fundamental: un milagro que no es debidamente estimado puede devenir en un sinnúmero de calamidades.


El trabajo de campo trae aparejado el trato con los habitantes de la región; conocedores cada cual de los mejores parajes para fotografiar, coleccionistas de maravillas y rarezas, y hábiles bordadores de las tiras, las camisas y los paños en donde se siguen representando los rumbos del universo. La fotógrafa ofrece un testimonio de gratitud a sus guías, narradores, anfitriones y ahora amigos con la serie Expresiones. Un acercamiento a las manos y a los rostros de mujeres, hombres y niños Ñäñhó. La gama gestual es amplia, incluye la fe de Las Pastoras de San Ildefonso Tultepec; la solemnidad de los cofrades del Señor Santiago en Santiago Mexquititlán, la fatiga de los integrantes de la danza de Los Arcos y el candor infantil de Toñita, quien posa junto a los toritos bien dispuestos para emular los relámpagos. Recuento que afortunadamente no dejó de lado el alter ego representado en la máscara Xithá de San Miguel Tlaxcaltepec.


Estamos ante una colección de imágenes rica en contenidos. Se incursiona exitosamente en el registro antropológico, es decir, en identificar la esencia del pensamiento y la manera en que cada grupo humano logra adaptarse al entorno natural; se expresan intereses personales como los estudios de color, los puntos de fuga profundos y los contrastes de texturas; se ensayan encuadres sobre los ramos de flores, la cerámica, los panes y los frutos que constituyen las ofrendas para Dios y su numerosa corte celestial; se inquiere en las ciudades de los muertos, ahora hechas de frío concreto. Bajo la innegable técnica que le proporcionan a Maricela años de experiencia, subyace el goce de la libertad.

 

 

Dr. Hugo Arciniega Ávila
Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM
Ciudad Universitaria, D.F., mayo de 2012